¿Qué nos hace felices en el trabajo?

El trabajo ocupa una importante proporción de nuestras vidas. En un empleo a tiempo completo –35 horas semanales, por ejemplo—se nos escapa alrededor de la quinta parte del tiempo. Muchos laboran más, en posiciones que suelen absorber su atención incluso cuando han abandonado la oficina. Pero siempre, por encima del éxito profesional o de la frustración, sobrevuela una pregunta incómoda: ¿trabajar nos hace felices?

La respuesta depende, obviamente, de nuestra ocupación. Sin embargo, con frecuencia creemos que los puestos con mayores salarios y beneficios garantizan una elevada satisfacción a quienes los ejercen. Nada más distante de la verdad. Aunque la remuneración constituye una de las claves para sentirse bien en el trabajo, no basta. La complejidad psicológica del ser humano añade otros ingredientes menos concretos a esa receta que todos quisiéramos dominar: la felicidad.

Gracias, colegas

El sitio web de búsqueda de empleos y evaluación de empresas CareerBliss publicó una lista de las 20 posiciones que generan más felicidad en Estados Unidos. Al margen del ranking, cuya validez sustentan 57.000 valoraciones sobre más de 450 puestos de trabajo, el estudio nos revela cuáles son los factores decisivos para los norteamericanos a la hora de juzgar su vida laboral.

Un primer hecho desmiente la suprema relevancia de los salarios: los empleados más satisfechos –asistentes de investigación y auxiliares docentes—ganan como promedio 33.600 dólares anuales, menos de la mitad de lo devengado por los ingenieros de redes y los consultores informáticos, dos profesiones muy apreciadas en la economía del saber y la alta tecnología, que se sitúan en el lugar 17 y 19, respectivamente.

De las ocho variables investigadas por Career Bliss –equilibrio entre trabajo y vida personal, relación con los colegas, ambiente laboral, recursos, compensación, oportunidades de crecimiento, cultura organizacional y tareas cotidianas—la retribución monetaria solo aparece como una de las principales motivaciones para los agentes de préstamos y los representantes de ventas.

En cambio, la mayoría coincide en la importancia de los vínculos con los colegas y los jefes, así como en la flexibilidad para ejecutar el trabajo. Esa apreciación confirma los resultados del Reporte sobre la situación de los lugares de trabajo en Estados Unidos, publicado por la encuestadora Gallup en 2013. Según ese informe, las compañías norteamericanas clasificadas como mejores empleadoras han estimulado la participación de sus efectivos y la colaboración, bajo la autoridad de managers capaces de sostener el compromiso de los empleados con los objetivos de la empresa.

La infelicidad cuesta caro

¿Por qué la felicidad de los empleados es fundamental? ¿Cómo la insatisfacción influye en la productividad de la fuerza de trabajo? Lejos de cualquier consideración altruista, los empresarios estadounidenses y de otros países deberían analizar con más seriedad el resultado de estudios como los citados anteriormente.

De acuerdo con Gallup, la alienación de los trabajadores –causada en buena medida por un management erróneo—provoca pérdidas a la economía de Estados Unidos en torno a los 550.000 millones de dólares anuales. El reporte de 2013 reveló que solo el 30 por ciento de los estadounidenses en un puesto a tiempo completo se consideran comprometidos con su trabajo. El resto planea entre la indiferencia o la conspiración abierta contra sus empleadores.

Para colmo, la proporción de los salarios con respecto al Producto Interno Bruto (PIB) ha caído a su peor nivel histórico, apenas el 43,5 por ciento. Los beneficios de salud y los planes de retiro también se han reducido en el último medio siglo, mientras las ganancias de las corporaciones han alcanzado cimas jamás registradas. A pesar de la creciente productividad de la fuerza de trabajo, los salarios permanecen como promedio idénticos al valor de inicios del siglo XXI.

El Reporte Mundial sobre la Felicidad, publicado por Naciones Unidas en 2013, situó a Estados Unidos en el lugar 17 entre 156 países. Según Jeffrey D. Sachs, director del Instituto de La Tierra, en la Universidad de Columbia, el comercialismo desenfrenado de la sociedad estadounidense ha sido exitoso para producir riqueza material, pero ha fallado en generar más felicidad. La obsesión por ascender en la escala de los ingresos no garantiza, definitivamente, mayor bienestar espiritual.