Al borde de las lágrimas: en el funeral de Isabel, Carlos III mostró su dolor por la muerte de su madre

El rey Carlos III, en el último día de despedidas a su madre
El rey Carlos III, en el último día de despedidas a su madre - Créditos: @HANNAH MCKAY

LONDRES.- Nunca se lo vio a Carlos III, el nuevo rey británico, tan evidentemente emocionado como hoy, el día de la despedida final de su “beloved” (amada) madre, Isabel II.

Si bien pasaron diez días y medio de luto nacional, viajó por las cuatro naciones que componen el Reino Unido, debutó como monarca en sendos discursos, desde el jueves 8 de septiembre, cuando murió Isabel II -a quien todos creían inmortal-, hoy fue el día en el que se lo vio más golpeado.

Aunque todo el mundo sabe que se preparó para ser rey desde los tres años, cuando su joven madre repentinamente subió al trono y que, en verdad, el fallecimiento de la reina significó cumplir en forma automática su sueño de convertirse en rey, se lo vio por primera vez con ese peso de la responsabilidad encima. Era consciente, probablemente, de que, en un funeral a todas luces global por la presencia de 500 dignatarios de todo el mundo, además de que estaba siendo visto por 4000 millones de personas en vivo y en directo.

El rey Carlos III de Gran Bretaña junto a Camilla; la princesa Ana, la princesa Beatriz, Meghan, la duquesa de Sussex y el príncipe Harry observan cómo se coloca el ataúd de la reina Isabel II en el coche fúnebre después del funeral de estado en la Abadía de Westminster
El rey Carlos III de Gran Bretaña junto a Camilla; la princesa Ana, la princesa Beatriz, Meghan, la duquesa de Sussex y el príncipe Harry observan cómo se coloca el ataúd de la reina Isabel II en el coche fúnebre después del funeral de estado en la Abadía de Westminster - Créditos: @Martin Meissner

Con la solemnidad del momento, y los impresionantes coros que sonaban en la Abadía de Westminster, fue que por primera vez el rey, de 73 años, apareció con los ojos brillosos, llenos de lágrimas. Ocurrió en el momento en que en el templo donde suelen haber matrimonios reales y coronaciones, hubo dos escalofriantes minutos de silencio y se entonó el “God save the King”.

El rey Carlos III junto a su mujer, Camilla, y su hermana, Ana, durante la ceremonia en la Abadía de Westminster
El rey Carlos III junto a su mujer, Camilla, y su hermana, Ana, durante la ceremonia en la Abadía de Westminster - Créditos: @Ben Stansall

Aunque nunca se quebró, como debe ser, porque un monarca también debe tener el don de la impasibilidad -como tenía Isabel II-, Carlos apareció frágil. Aunque no solo, porque en todo momento -salvo las procesiones a pie-, estaba Camilla, su amor de toda la vida, sosteniéndolo con la presencia y, por otro lado, también estaba acompañado por un pueblo sacudido por la pérdida de una persona que, sí, era una reina, pero también “una madre, una abuela” -como coinciden sus súbditos-, que abre interrogantes hacia el futuro.

Carlos III junto a su hermana, la princesa Ana
Carlos III junto a su hermana, la princesa Ana - Créditos: @HANNAH MCKAY

También se conmovió Carlos al final de la imponente procesión -un espectáculo nunca antes visto-, que hubo más tarde por los puntos más emblemáticos de la Londres “royal”. Especialmente al final, cuando volvió a haber un silencio impresionante y el atáud envuelto en el estandarte real de la reina, ya en un coche fúnebre, tuvo su despedida final en el Arco de Wellington. Vestido con su uniforme militar, entonces el rey Carlos levantó su mano derecha e hizo el saludo militar, como los demás uniformados formados en este lugar, que aparecía como un mosaico perfecto formado por los diversos colores de los antiguos y esplendorosos uniformes reales.

La procesión del féretro de Isabel tras el funeral de Estado
La procesión del féretro de Isabel tras el funeral de Estado - Créditos: @LUCY YOUNG

Las flores de Carlos para su madre

La conmoción de Carlos, un monarca “green”, como lo llaman aquí, por haber sido uno de los primeros personajes públicos en hablar del respeto del ambiente, un apasionado de la botánica y las plantas, se reflejó a sí mismo en el bouquet de flores elegido personalmente por el rey para el adiós final a su madre, que fue colocado sobre el féretro, junto a un cartel donde se leía: “In loving memory”.

La corona de flores -todas de canteros de los palacios reales-, llamaba la atención por su colorido y por ser silvestre, como le hubiera gustado a la monarca, que amaba la naturaleza, los caballos, sus paseos por las colinas escocesas. Además, por su simbolismo. Entre otras flores como rosas, dalias y demás, según hizo saber la Casa Real, por voluntad del rey había romero, que significa memoria; mirto, antiguo símbolo de un matrimonio feliz, crecido de un ramo de un mirto presente en el bouquet del casamiento de sus padres, en 1947; y flores de roble inglés, que simbolizan la fuerza del amor.