Por qué nos resulta tan difícil divertirnos solos

La soledad no debería ser un motivo para evitar las actividades sociales.
La soledad no debería ser un motivo para evitar las actividades sociales.

“No hay nada más loser que esperar sola en un bar”, me dijo aquella mujer. No comprendí entonces por qué beber a solas un cóctel en una espléndida terraza, en la gloria del verano, era un asunto de perdedores. ¿Acaso la compañía nos transformaba en personas de éxito? ¿Por qué ese temor a la soledad, aunque fuese apenas una apariencia, una circunstancia pasajera?

Cuatro años después de la escena he encontrado algunas respuestas, digamos, científicas. La soledad, esa amante para muchos inoportuna, no es extraña al ejercicio del periodismo. Quizás por eso no entendía, o porque en la vida he preferido siempre la observación discreta a las multitudes eufóricas.

¿Qué piensan los demás de ti? (A nadie le importa)

Investigadores estadounidenses han hallado la causa de nuestra aversión a frecuentar en solitario cines, restaurantes, galerías y otros sitios de diversión. En dos palabras: efecto spotlight. Se trata del fastidioso hábito de preguntarnos qué pensarán los demás de nosotros cuando nos vean solos en determinados lugares públicos.

Según los psicólogos que han estudiado este fenómeno, con frecuencia sobreestimamos la atención y el juicio de otras personas hacia nuestro comportamiento. Como si actuáramos en un escenario, bajo la potente luz de los proyectores, sin poder escapar a la mirada del público.

¿Ir a un restaurante solo? Algunos estudios demuestran que de esa manera paladearemos mejor el menú.
¿Ir a un restaurante solo? Algunos estudios demuestran que de esa manera paladearemos mejor el menú.

Luego, la falta de compañía en sitios normalmente concebidos para socializar conduciría a los extraños a etiquetarnos como perdedores, sin amigos, aburridos, incapaces de conseguir pareja y una lista de tristes etcéteras. ¿Por qué concedemos tanta importancia a la presencia de alguien a nuestro lado? Seres sociales por naturaleza, nos sentimos superiores cuando nos rodean otros en alguna actividad pública de consumo. Efecto 'entourage', le llaman los científicos.

Pero, ¿en realidad el resto de la humanidad se preocupa a tal punto por nosotros? La respuesta simple: no. De hecho, a la mayoría de los extraños les importan un comino quiénes somos y por qué asistimos solos allí donde la costumbre recomienda la compañía.

Esta indiferencia hacia los demás se comprende rápidamente cuando cambiamos de perspectiva. ¿Cuántas veces juzgamos a ese solitario desconocido que cruzamos en un concierto o una sala de cine? En serio, si apenas nos alcanza el tiempo para ocuparnos de nosotros mismos, no perderemos un segundo en cuestionar la vida de cualquier incógnito paseante.

El trabajo, real o aparente, levanta una defensa contra las miradas inquisidoras de los extraños.
El trabajo, real o aparente, levanta una defensa contra las miradas inquisidoras de los extraños.

Tanto placer perdido…

OK, ya sabemos que al resto del mundo le importa un bledo nuestra soledad. Pero aún hay una noticia mejor para los solitarios: divertirse sin compañía puede ser tan deleitable como hacerlo junto a otra persona.  

De acuerdo con la conclusión de experimentos realizados por dos profesoras de marketing estadounidenses, Rebecca K. Ratner y Rebecca W. Hamilton, podemos disfrutar un espectáculo, un filme o el menú de un restaurante, poco importa si estamos acompañados o no. El tema dista de ser trivial: los norteamericanos pasan cada vez más tiempo solos. En las últimas cinco décadas el número de hogares integrados por una persona se ha triplicado en Estados Unidos, mientras los matrimonios ocurren a una edad más avanzada.

Ratner y Hamilton han descubierto también una diferencia entre las actividades públicas “hedónicas” (puro divertimiento) y las “utilitarias”, como hacer las compras en el supermercado. En las primeras nos preocupamos más por el juicio ajeno, mientras en las segundas la utilidad levanta una especie de muro psicológico que nos protege del escrutinio. Esa distinción estimula comportamientos como leer una revista o un libro en el restaurante, para dar una razón a nuestra momentánea soledad. 

¡Cuánta diversión inhibida por una sobredosis de egocentrismo! Las catedráticas estadounidenses recomiendan a los negocios crear espacios que hagan más confortables a los clientes solitarios. Y a quienes no encuentran compañía para ver el estreno de una película… pues ¡ánimo! Quizás en esa solitaria incursión se crucen con la persona que las acompañará en la próxima salida.

EN IMAGENES: Las caras de la soledad en la era digital