Los latinoamericanos comen cada vez más… y peor

Del maíz a los refrescos, la evolución del menú latinoamericano en una foto (Elizabeth Ruiz/CUARTOSCURO.COM)
Del maíz a los refrescos, la evolución del menú latinoamericano en una foto (Elizabeth Ruiz/CUARTOSCURO.COM)

En medio siglo América Latina ha ganado casi 600 kilocalorías per cápita diarias. Como promedio, obviamente, porque no todos comen igual. Sin embargo, los habitantes del continente se alimentan en general peor que a mediados de la pasada centuria. Y si bien ese deterioro de la dieta dista de ser homogéneo, algunas tendencias se reproducen desde México hasta Argentina.

La "evolución" en el menú de los latinoamericanos podría resumirse en dos palabras: azúcar y vegetales. De la primera consumen en demasía y de los segundos, los mejores aliados de la salud junto a las frutas, muy poco. ¿Por qué esa dulce caída en malos hábitos alimenticios? Los nutricionistas conocen la respuesta, pero casi nadie quiere escucharla.

Un plato de frutas y verduras, vacío

Los viejos de cierta isla del Caribe que bien conozco decían: la hierba es para los caballos. Así justificaban la ausencia de hortalizas en la mesa. En su lugar abundaban los tubérculos, la carne de cerdo impregnada con manteca, los frijoles y el arroz.

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Más allá de la anécdota, estadísticas del consumo de alimentos vegetales en América Latina revelan la gravedad de la situación. Hagamos tres escalas en latitudes diferentes, de norte a sur.

Las frutas y verduras no gozan de mucha popularidad en América Latina (REUTERS/Carlos Garcia Rawlins)
Las frutas y verduras no gozan de mucha popularidad en América Latina (REUTERS/Carlos Garcia Rawlins)

Un mexicano ingiere alrededor de 235 gramos de frutas y verduras diariamente. Esa cantidad representa poco más de la mitad de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS): 400 gramos. Sin embargo, la producción agrícola del país norteamericano alcanza para satisfacer las necesidades nutricionales de todos sus pobladores. Para colmo, cada año se desperdician más de 11 millones de toneladas de frutos y legumbres.

En Colombia el 70 por ciento de la población no incluye verduras en su menú, mientras un tercio tampoco considera las frutas en su régimen, según la Encuesta Nacional de Situación Nutricional. Esa indiferencia alarma a los productores locales, que pierden más de 1,2 millones de toneladas de estos productos tras la cosecha.

Finalmente, Argentina no escapa a la apatía continental. En la nación austral el consumo promedio de frutas y vegetales no rebasa los 150 gramos diarios.

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Según una investigación del Instituto Nacional de Salud Pública de México (INSP), publicada el año pasado, los productos básicos en nuestra mesa comprenden el azúcar sin refinar, trigo, arroz, maíz y yuca mandioca. El estudio pone en duda la diversidad de consumo de alimentos en la región y alerta sobre la presencia “casi nula” de verduras y frutas.

La edición de 2014 del Anuario Estadístico de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) confirma el peso discreto de frutas y vegetales en la balanza latinoamericana. América Latina y el Caribe producen la mitad de las verduras que África, mientras los frutales del área aportan apenas el 13 por ciento del volumen global.

Barriga llena… de chatarra

Y el corazón no muy contento. Pero no repetiremos el sermón sobre la comida rápida, la obesidad, las nefastas consecuencias para la salud... Porque a fin de cuentas los latinoamericanos hemos adoptado –como promedio y sobre todo en las ciudades—las costumbres culinarias de la modernidad.

De acuerdo con la mencionada investigación del INSP, la urbanización, el modelo global de alimentos y la mejora en los ingresos justifican la “modernización” del menú en América Latina. Las frutas y verduras han sido reemplazadas entonces por “alimentos primordialmente energéticos, con altos contenidos de sodio, grasas y azúcares, procesados y de bajo contenido en fibra y micronutrimentos”.

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Una encuesta realizada en los hogares argentinos a inicios de esta década reveló que la falta de tiempo influía en la preferencia de las comidas rápidas en lugar de los vegetales. Con la salida de las mujeres al mercado laboral, el tiempo dedicado a la elaboración de alimentos se contrajo de dos horas diarias a apenas 25 minutos.

¿Culpa de la “amas de casa”? Muchas de ellas cumplen una doble jornada de trabajo por la cual solo reciben media paga. El arcaico orden familiar ha fracasado y todos estamos pagando los platos rotos.

Por otra parte, la comida chatarra ha proliferado, en las ciudades y el campo, a precios que compiten con ventaja contra alimentos saludables. Cuando la economía doméstica y la comodidad aparecen en la ecuación, la salud siempre sale perdiendo.