Masturbación: la reconquista del deseo
Estuve varias semanas dándole vuelta a este post. ¿Cómo hablar de la masturbación femenina? ¿Desde dónde, para quién, por qué? Me puse a leer artículos médicos, psicológicos, sociológicos... y religiosos. Me encontré, por cierto, con la noticia de Sor Margaret Farley, una monja que en su libro Just Love. A Framework for Christian Sexual Ethics (Sólo ama. Un marco para la Ética sexual cristiana) decidió dar sus opiniones acerca de la la masturbación, los actos homosexuales, las uniones homosexuales, la indisolubilidad del matrimonio y el divorcio. Yo dije: ¡Vaya! Qué mujer valiente, no necesitamos más tabús ni dogmas, necesitamos ÉTICA. Sin embargo, su congregación y el Vaticano no opinaron lo mismo: le han pedido que "corrija" sus ideas para no afectar la fe de los cristianos. ¿O sea que la fe se vive con el cuerpo y no con el alma? Interesante.
Inevitablemente llegué al callejón de las instituciones religiosas, pero esta vuelta no es gratuita, sobre todo porque he decidido hablar de la masturbación de la manera más honesta que conozco: a partir de mi propia experiencia, que está atravesada por los dogmas de la cultura judeocristiana.
¿Para quién, a quién le puede importar el tema? En estricto sentido, a nadie debería importarle. Como dicen en mi pueblo: cada quien hace de su cola un papalote —una cometa, un volantín—. Sin embargo, después de leer decenas de artículos y respuestas en foros, parece que el tema le importa a mucha gente, sobre todo a mujeres que, como yo, recibieron una educación sexual bastante precaria, llena de silencios, culpas y falsas ideas, donde la palabra masturbación no podía estar ligada al cuerpo femenino.
En fin: esta soy yo. Y esto es lo que me hubiera encantado escuchar a los 16 años. Y a los 26 y a los 31...
Nos han dicho que nuestro deseo debe tener nombre y apellido, preferentemente que sea de un hombre. Nos explicaron que el deseo sexual sólo era admisible en términos de reproducción o de amor, un amor que tarde o temprano debía culminar en la reproducción legitimada a través del matrimonio. Pero no es así, no siempre es así. El deseo sexual puede estar relacionado con el amor y con la reproducción, pero también con un sinfin de cuestiones íntimas que van desde el conocimiento del cuerpo hasta la convicción de que el placer de nuestro cuerpo pertenece, antes que a nadie, a nosotras mismas.
¿Tu deseo no te deja dormir? Mastúrbate. ¿Crees que te estás enamorando? Mastúrbate. Después vuelve a pensar en el supuesto enamorado. ¿Cambió lo que sientes, cambiaron tus expectativas? Algo me dice que sí. Nuestro deseo ha encontrado la manera de existir haciendo uso de las figuras que le ofrece la sociedad, y el enamoramiento, a veces, es una de esas figuras. Pero la masturbación puede ayudarnos a ver lo que hay detrás: un deseo, nuestro propio deseo.
Si quieres masturbarte, hazlo sin temor, nadie va a castigarte. Los prejuicios religiosos que han condenado a la masturbación, han cambiado de nombre y de aspecto de acuerdo a la conveniencia de las instituciones que nos gobiernan. Se nos ha hecho pensar que sólo es legítimo sentir placer cuando alguien más lo provoca, como si ese placer debiera ser "administrado" por alguien más, como si nuestro cuerpo fuera un objeto ajeno, pasivo, callado, expectante y sujeto a la disposición de un tercero. Como si ese otro tuviera una llave que abre la represa de nuestra vitalidad sexual. Y no es así, no siempre es así. Toma posesión de tu cuerpo, ábrelo con tus propias llaves, conócelo, escucha lo que tiene que decirte y no esperes a que otros decidan cuándo y cómo deberías sentir.
En alguna parte leí este verso: "Ante la turbación, más turbación". Y lo que parecía un juego de palabras ha resultado, también para la ciencia, un hecho: numerosos estudios han demostrado que la masturbación es sana, deseable y terapéutica, que alivia el estrés y la ansiedad, es relajante, hace menos dolorosa la menstruación y es un excelente remedio contra la migraña y los dolores de cabeza. Pero quiero hacer un matiz: cuando hablo de ansiedad o estrés no sólo me refiero a cuestiones derivadas del trabajo o los problemas del día a día, sino a la presión más sutil y lacerante: la "necesidad" de tener pareja para sentirse valorada. Estamos viviendo la reconfiguración de los roles pareja, y todos los cambios de paradigma vienen acompañados de una gran dosis de angustia. Los encuentros sexuales fugaces, que funcionan como válvulas de escape, a veces terminan en enfermedades de transmisión sexual, infecciones o complicaciones emocionales peores. A veces sólo bastaría con masturbarse para que nadie saliera lastimado.
Que nadie te presione, ni siquiera para hablar del asunto. Me ha tocado escuchar, entre las adolescentes con menos prejuicios, que unas presionan a otras para llevar a cabo ciertas prácticas, o para dejar de hacerlas. Hazlo sólo si tú quieres, cuando quieras y cuanto quieras. El equilibrio entre lo mucho o lo poco que uno se masturbe tiene que ver con la manera en que ello afecta o beneficia tus propias relaciones sociales y emocionales. Es como todo en la vida, cuando algo te está aislando o te está haciendo daño (llámese comida, actitudes, trabajo, masturbación), la solución no está en "satanizar" o prohibir ese algo, sino averiguar por qué se convirtió en una obsesión, de dónde viene esa herida por donde se fuga la vida.
La masturbación es disfrutar el placer sexual con la mejor persona del mundo: tú misma. A las mujeres nos han enseñado que estamos incompletas, que somos la mitad de algo, que todas nuestras fallas y nuestras carencias se van a terminar cuando encontremos a Don Marido. Insisto: no es así, no en todos los casos. Hay tantas posibilidades de relacionamiento como personas hay en el mundo. Sin embargo, la relación más importante es la que tenemos con nosotras mismas, porque de ella dependen todas las demás, y eso incluye la relación que tenemos con nuestro cuerpo. Amarnos, darnos placer, escucharnos y respetar los ciclos. Todo eso ayuda a ponernos en sintonía con nuestros deseos. Perdonarás el símil, pero creo que el deseo sexual es como una máquina que vive dentro de nosotras, y si no sabemos cómo funciona vamos a terminar por arruinarla o ponerla en manos de las personas equivocadas. Esa máquina es tuya y de nadie más. Echa a andar la imaginación, conéctala con tu cuerpo, abraza el placer y recibe el conocimiento. Nadie, excepto una misma, tiene el derecho, la libertad, el poder y la responsabilidad de manejar la máquina de tu deseo sexual.
A pesar de lo que digan la pornografía y la publicidad, la masturbación no es pura genitalidad. Y tampoco es un acto solitario y/o triste, no es un "remedio para solteronas". El placer de masturbarse también es una celebración que puede compartirse. Hay chicas que se masturban en momentos de felicidad y que fantasean con su pareja. Incluso hay hombres que disfrutan ver cómo se masturba su novia. Y mujeres que desean que su pareja las mire masturbarse. Las posibilidades son tan diversas y numerosas como las variables.
No temas, no hay nada de malo en ser dueña de tu placer. En la masturbación hay mucha libertad, sólo hay que aprender a usarla.
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