Tener o ser, esa es la cuestión

"Síndrome de la felicidad postergada", así se le llama a un fenómeno que afecta al 40 por ciento de la población de los países desarrollados. Un padecimiento que emerge de nuestro modo de vida actual, por el cual dedicamos la mayor parte de nuestra juventud a correr detrás del "éxito", especialmente económico, con la expectativa de disfrutar de los beneficios en la madurez.

¿Postergas tu felicidad? - iStockphoto
¿Postergas tu felicidad? - iStockphoto

Vivimos sometidos a la esclavitud del trabajo, permanentemente caminando hacia un futuro en el que depositamos la mayor parte de nuestros anhelos, de nuestra necesidad de ser felices.

Cuando me jubile me dedicaré a cultivar flores en mi jardín; cuando lleguen las vacaciones visitaremos aquel pequeño pueblo de la montaña; cuando consiga finalmente el puesto por el que he estado luchando tendré más tiempo para estar con mis hijos… Una y otra vez nos prometemos hacer en el futuro todo aquello que no estamos haciendo en el presente. Pero nadie nos garantiza que el jardín o que aquel pueblo en la montaña existan para entonces, y nuestros hijos, bueno, eso es seguro, en el futuro ya no tendrán 5 o 7 años…

Como si la vida diera algún tipo de garantías, postergamos las cosas fundamentales, las que nos hacen sentir vivos aquí y ahora por estar "construyendo" algo que en verdad nadie nos asegura que podremos construir y que nos lleva todo el tiempo presente.

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La cuestión es de tal gravedad (porque produce, además, síntomas de deterioro físico y emocional, como enfermedades cerebrovasculares o depresión aguda) que ya hay países, como Australia (país que acuñó el nombre) que cuenta con reparticiones de Salud dedicadas a tratar el asunto.

Evidentemente no somos conscientes pero estamos enfermos de velocidad, queremos desesperadamente tener y nos olvidamos de ser.

El síndrome de la felicidad postergada (o deferred happiness syndrome en inglés) se caracteriza por la angustia de no tener tiempo para hacer todo lo que debemos hacer, lo que nos lleva a posponer los momentos de recreación, diversión y descanso para después.

Algunos síntomas son:

  • Desear una vida con más comodidades y lujos que nos obliga a trabajar más tiempo, pensando que sólo seremos felices cuando tengamos todo lo que soñamos.

  • Ahorrar todo lo que podemos para cuando nos jubilemos o seamos mayores, sin darnos cuenta de lo más importante es disfrutar el aquí y el ahora.

  • Miedo al cambio. Muchas veces preferimos quedarnos en un trabajo que nos disgusta o con una persona que no nos hace felices por miedo a tomar decisiones radicales.

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Si quieren leer un poco más sobre este tema recomiendo un documento de The Australian Institute (en inglés) . Nadie ha investigado más sobre este tema que los australianos.

Y recuerden: no hay dinero que pague la felicidad ver crecer a los propios hijos, o de cultivar tu jardín, o de dedicar tiempo a tocar un instrumento musical, si ese es el deseo.

"El siglo XX ha marcado un rumbo equivocado para la humanidad —dice Clive Hamilton, de The Australian Institute- a causa del modelo de crecimiento ilimitado que adoptaron las sociedades industrializadas. Ha sido la etapa de adoración de lo grande, lo lejano y lo rápido. Seguir ese camino nos conduce a la catástrofe. ¿Estamos dispuestos a cambiar?"

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