Breve introducción a “Casa que ya no es mía”, del poeta cubano Carlos Ramos

Mucha de la literatura realizada en el siglo pasado, y lo que va de este, es un testimonio de la fractura, de la pérdida.

Cuba, la Revolución, el escenario orgánico, la casa, atomizó en frenético despido, abundó sobremanera a engordar el fenómeno de la diáspora, el exilio. Miles de puntos en los más distantes rincones del orbe. Puntos que luego, muchos, regresan al núcleo, al paisaje que solamente sobrevive en la memoria, sin embargo.

Porque la casa mutó: …tiene nuevos propietarios / y ciertas modificaciones / en la estructura / y la decoración.

Con tales aseveraciones arranca Casa que ya no es mía, el nuevo volumen de poemas del notable (por juventud y talento) Carlos Ramos (San Juan de los Remedios, 1986) y en la madeja de nuevos recorridos va enumerando el peso de lo extraviado, en analogías vitales desembrolla comparativas y encuentra referencias sagradas para enderezar el rumbo.

La casa como tal ya no existe, otras nuevas direcciones se empeña el poeta en dejar, como una necesidad para aclarar el recorrido, también posiblemente sin alternativas. Vivo en el Down Town / en La Ciudad del Sol / 237 North East / 2nd Street / Miami, Florida…

Porque el paisaje fue trastocado, a aquellas aves del patio encantado las devoró el tiempo, la desidia, la precariedad que abunda tanto: la partida definitiva. Y aunque el camino fuera alumbrado, satisfecho, el poeta se enfrenta a un austero resumen de pérdidas. Son poemas en su mayoría confesionales, como para ser declamados, leídos a voz suelta.

Esa teatralidad es posiblemente una característica, un rasgo distinguible de su poética. Lo mismo en sonetos que en octosílabos —Carlitos canta como Armand, aunque dudo lo leyera mucho— salta el gesto, la metáfora que visualiza el movimiento, la acción.

En el recorrido a veces se da por bueno a la idea, y quizá merezca mejores atenciones, eso que a primera vista damos por hecho le sobra al poeta, tiempo, nos sorprende alguna premura empero. Tiempo para detallar, a veces definir… Nada de esta supuesta falta desmerece, solamente nos pone en perspectiva, nos da el margen del que el joven bardo goza, es dueño. Ahí está, y se siente reclamado por sus antiguos vecinos del barrio, aquellos que no pudieron escapar de la catástrofe, los convencidos del mal ajeno, a los que confronta con la intemperie de su nueva vida, lo que normalmente no aparece en las tarjetas de regalo.

Franqueza, diría cualquiera.

Cuando conocí a Carlos Ramos ya le conocía. Advertí en el suyo el rostro del padre. Cuando leí sus versos entendí el valor: eso de salir sin otro destino que la poesía hacia todas las direcciones.

Estemos entonces satisfechos de que podamos atender, conocer, disfrutar a una de las voces más versátiles de la inagotable y sana, joven poesía cubana.

No perdamos la ocasión de ser partícipes de este viaje.

La casa sigue su vida propia y ya solamente es alcanzable en la memoria. Aquellos estancos flamencos del patio infantil, salvajes crían en las nuevas costas.

Ha aprendido Carlos a desprenderse del lamento, de aquella lava azucarada que embadurna la sobreabundante publicación hoy día. Son poemas, estos, hechos también con el cuerpo, como diría alguien que no recuerdo ahora mismo, pero que nos sirve para procurar esclarecer un poco el desgaste vital, la vocación con la que percute en la poesía, que puede embestir como toro salvaje.

Podríamos seguir trazando líneas con el objetivo de deslindar conocimiento, encontrar alguna llave oculta para la lectura, su compresión completa. Pero la poesía tiene su propia vida, siempre halla a sus oportunos lectores. Demos entonces el pistoletazo de salida. Continúe su peripecia el libro en la amplia colección de la Editorial Betania, y lleve desde ahora al poeta en futuros recorridos.

“Casa que ya no es mía”, de Carlos Ramos Gutiérrez, se presenta el sábado 18 de noviembre a las 8:30 p.m. en Artefactus Cultural Center, 12302 SW 133rd Ct., Miami, Florida 33186 / (786) 704-5715 / artefactus.us