Boxeo: por qué la FAB está perdiendo sus mejores reglas y sus gloriosos campeonatos

Guido Bagnasco vs. Nahuel Paredes, separados por el árbitro
Guido Bagnasco vs. Nahuel Paredes, separados por el árbitro

El boxeo argentino tuvo dos grandes aliados que lo sostuvieron en pie desde sus inicios en 1892 hasta estos días: los púgiles, sus grandes estrellas y el público, los consumidores de las épicas o decepciones del cuadrilátero.

El aura de sus campeones y la fidelidad de sus fanáticos resultó –afortunadamente- mucho más sólido que el litigio permanente de sus organizaciones mundiales y locales, el apetito material de las mismas y el desarme reglamentario que cada institución originó en torno a sus conveniencias.

Carlos Monzón, con el cinturón de campeón argentino
Carlos Monzón, con el cinturón de campeón argentino

Tal desarreglo erupcionó con el inicio de A.I.B.A (Asociación Internacional de Boxeo Amateur y responsable de la fiscalización de los Juegos Olímpicos hasta 2016) en las competencias profesionales (2010) creando un slogan: “Nuestros resultados no se cuentan. No valen”. Y en una postura obsecuente, la mayoría aceptó tal sentencia. Distante a esto LA NACION emitió su opinión, en este mismo espacio, el 26 de octubre de 2013 titulando: “El boxeo se quedó sin reglas”. Y así fue.

La agonía del reglamento argentino

La FAB (Federación Argentina de Box) tuvo una dependencia absoluta del estatuto AIBA, sobre todo en el periodo de presidencia de Osvaldo Bisbal (1991–2016) que desactivó el histórico sistema de reglas cuidadosas y muy protectoras del pugilismo argentino. La más trascendente, quitarles el cabezal a los boxeadores en sus peleas amateurs que por su noviciado y torpezas recibían cortes frecuentes en sus rostros. Llevó más de 20 años rectificar tal decisión.

Madura el KO
Madura el KO

A comienzos de Siglo XXI la FAB abolió el puntaje parcial de empate: 10–10, en cada round supliéndolo por el ½ punto para desequilibrar en cada asalto. Intentado mayor poder ejecutivo en sus jueces. Fue elogioso y útil. Esta vieja regla inglesa “resucitada” por la FAB ante la iniciativa de Julio Ernesto Vila, en los años 90, fue eliminada hace meses por sugerencia de los entes internacionales superiores: (CMB-OMB-FIB-AMB).

No sólo ello, uno de los índices característicos del reglamento FAB: la cuenta de protección de ocho segundos del árbitro hacia el boxeador que, dominado y sin ser derribado, soporta un duro castigo de pie, fue excluida de los combates por títulos regionales que se disputan en el país. Cotejos éstos, por cinturones arancelados, sin jerarquía deportiva pero útiles para escalar en el ranking de las diversas organizaciones mundiales. Esta modificación, cómplice a los estatutos internacionales, se asocia al sangriento trámite boxístico norteamericano que jamás encajó en estos lares.

El aniquilamiento del título argentino

El pantalón blanco del campeón argentino fue una insignia sublime y distintiva de este deporte.

Sin embargo, con el paso del tiempo y con el desgaste de las leyes FAB, este título se convirtió en una moneda de cambio favorable a los promotores del boxeo en TV, necesitados de la utilización constante de esta corona. La FAB decidió entonces que aquellos campeones que lo ganaban -legítimamente- en el ring comenzaran a perderlo en los escritorios federativos por odiosas obligaciones en nuevos límites de tiempo para sus defensas.

Carlos Alanis, con el cinturón de campeón argentino
Carlos Alanis, con el cinturón de campeón argentino

En 2015, aquel campeón que no lo exponía a un año de su conquista era destituido y se “organizaba” un match por su vacancia. A partir de 2022, se redujo a seis meses su plazo de exposición. ¡Absurdo! Si el flamante campeón no tiene su propio promotor y desiste exponer su cetro, en ese lapso, ante los ofrecimientos -favorables o no- que le estipulan, resultará destituido por la FAB. ¿Tiene sentido? ¿Alguien reconoce a cinco campeones nacionales actuales? ¿Hay tiempo suficiente para popularizarlos? No hay madurez para esto.

Nunca pensamos que algún día -por intereses- caducarían las mejores reglas del boxeo local; las que tuvieron en su época originalidad, nombre propio y autonomía ante todas las presiones. De escudos y patrones.