Migración forzada y pueblos abandonados, otro clavo en la cruz de los mexicanos

El cultivo de la amapola ha trastornado el modo de vida en zonas rurales de México (Foto AP/Darío López-Mills)
El cultivo de la amapola ha trastornado el modo de vida en zonas rurales de México (Foto AP/Darío López-Mills)

La guerra del gobierno contra el tráfico de drogas; la guerra entre los carteles por el control de las rutas del narcotráfico; las desapariciones y los asesinatos; la violencia de cada día… México parece no soportar una tragedia más, pero sí, abundan otras, menos visibles, públicamente desconocidas por las autoridades. Una de ellas, el desplazamiento forzado y el rastro de pueblos fantasmas añade otro clavo a la cruz que cargan miles de mexicanos.

El éxodo invisible

Los relatos de los refugiados recuerdan las imágenes de las matanzas en algunos países africanos. Los sicarios llegan en sus camionetas y sin hacer demasiadas preguntas, abren fuego. Luego arrasan las viviendas, los establecimientos comerciales, todo para sembrar el terror en los pobladores. A veces asesinan selectivamente a algún vecino, hasta que el miedo convence a los demás de huir.

Los decomisos de heroína proveniente de México se han disparado en EEUU (Agencia El Universal)
Los decomisos de heroína proveniente de México se han disparado en EEUU (Agencia El Universal)

Parte de las tierras abandonadas se convierten en cultivos de amapola. En México se produce cerca de la mitad de la heroína consumida en Estados Unidos. Los pueblos desiertos permanecen bajo control de los grupos armados, que impiden cualquier intento de regreso de los residentes o la reapertura de servicios como centros de salud y escuelas. La lista no deja de crecer: San Luis de la Loma, Santa Ana del Águila, Matamoros, Linda Vista, Atlayolapa…

A pesar de la evidencia física, no existen cifras exactas que describan la magnitud de esta crisis humanitaria. Las estimaciones más citadas por la prensa colocan el número de desplazados en torno a 160.000 personas, una estadística reconocida por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El éxodo interno ocurre con particular intensidad en 11 estados: Baja California, Chihuahua, Coahuila, Durango, Guerrero, Michoacán, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas y Veracruz.

El inicio de esta migración forzada coincidió con la guerra antidrogas, declarada por el ex presidente Felipe Calderón en 2006. Esa cruzada para eliminar a los carteles del narcotráfico ha dejado una estela de más de 100.000 muertos, según organizaciones de la sociedad civil mexicana. Después de una época de relativa calma, los desplazamientos se incrementaron nuevamente en los últimos dos años.

Los refugiados con suerte encuentran albergue en casas de amigos, familiares o en alguna institución pública o caritativa. La mayoría carece de medios básicos de subsistencia y se hunde aún más en la pobreza. En los casos extremos terminan mendigando en las ciudades. El narcotráfico está destruyendo el modo de vida rural en regiones donde antes hubo, si no prosperidad, al menos paz.

El despliegue del ejército no ha impedido la huida de miles de mexicanos (EFE/Enrique Granados)
El despliegue del ejército no ha impedido la huida de miles de mexicanos (EFE/Enrique Granados)

Autoridades, entre la simulación y la indiferencia

La presencia del ejército no ha detenido la hemorragia. Ese despliegue de uniformados en las zonas de conflicto entre los carteles de la droga ha engendrado también denuncias por abusos e, incluso, asesinatos. "Hay mucha simulación", afirmó el alcalde de Ajuchitlán, José Carmen Higuera, en una entrevista a la agencia IPS.

Según el más reciente informe de la ACNUR sobre desplazados internos por los conflictos y la violencia, México no cuenta con programas de asistencia y protección dirigidos específicamente a los refugiados internos. Los datos oficiales suelen incluirlos en el número de inmigrantes por razones económicas. Esa falta de reconocimiento hace más difícil el acceso a los servicios sociales básicos.

El gobierno federal prefiere vanagloriarse de sus éxitos en la cruzada contra el narcotráfico y la reducción de la violencia en urbes como Ciudad Juárez y Acapulco. Mientras, el éxodo continúa, sin que nadie pueda asegurar a las familias desplazadas cuándo ni cómo regresarán a sus hogares.