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Las fotos de una cazadora desatan ola de repudio en las redes sociales

Los cazadores de grandes animales no están muy bien vistos últimamente, y desde que el dentista estadounidense Walter Palmer mató en África al león Cecil en una cacería presuntamente ilegal, una ola de repudio y agravio ha recorrido las redes sociales en rechazo a la práctica de la caza.

En épocas ancestrales el cazador era el héroe, la figura de acción y poder que proveía el necesario alimento a la comunidad. Pero desde hace siglos esa práctica ha dejado de ser generalizada y, en realidad, desde hace bastante tiempo la caza de grandes animales es más bien un deporte de los ricos y los poderosos, de los que tienen el dinero para pagar por un derroche mayor de adrenalina que se sella con la muerte y exhibición del trofeo: la presa a los pies del cazador.

Sabrina Corgatelli con uno de sus trofeos, una jirafa que ella habría cazado en África. (Facebook) 
Sabrina Corgatelli con uno de sus trofeos, una jirafa que ella habría cazado en África. (Facebook) 

Así, la caza deportiva ha sido fuertemente criticada por ser considerada una forma innecesaria, violenta y brutal de entretenimiento (así lo considera, por ejemplo, la organización PETA), aunque hay también quien contraataca diciendo que resulta un tanto insólito que se rechace a quien dispara con su rifle contra un animal en África mientras a escala social el ingente consumo de carne produce la crianza y sacrificio en condiciones escandalosas de millones de animales.

Un reportaje de la radio pública NPR explora el asunto de la caza deportiva de ‘presas trofeo’ y pone luz en varios de sus ángulos y consideraciones.

Pero el debate no es sobre ser o no ser carnívoro, ni sobre si sufre más la vaca en el matadero o la gacela abatida a balazos, ni sobre la legalidad de la cacería de grandes mamíferos en África. Es más bien una cuestión de actitud, de moralidad, de percepción. Y es de doble vía, tanto del lado de los cazadores y quienes se dedican a la industria de la caza deportiva como de quienes la rechazan en diferentes grados.

Un ejemplo de los primeros son los mensajes en redes sociales de Sabrina Corgatelli, de Idaho, quien de acuerdo a Today de NBC ha salido en defensa de su hobby de cazar grandes animales tras el escándalo por la muerte del león Cecil. En su cuenta de Facebook, Corgatelli ha colocado sin empacho fotos de ella con sus presas –una jirafa, un cocodrilo, un ñu, un jabalí, un impala y varios más– e incluso ha citado allí versos bíblicos donde, según se lee, esa escritura concede al hombre como comida a toda cosa viviente que se mueva, además de las plantas, y le indica tomar sus armas e ir a cazarlas. Que eso aluda a las necesidades de sobreviviencia de la humanidad hace milenios y no a la presente industria de cacería deportiva no entra, al parecer, dentro del razonamiento de ese post. Y es dudoso que la dieta básica diaria de Corgatelli sea filete de jirafa o costilla de ñu.

La respuesta de los usuarios ha sido contundente, y prácticamente todos sus posts y fotos en Facebook tienen intensos comentarios de rechazo e indignación de gente que encuentra repugnante las actividades cacería de Corgatelli. Ella se defendió en Today diciendo que todo lo ha hecho de modo legal y cuestiona por qué alguien tendría que estar en falta debido a sus hobbies.

Así, el asunto está más allá de la legalidad y la libertad individual que una persona tiene para hacer cierta cosa en un contexto dado. La crítica a Palmer, a Corgatelli y a otros cazadores es más bien del ámbito ético: matar por diversión, por sentir la emoción extrema o para reconfortarse internamente (como sugiere Corgatelli a Today) es visto como un acto de prepotencia, de innecesaria transferencia de recursos y energías hacia la violencia estéril, de ignorar que la relación entre la naturaleza y el hombre debe, en la actualidad, ser entendida no desde el punto de vista de la dominación brutal sino desde el de la preservación. “Respetar” a la jirafa, como dice Corgatelli, pero aún así abatirla y mostrar como trofeo su cadáver no resulta, a ojos de muchísimas personas, verdadero respeto sino una mera retórica para justificar la práctica de un brutal pasatiempo.

Otra de las presas de Sabrina Corgatelli en sus cacerías en África. (Facebook)
Otra de las presas de Sabrina Corgatelli en sus cacerías en África. (Facebook)

Otros dirán, desde luego, que la caza deportiva es una industria que genera empleo y desarrollo económico en zonas, como en África, que no tendrían otra fuente de ingresos. Incluso se dice que criar vacas hacinadas en granjas para luego matarlas en masa y llevar su carne al supermercado y a los platos de la gente es tanto o más reprobable que pagar 40,000 dólares por matar un león en África o, quizá, que matar animales criados especialmente para ser cazados (la llamada ‘cacería sustentable’).

Sea como sea, ¿no sería otra opción para saciar las emociones destinar, por ejemplo, miles de dólares para equipar una escuela en África y retratarse como un campeón solidario junto a los niños beneficiados en lugar de gastarlos en matar una presa y luego posar con ella como trofeo en exhibición de poder y ‘superioridad’?

Cada uno tiene sus gustos y sus prioridades. Las de Corgatelli le vienen bien a ella y a quienes defienden la caza. Sus críticos, los superficiales o los profundos, tienen también los suyos y, pese a la retórica, no encuentran símil válido o justificable entre comerse un filete en la cena y darle un tiro a un impala en la sabana africana.