Aprender a pedir

Cómo solicitar lo que deseamos sin apelar a las indirectas o a las agresiones solapadas, cuando en el medio se juegan los afectos.

Normalmente nos perturba que quienes nos rodean no se den cuenta solos de nuestras necesidades, así que a la hora de pedir ayuda solemos hacerlo con una carga emocional extra, producto de nuestra frustración de no haber sido "adivinadas".

nombre de la foto / iStockphoto
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Pero, ¿es justo? ¿Nosotras advertimos siempre las necesidades de los demás? Puede sucedernos con nuestra pareja, nuestros hermanos, nuestros padres e incluso con nuestros amigos más íntimos.

El problema es que, en general, somos orgullosos, autosuficientes, omnipotentes, y pedir nos hace sentir avergonzados, humillados, rebajados.

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"Mi familia, amigos y pareja no se dan cuenta de que desde hace meses me siento perdida, desorientada. Sé que siempre me han valorado como una persona que si tiene algún problema se sabe arreglar sola. Es más, si ellos tienen alguna problema o dificultad saben que pueden contar conmigo. Pero no entiendo que nadie haya observado nada diferente en mí. Ninguna señal de alarma", cuenta Andrea.

¿Por qué nos cuesta tanto pedir? La mayoría tendemos a pensar que esto es una deficiencia, sobre todo si vivimos en ambientes muy competitivos, y sentimos miedo de que nos puedan lastimar, de que se nos rechace o de que se utilice nuestra necesidad de ayuda en nuestra contra.

Sin embargo, aprender a pedir ayuda cuando la necesitamos, y no generar constantes expectativas de que los demás se den cuenta solos, puede ser un signo de enorme fortaleza emocional.
"No hay nada de malo en pedir aquello que necesitamos : un consejo, un favor, un abrazo… Hacerle saber al otro que necesitamos de él lo hará sentir útil y funcional a nuestros pedidos, y nosotros podremos saber que en la vida podemos contar con otras personas y que no sólo nos bastamos a nosotros mismos", explica la Licenciada Luciana Russo.

Las claves para hacerlo bien, según los especialistas radican en: 1) Buscar el momento más propicio. 2) Pensar en qué forma voy a hacerlo; que sea lo más clara, amable y concreta posible. 3) Considerar que si el otro no puede responder afirmativamente a mi pedido no debo enfadarme.

Confieso que a mí me cuesta bastante el asunto. Pero tengo claro que lo que me mata es el orgullo. ¿Y a ti?

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