Renovar al PAN para terminar sistema de simulación política

Renovar al PAN para terminar sistema de simulación política

Por estos días empieza el proceso para la renovación de la dirigencia del Partido Acción Nacional (PAN) y lo hace en medio del conflicto interno que mantiene enfrentados a los grupos que desean conquistar la presidencia de su Comité Ejecutivo, con lo que se pondrá fin al dominio de Gustavo Madero quien por más de cinco años ha estado al frente y, en este lapso, promovió una transformación estructural sin precedente, lo que tuvo como efecto el desplazamiento de los grupos tradicionales que lo habían dominado desde su origen, como es el caso de Felipe Calderón, heredero de uno de los fundadores del partido.

Los mexicanos recordamos que el Partido Acción Nacional fue fundado a raíz de que la corriente socialista de la revolución mexicana avanzaba firmemente, organizando a los campesinos y obreros, en contra de los cacicazgos que se oponían a la justicia social prometida por el movimiento de 1910, como fue el reparto agrario, la educación y la salud, entre otros.

 

El contexto internacional de su fundación fue el del conflicto en Europa y Asia, que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. La cicatriz de la Guerra Cristera no había cerrado totalmente. La propaganda, promovida por los Estados Unidos y los grupos conservadores de México, planteaba como amenaza cualquier signo de los grupos populares que intentaran organizarse para producir, sobre todo si el diseño de sus estructuras se originaba en el gobierno.

El temor para los grupos conservadores era que el socialismo avanzara y se consolidara. Las experiencias de Lázaro Cárdenas de organizar a los campesinos en el Ejido Colectivo y la promoción de Sociedades Cooperativas, para los grupos conservadores, en particular los del centro del país y Nuevo León, represento una seria amenaza para sus intereses y significó el inicio de un proyecto socialista que ponía en peligro sus privilegios.

El PAN nació para defender los intereses de los grupos conservadores del país. La propiedad privada antes que la social. Los valores clericales, antes que la libertad de elección. La denuncia de los abusos del poder, antes que pretender cambiar el poder. Al respecto, la congruencia ideológica del PAN se mantiene. En buena medida, para los grupos del poder real, el PAN sigue siendo la leal oposición, como llamaba Don Porfirio a los conservadores.

Desde su origen el PAN se propuso la misión de moralizar la política. Ocurrencia que hoy día todavía no sucede ni en El Vaticano. Sus principios ideológicos tienen origen en los documentos de la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Ahí se encuentra la definición de los valores que el PAN le propone al país, un México muy diferente al que existía cuando el partido fue ideado por Manuel Gómez Morín en 1939.

Considerando estos datos generales, no es extraño que el saldo a quince años de que ganara las elecciones Vicente Fox, cuyo poder nunca se planteó conquistar el PAN, la sensación de que este partido todavía le sigue debiendo a México está presente. El cambio no llega y todo sigue como antes. Tras doce años en el poder el PAN no fue capaz de realizar la transición democrática. Hoy, el comportamiento de los partidos y el surgimiento de los candidatos independientes, indican que la partidocracia está llegando al límite de la tolerancia de los electores, pero sobre todo de los grupos de presión que, desde la sombra, le disputan el poder al grupo gobernante actual, pero también lo harán con otras opciones.

Renovar la dirigencia del PAN es importante para sus militantes y simpatizantes. Los dos aspirantes a dirigirlo son Ricardo Anaya y Javier Corral quienes tendrán que hacerse cargo de superar los errores y limitaciones en los que incurrieron los diferentes dirigentes del partido en los pasados 15 años en que se mantuvo ebrio de poder y después con pugnas internas, que lo desviaron de su objetivo original.

El PAN como opción política tiene la responsabilidad de promover que los mexicanos avancemos como queremos y por donde deseamos. Aquí es donde debe empezar a compartir el compromiso del cambio. Ser demócratas es ser tolerantes, pero sobretodo es participar. Los mexicanos debemos transitar de la cultura de la simulación y la no participación al camino del compromiso y la participación activa y militante a través de las organizaciones que existen para ese propósito.

Los mexicanos vemos como los partidos políticos, esas entidades de interés social que viven de nuestros impuestos, se reproducen como negocios de familias y grupos cerrados que se reparten un botín para después repartirse el país y esta tendencia se reproduce como un cuento sin fin.

Si los candidatos a dirigir al PAN desean cumplir con el compromiso de sus fundadores y simultáneamente actualizar sus propósitos, deberán incluir su propia democratización interna para dejar que el aire pase y la gente nueva aporte lo que otros no pudieron o no quisieron hacer. Si se pagan con nuestros impuestos los partidos son parte del patrimonio de todos, incluido el PAN.