La sex shop de Japi Jane
Tenía meses queriendo ir a la tienda de Japi Jane, todo el mundo me hablaba maravillas de su sex shop. Por azares del destino, ayer conocí a Jane Morgan, su dueña. Conversamos un poco y decidí lanzarme esta mañana al local. Y me llevé una gran sorpresa.
Las sex shops que había conocido hasta ahora me parecían experiencias que iban de lo tétrico a lo circense; la iluminación, la música, la calidad y la disposición de los productos en los anaqueles me hacía sentir abrumada e incómoda. Las tiendas son el reflejo de la mentalidad de los dueños y la idea que éstos tienen de sus clientes. Supuestamente enfocadas en ofrecer "variedad", la mayoría de las sex shops llenan los estantes de productos de dudosa procedencia, hechos con materiales más o menos tóxicos y empaques que reproducen todos los clichés del porno más manoseado, literal y metafóricamente hablando. Lejos de ser una experiencia satisfactoria, producen la sensación de estar en un espacio prohibido del que uno debe salir pronto, mirando al suelo y ocultando la compra en una bolsa más misteriosa que la del Doctor Chapatín.
La tienda de Japi Jane no es así. Para empezar, las chicas que trabajan ahí están informadas, han recibido muy buena capacitación, hablan abiertamente con los clientes y resuelven dudas técnicas sin provocar que éstos sientan que su pregunta es "tonta" o "inapropiada". La luz del día entra por las ventanas, se pueden mirar la calle y los árboles. Ese detalle me parece importante porque refleja que el sexo se puede vivir con apertura, no hay por qué ocultar nada. Por último, se nota que los productos han sido muy bien elegidos y están dispuestos de manera que se pueden manipular con confianza. Uno sabe que está ante un juguete de buena calidad, duradero y con garantía de horas y horas de sana diversión continua.
La misma Jane me atendió y tuvimos una conversación iluminadora. Me contó que la tienda empezó como un experimento en el 2006, cuando llegó de Estados Unidos a Santiago de Chile para estudiar. Se dio cuenta que había pocos espacios para dialogar y experimentar la sexualidad sin resquemores. Inició como un hobbie en casa y después, durante casi dos años, hizo las famosas Tupper Sex —demostraciones que, como las vendedoras de tuppers a domicilio, llevan juguetes sexuales a reuniones en casas de las clientas—. Hace cuatro años montó la tienda y ha crecido de manera exponencial; empezó con 15 productos, ahora tiene más de 250. "Quería hacer un aporte, romper los mitos, crear un espacio pensado para que las mujeres, independientemente de su preferencia sexual, pudieran conversar y experimentar de manera divertida, un sitio que invitara a gozar", recuerda Jane, "porque el sexo no tiene que ser esta cosa grave o solemne".
De entonces a la fecha ha notado un cambio radical en cómo se entiende y se vive la sexualidad. "Hace cinco años la gente se escandalizaba, ahora vienen a la tienda con confianza, como si fuera cualquier otro producto. Las primeras clientas eran mujeres tipo Sex and the City, pero ahora viene de todo, chicos de 22 años buscando un vibrador para usarlo con su novia, gays, solteras, matrimonios de 65 años buscando experimentar".
Y es que la tienda de Jane, que en un principio se enfocaba en dar cabida a las curiosidades e inquietudes de las mujeres, ha sabido acoger las necesidades de una sociedad más diversa de lo que el monolítico sistema de valores pretende aceptar. Por ejemplo: para el calentamiento previo hay juegos de mesa, aceites, bálsamos, accesorios aptos para cualquier tipo de pareja o grupo de amigos. También tiene un estante con decoración y objetos para despedidas de soltera. Ni qué decir de los libros, uno encuentra información, educación, inspiración, perversión y diversión, porque ahora "el mercado es más sofisticado, está mucho más informado", recalca Jane.
La oferta de vibradores es insuperable, tanto en calidad como en variedad. Van desde los más básicos hasta los más complejos, pasando por hermosas piezas de diseño vanguardista. La posibilidad de manipularlos hace que uno pueda diferenciar tanto los materiales como la manufactura. Por ejemplo, los más económicos, aunque están hechos en China, son de goma no tóxica, son realmente impermeables y no se descomponen a la primera; los más caros y sofisticados están hechos de la mejor silicona, sus formas son orgánicas, ergonómicas e incluso ecológicas, porque al ser recargables ya no requieren baterías.
Jane me cuenta que hay dos secciones que han crecido mucho últimamente, la zona de sexo anal y la de los juguetes sadomasoquistas: "Hombres y mujeres quieren experimentar, tienen curiosidad pero les da susto, así que también los orientamos para que sea una experiencia divertida, segura, placentera".
La sección de lencería fue una de mis favoritas. Sinceramente, en este lado del mundo es muy difícil hallar lencería que sea sexy y que tenga una buena relación precio-calidad. Sin embargo, Jane encontró una marca argentina con diseños preciosos: el encaje no irrita la piel, las costuras están bien terminadas, no pican, los elásticos y los materiales son suaves y resistentes. Y lo mismo ocurre con los disfraces, son sencillos y muy bien hechos, "es fácil quitárselos, no son pesados, permiten moverse", señala Jane, y agrega: "aunque la lencería y los disfraces es lo más difícil de vender, porque la gente piensa 'no voy a invertir en algo que va a durar poco tiempo puesto'". A lo que yo respondo que entonces vale la pena la inversión, "¡ese el objetivo!" (risas).
Nos reímos, pero también reflexionamos acerca de la relación del cuerpo y el autoestima en estos días. Porque desafortunadamente aún hay prejuicios que nos impiden disfrutarnos tal y como somos. Basta con escuchar las conversaciones en un probador; las más delgadas se miran en el espejo y no pueden evitar decir "estoy gorda". Sin embargo, Jane me muestra una perspectiva más optimista: "las chicas más rellenitas están más sueltas de cuerpo, como que se dejan disfrutar más", y agrega, "una no tiene que ser femme fatale, tampoco una diosa en la cama; hay mucha presión sobre nuestro cuerpo pero no debería ser así. Todos vamos a tener sexo, ¿por qué tiene que ser algo tan grave? Por suerte eso está cambiando, la gente ya no sufre en silencio. Yo les digo: calma, tómate el tiempo, conversa, hazte cargo, soluciónalo. Si algo no sale bien, no es el fin del mundo", concluye.
Por primera vez en mi vida salí feliz de una sex shop y no sólo por la experiencia misma. Hasta hace unos años, nuestra idea del erotismo o la sexualidad había estado pensada y diseñada bajo la mirada del hombre, desde la pornografía hasta los juguetes y la lencería, eran concebidos a partir de lo masculino. Sin embargo, iniciativas como la de Jane demuestran que eso empieza a cambiar. Va lento pero seguro. Como la misma Jane me dijo: "Encontrar lo que te gusta es todo un trabajo, pero vale la pena dedicarle tiempo. Y relájate, sin presión, se trata de pasarlo bien ".
¿Has ido a una sex shop, cuál ha sido tu experiencia?
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