Boca: sin su hinchada ni sus líderes, el conjunto de Hugo Ibarra se vuelve muy permeable
Resultaba interesante ver cómo se desempeñaba y salía parado Boca en su visita a Patronato, un elenco que buscaría aprovechar la oportunidad para exponer su rabia futbolística tras lo que vivió en la última fecha ante Barracas Central (perjudicado mediante el uso del VAR), pero tenía detrás una cruda realidad: último en la tabla de los promedios. Es decir que, al mismo tiempo, era una noche en la que el conjunto de Hugo Ibarra debía imponerse desde los diferentes aspectos del encuentro, aunque la ausencia de los líderes (y la figura del equipo pensando en su renovación) parece pesar todavía más en un equipo que es una cosa en la Bombonera y otra cuando no está acorralado por sus hinchas: en Entre Ríos fue goleado 3-0.
Aunque ya haya transcurrido casi un mes del suceso, más allá de que siempre estará latente para mirar de reojo las relaciones internas, la reunión de los referentes del plantel ante el Consejo de Fútbol para reclamar el cobro de premios un día antes de jugar la revancha de octavos de final ante Corinthians, que lo terminó eliminando de la Copa Libertadores, vuelve a tener su importancia. No en el hecho en sí, sino en los presentes en aquel cónclave: en medio de este rumbo confuso, Boca actuó en Paraná sin el apoyo del líder y las dudas se ampliaron.
La cinta de capitán fue un tema central en aquella cuestión. Pertenecía a Carlos Izquierdoz y, como castigo por ser la cabeza de aquella reunión, el Consejo se la sacó y se la cedió a Marcos Rojo. Hasta el propio Ibarra había entrado en la confusión de tal conflicto y, por tomar el rol de escudo durante una conferencia de prensa, catalogó –sin desearlo- al zaguero zurdo como el subcapitán del plantel cuando “decidió” sacarle la titularidad a Izquierdoz apenas asumió: si de él dependía, no hubiese tocado nada.
La cuestión es que Rojo, el definitivo dueño, se bajó del duelo ante el Patrón durante el precalentamiento: a esta hora debe decirse que fue sólo por una sobrecarga en el gemelo, pero seguramente será una molestia merecedora de estudios en las próximas horas.
Izquierdoz fue prácticamente empujado a la puerta de salida, más allá de que su ciclo tenía vencimiento a fin de año, y ya es jugador de Sporting Gijón, de la segunda división de España. Entonces, el que portó la cinta fue Frank Fabra: el colombiano también estuvo presente aquel día, aunque aparenta un alma más sujeta a la diversión que al carácter para orientar a tantos hombres. De hecho, cuando se reveló que había sido integrado al cara a cara con el Consejo, el argumento se basó en su estadía: siete años y medio en el club.
Boca, en efecto, fue un nuevo descontrol. En toda la cancha, aunque especialmente en la zona defensiva. El gol de Axel Rodríguez, a los 22 minutos, tuvo a Carlos Zambrano calculando muy mal un salto para despejar de cabeza, el tardío cierre de Facundo Roncaglia (debutó reemplazando a Rojo) y la definición del delantero entre las piernas de Agustín Rossi, que –además- se paró mal en el mano a mano. El segundo, firmado por Alexander Sosa a los 40, tuvo a Luis Advíncula perdiendo la espalda y mirando la definición, en la que Rossi –nuevamente- respondió flojo: si bien el cabezazo le picó cerca, la pelota le venció las manos. Y en el tercero, el lateral colombiano tuvo la mala fortuna de que el tiro libre de Jonás Acevedo fue potente hacia la posición del arquero xeneize, aunque rebotó primero en su pie y se desvió hacia la red en el tramo final.
El arquero, en días en los que es el protagonista de las noticias del club a raíz de su renovación (o no) de contrato, tuvo también todo a contramano. No es un líder del vestuario, pero sí es el hombre que la Bombonera reclama por su continuidad: mediante sus penales atajados forjó ser la figura del equipo y el cariño.
No tiene sensación de traspié: pareciera que Boca ya quiere que se termine el año. La tempranera eliminación copera, el clima interno ardiente y un interinato ratificado hasta fin de año (para nada apoyado por los futbolistas) convulsionan todo. Está claro que Hugo Ibarra es una leyenda azul y oro y seguramente sea respetado por los jugadores a partir de ese cartel. Sin embargo, las reiteradas tomas televisivas lo mostraron serio, de brazos cruzados y con pocas palabras. La imagen expone que tampoco es el líder que pueda generar un cambio de chip. A su lado, Leandro Gracián y Roberto Pompei. Un tridente que no impone gritos en el cielo.
Tampoco estuvo Darío Benedetto, otro de los nombres de peso. Él mismo fue el que reconoció que “amagamos con no concentrar antes de Corinthians, pero después se arregló todo”. Se resintió de un esguince de tobillo y fue marginado de la pésima visita a Paraná.
Boca pasó del éxtasis del fin de semestre pasado a ser un barco a la deriva. Con Ibarra al mando gana ante el apoyo incondicional de su gente (1-0 a Talleres y 3-1 a Estudiantes), pero adopta un modo zombie cuando va a territorio ajeno: 1-2 con San Lorenzo, 0-2 con Argentinos y goleada en Entre Ríos. Sin referentes, más perdido todavía.