La historia de las gemelas que no se separan para nada

"Si Becky no quiere postre, yo tampoco lo querré” –esta es tan solo una de las convicciones de Amy Glass, la hermana de su hermana, es decir, la otra cara de una misma moneda espiritual.

Amy y Becky Glass son dos hermanas gemelas de 46 años que viven juntas en Los Ángeles. Y hasta aquí no hay nada novedoso. Pero la historia se complica y se vuelve interesante cuando nos enteramos de que estas dos mujeres hace muchos años que no pueden estar más de media hora separadas.

Viven bajo el mismo techo, duermen en la misma habitación, trabajan juntas, se han creado una misma cuenta de Facebook, utilizan un mismo teléfono celular y hasta han dejado suponer que en algún momento tuvieron un mismo novio.

Son las hermanas más inseparables del mundo. Según un reportaje de The Daily Mirror, en más de 10 años nunca han tenido una cita en la que la otra parte, la otra hermana, no haya estado presente.

Se trata de un fenómeno curioso que roza con lo perverso y lo imposible, y va más allá de que, por ejemplo, ambas traten de vestirse cada mañana con ropas de colores semejantes.

"Es en realidad como si fuéramos una sola persona en dos cuerpos”, declaró una de ellas al Mirror.

No son pocas las cadenas de televisión que se han interesado en la vida en común de las hermanas Glass. Las imágenes hablan por sí solas: utilizan la misma ropa, miden sus raciones de comida y hasta casi los mililitros de sus copas de vino… La idea de que ambas mantengan el mismo peso no escapa de sus mentes, es una meta diaria.

Y esto no es nuevo: de niñas, como siempre ocurre, su madre adoptiva las vestía de la misma manera. Años después, mientras estudiaban en Rutgers University, en New Jersey, decidieron retomar aquella tradición maternal; así hasta el día de hoy.

En algún momento, eso sí, compartieron un mismo novio, pero ese tema no es de los preferidos en el diálogo. Lo que sí queda claro es que ambas han determinado nunca más iniciar ninguna relación con uno o dos hombres: Amy y Becky Glass se sienten como casadas entre sí.

Su lazo en únicamente consigo mismas. Ni siquiera adoptarían un niño, algo sobre lo que en un momento conversaron, pero que luego fue desestimado.

Mientras, el tiempo pasa y estas inseparables hermanas continúan sus vidas, primero a cargo de la compañía de marketing de la que son propietarias, y luego cumpliendo con su afán por viajar, obviamente sin separarse nunca una de la otra.

"Nuestra madre adoptiva nos contó cómo, cuando éramos bebés, nos subimos a las cunas de la otra en la noche porque queríamos estar juntas”, aseguró Amy.

Y luego: "Cuando Becky no está, es algo así como 'Oh, Dios mío, ¿dónde está mi brazo’!", concluyó emocionada.

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