Brigada Otis, de la localización de personas en la emergencia a una red de apoyo permanente en Acapulco

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Después de que el huracán Otis impactó las costas del puerto de Acapulco la madrugada del 25 de octubre de 2023, parecía imposible tener noticias de sus habitantes. La luz se fue poco antes de que terminara la noche anterior y dejaron de existir las comunicaciones. Como muchos, Manuel y Andrea, acapulqueños radicados en Monterrey para entonces, comenzaron a buscar al día siguiente noticias de sus familiares.

Marco, el papá de Andrea, es radioaficionado de toda la vida. En su casa conserva una antena y todas las herramientas necesarias para comunicarse por esa vía. Utilizando una batería de auto logró encontrar una frecuencia y a alguien del otro lado para hacer llegar a su hija el mensaje de que sus padres estaban a salvo. Manuel, por su parte, había encontrado a otro radioaficionado en Monterrey. De ese modo, sin planearlo, se convirtió en el enlace de decenas de peticiones para saber sobre personas incomunicadas.

El nivel de demanda lo llevó a crear un formulario por internet para facilitar los reportes y después una base de datos, que en ese momento sumó más de 4 mil personas de las que no se conocía inicialmente el paradero. 

Aquel esfuerzo no tenía entonces un objetivo definido ni un nombre. Ni siquiera Manuel sabía que lo iniciado como un esfuerzo orgánico para transmitir mensajes de alivio se convertiría en una red de ayuda que hoy se identifica como Brigada Otis.

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Manuel Adams, parte de Brigada Otis. Foto: Luis Madrid

Brigada Otis ayudó a localizar mil 175 personas incomunicadas por huracán en Acapulco

Luego de que en los días subsecuentes pudieran conocer –ayudados por brigadas en tierra que pusieron en marcha ellos mismos– el paradero de mil 175 de esas personas, otras 2 mil 185 siguen en el mismo estatus. Esto, aclara Manuel, no quiere decir que continúen incomunicadas o no localizadas, sino que quien hizo el reporte inicial no concluyó el ciclo de informar cuando tuvo noticias de su familiar. Brigada Otis aún sigue invitando a que lo hagan para actualizar la cifra.

Pero hoy es mucho más. Luego del formulario y la base de datos, y de la misma manera orgánica, se empezó a construir una red de contactos que buscaban brindar ayuda, acompañar en algunas exigencias ante la inacción institucional –como sucedió, inicialmente, con las personas desaparecidas en el mar–, garantizar que donativos llegaran a su destino sin recurrir a instancias gubernamentales y hacer convenios con otras fundaciones.

La casa del papá de Andrea se convirtió –y aún es– en almacén de donaciones de alimentos, medicamentos, ropa e insumos de higiene y de limpieza. Desde las últimas semanas, Brigada Otis también guarda ahí repelente para distribuir en las comunidades acapulqueñas ante la proliferación del dengue.

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Más de 70 voluntarios están ahora en comunicación permanente para colaborar con diferentes tareas, desde la recepción de donativos, la gestión con personas que pueden dar acceso a inmuebles o establecer contacto con comunidades lejanas y la difusión de información verificada, hasta el transporte y entrega de apoyos tan lejos como sea posible.

“Comenzamos con la coordinación de comunidad, verificación de información y siendo un canal de ayuda de afuera hacia adentro y colaborando con otras organizaciones y fundaciones. Hemos ido encaminando hacia las necesidades que han ido surgiendo como la entrega  de víveres, de juguetes, de medicamentos… También el apoyo a las personas que tienen dudas de no saber cómo ayudar”, cuenta Manuel Adams en entrevista en el puerto viejo, frente a los cientos de embarcaciones que siguen hundidas en el mar.

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Foto: Luis Madrid

¿Qué se necesita para la recuperación de Acapulco tras el paso de Otis?

En su opinión, para la recuperación de Acapulco del impacto de Otis hacen falta muchas acciones, porque el huracán vino a abrir heridas que ya existían y solo las hizo más evidentes. Recuerda que aún se necesita mayor interés y ayuda para la entrega de medicamentos y para atender las necesidades médicas que han conjuntado en una base de datos, así como para fortalecer la higiene.

“La basura sigue siendo un tema, y mientras lo siga siendo, el dengue va a seguir existiendo y va a seguir a la alza. Hacen falta atenciones para una infinidad de áreas que fueron afectadas indirecta o directamente; concretamente para nosotros (Brigada Otis) estamos ahorita en la búsqueda de traer ayuda que tenemos en Monterrey. Estamos recabando dinero para traerlo y entregarlo”, señala.

O en caso de que surja alguien que cuente con el transporte, dice, la brigada está abierta a colaborar con quien desee sumarse a la causa, que es ayudar a Acapulco. Manuel acota que ha sido difícil que los gobiernos, de cualquier nivel, puedan lidiar con la magnitud del desastre generado por Otis. Por eso la apuesta de su iniciativa es generar comunidad. Él sigue involucrado, asegura, porque Acapulco es su hogar y el lugar al que le debe todo.

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Además de las necesidades de acompañamiento a temas específicos, de atención médica al dengue, pero también a enfermedades crónicas, y de enlaces para hacer llegar ayudas, Manuel subraya los impactos indirectos que pueden tener un efecto aun más fuerte y duradero, como la falta de servicios médicos, la pérdida de empleos y la de cosechas. Por eso –asegura– Brigada Otis va a existir mientras sea necesario que siga existiendo. 

“Ya lo perdimos todo, y cuando se pierde todo, no nos queda más que seguir, y seguir buscando a personas que quieran ayudarnos y ayudar a Acapulco”, añade.

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Marco, papá de Andrea, de Brigada Otis. Foto: Luis Madrid

“Era un día tranquilo”: voluntario en Brigada Otis

En una de las comunidades de Acapulco, Las Pozas, Onésimo también lo perdió todo. Aun ahora que tiene tanto trabajo por delante para recuperarlo, encuentra el tiempo –y seguirá hallándolo, dice– para colaborar como voluntario.

“Era un día tranquilo”, va recordando como hablándose a sí mismo, sin mediar pregunta, mientras maneja su propia camioneta rumbo a la entrega de ayuda a las comunidades más alejadas de Acapulco con Brigada Otis –hoy junto a Adriana y Manuel–. Esa tarde estaba en otra propiedad que tiene en Llano Largo, limpiando, sacudiendo, como cualquier otra.

Como a las 6 o 7, dice, supo por un mensaje de Whatsapp que el huracán ya se acercaba como categoría 5. Cerca de las 7:30, decidió regresar a Las Pozas, donde está su vivienda y negocio habitual –un taller para trabajar la fibra de vidrio–. A las 9 de la noche, llegó otro mensaje proveniente de varias autoridades locales de Acapulco.

Le preocupó, porque les pedían que se reunieran con familiares que tuvieran la casa más segura y ahí se resguardaran. Estaba previsto, según el aviso, que Otis pegara en la costa a las 11 de la noche. “Puede ser, o puede no ser, pero hay que hacer caso. ‘Dicen que viene un huracán, y que viene muy fuerte, y que nos va a pegar a Acapulco de lleno”, le dijo a su hijo, que vive en el mismo terreno.

Ahí concluyeron que era algo serio y que venía enfilado a esa zona. “Bueno, Dios mío, todo está en tus manos”, pensó Onésimo. A las 10:30 de la noche empezó a soplar el viento. Entre más tarde, más recio, relata. “Entre 10 y 11, apagón –continúa–. Una vez, dos veces, tres veces, a la tercera ya se quedó oscuro. Muy oscuro”. Se resguardó en un cuarto que había acondicionado en su taller. Aire y más aire, agrega, y un poco de lluvia al principio.

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Onésimo recuerda que se “oía bien feo” y la casa de material vibraba una y otra vez. Le daba temor incluso tocar la pared, porque no sabía de qué lado se iba a caer o reventar. Se sintió como si temblara dos veces. Cuando reventaron los vidrios de las ventanas, trató de hacerse más hacia adentro. Después, alcanzó a ver cómo se metía la basura y amarró una colcha. Terminó dentro del baño, a donde poco después subió el nivel del agua y le alcanzó las rodillas.

Alrededor de las 2:30 trató de salir del cuarto para pasarse a la casa donde estaba su hijo, pero una ráfaga de viento lo tiró e hizo que sus piernas golpearan contra un árbol de mango. No se ha recuperado por completo de los golpes, aunque no pasó a mayores. Todavía toma pastillas para el dolor. Su cálculo, o al menos así lo recuerda, es que lo más fuerte del huracán terminó entre 3 y 4:30 de la madrugada. 

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Como radioaficionados lograron ayudar a personas incomunicadas por Otis. Foto: Luis Madrid

“Media hora más y nos mata ese huracán”: sobreviviente a Otis 

“Gracias a Dios la estamos contando. Media hora más y nos mata ese huracán”, agrega. De sus cosas solo le quedaron un pantalón, dos shorts y una playera. Ya recibió los apoyos económicos y está en el proceso de reconstruir su taller. En cuanto funcione –por fortuna, dice– ya tiene trabajos atrasados. Mientras, ha utilizado la camioneta para allegarse de recursos haciendo fletes de material, de enseres –ahora que está la entrega– o “lo que salga”.

Pero para sumarse a Brigada Otis, solo pide que lo apoyen con la gasolina. Mientras pueda, seguirá destinando tiempo para colaborar con la iniciativa, porque sabe lo que significa perderlo todo. Recuerda que en alguna ocasión, Manuel iba de copiloto en su camioneta –regularmente, procuran que vaya más de un vehículo– y cuando vio en el camino a una señora con sus tres hijos, le pidió a Onésimo que se parara para dejarles ahí mismo una despensa. “Se las estaba apartando”, bromeó entonces.

–Tiene buen corazón este muchacho— afirma Onésimo mientras lo sigue en el camino.