¿Por qué casi nunca enfermamos en verano?

Un nuevo estudio revela que hasta un 25% de nuestro ADN varía su actividad en función a las estaciones

Verano, la mejor estación para olvidarnos de los resfriados, gripe, etc. (Crédito Media.zenfs.com).
Verano, la mejor estación para olvidarnos de los resfriados, gripe, etc. (Crédito Media.zenfs.com).

¿Te has preguntado alguna vez por qué no solemos ponernos enfermos en verano? El hecho de que la palabra resfriado contenga la raíz "frío" no es algo casual. La respuesta puede sorprenderte, pero el hecho es que nuestros genes cambian con las estaciones, exactamente igual que le sucede al clima.

Durante el invierno nuestros cuerpos elevan los niveles de actividad de varios genes relacionados con la inflamación, lo cual provoca las reconocibles señales de hinchazón y malestar, trucos ambos que nuestro sistema inmune emplea para protegernos contra la gripe y los resfriados. De hecho, un estudio recientemente publicado en Nature indica que casi el 25% de nuestro ADN varía de forma significativa con las estaciones.

RELACIONADO: Por fin estamos cerca de vencer al virus del resfriado

Y es que un reciente estudio realizado por investigadores del Laboratorio Wellcome Trust de Diabetes e Inflamación (Departamento de Medicina Genética) acaba de descubrir las causas por las que en verano todos nos sentimos más activos, perdemos apetito y bajamos peso. Del estudio se desprende que, durante el verano, se activa otro conjunto de genes diferente, que comienza a expresarse en mayor medida para ayudarnos a regular nuestro nivel de azúcar en sangre, lo cual refrena nuestras ansias y nos ayuda a quemar los excesos de grasa.

No solo nuestro ADN varía con las estaciones, nuestro sistema inmune también sufre cambios al llegar el invierno, preparándose para entrar en acción con la llegada de las infecciones o los resfriados. Los investigadores autores del estudio suponían que la actividad de ciertos genes (a los que podemos diferenciar como de invierno o de verano) variaría con las estaciones, pero no se esperaban que afectara a un número tan grande (el 25% del ADN).

PODRIA INTERESARTE: Descubren un nuevo sistema inmunológico…. en los mocos

Para el estudio, se analizaron datos genéticos de casi 1000 personas procedentes de 6 países diferentes (Australia, Alemania, EE.UU., Reino Unido, Islandia y Gambia). La inclusión de este último país africano tiene sentido, ya que el clima en Gambia es tropical por lo que virtualmente allí no existe el invierno. Los científicos estudiaron durante un año completo el modo en que la actividad de los genes de los participantes cambiaba (si es que lo hacía) en función a su localización y exposición a la luz solar.

Gráfico de actividad de genes de verano e invierno apreciado en un niño alemán durante 2013. (Crédito imagen: Nature Communications).
Gráfico de actividad de genes de verano e invierno apreciado en un niño alemán durante 2013. (Crédito imagen: Nature Communications).

Lo que descubrieron fue que en Europa, los genes relacionados con la expresión de la inflamación elevaban su actividad notablemente durante los meses de invierno. El gráfico con el que ilustran su trabajo (ver imagen superior), muestra la variación observada durante los meses de invierno y verano del año 2013 en un niño alemán. En los participantes de Gambia en cambio, esos mismos genes relacionados con los procesos inflamatorios siguieron un patrón completamente distinto, amplificándose durante los meses de lluvia, momento en que los mosquitos irrumpen elevando el riesgo de contraer malaria.

Los científicos responsables de este hallazgo creen que podría arrojar luz sobre el modo en que la evolución ha afectado al funcionamiento de nuestro sistema inmune, que responde a las diversas fuentes de infección a medida que cambia el clima. Esto podría explicar el hecho de que seamos más proclives a enfermar en invierno, momento en que los genes asociados a la inflamación se expresan en mayor medida, activando nuestro sistema inmune para prepararlo para el combate contra las amenazas típicas del frío.

El trabajo, liderado por Xaquin Castro Dopico y Marina Evangelou acaba de publicarse en la edición online de Nature Communications el pasado 12 de mayo de 2015.

TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: