Comida latinoamericana, un menú de estereotipos

El auge de la comida rápida también ha reforzado los estereotipos sobre la comida mexicana (Roving Eye 365 - Flickr)
El auge de la comida rápida también ha reforzado los estereotipos sobre la comida mexicana (Roving Eye 365 - Flickr)

Cuando el emigrante latinoamericano se sumerge en la mar del exilio, suele aferrarse a los sabores de la tierra materna como madero salvavidas. En nuestra esencia, quizás nada nos recuerde más quiénes somos que ese encuentro cotidiano con la comida de ayer. Pero en las tierras donde echamos raíces también nos rodea la ignorancia sobre lo que nos hace diferentes y caemos todos en la bolsa de los “latinos”, los “hispanos”…

En una reciente portada, el semanario británico The Economist despertó la polémica al representar a la comunidad latina en Estados Unidos como barras de chile en la bandera de ese país. Aunque el artículo en páginas interiores describía la evolución demográfica y ciertos avances de los inmigrantes latinoamericanos, la imagen reproducía un estereotipo que ofendió a muchos.

La huella de los restaurantes Tex-Mex

La comida mexicana no siempre fue tan popular en Estados Unidos. En el siglo XIX los colonos blancos probaban con desconfianza los platos venidos del sur, sazonados con chile, ajo, aceite de oliva y otros condimentos muy fuertes para el paladar de los británicos y sus descendientes.

Los restaurantes estilo Tex-Mex han popularizado una idea errónea sobre la verdadera comida mexicana (Wes - Flickr)
Los restaurantes estilo Tex-Mex han popularizado una idea errónea sobre la verdadera comida mexicana (Wes - Flickr)

Sin embargo, la vecindad terminó por vencer ese recelo. A principios de la pasada centuria surgieron en Texas los primeros restaurantes estilo Tex-Mex, decorados para satisfacer la sed de exotismo de los norteamericanos: sarapes, sombreros, burros… Para entonces algunos empresarios habían descubierto también el negocio de los productos mexicanos.

Ese comercio dejó una herencia de estereotipos culinarios, que a lo largo del siglo se convirtieron en sinónimos de una población en realidad demasiado diversa para reducirla a un plato de frijoles y tortilla de maíz.  No pocos estadounidenses han caído en la trampa de considerar la cocina mexicana como una mezcla donde la grasa y el picante asustan a paladares refinados.

¿Acaso esos ingredientes resumen el sabor de la auténtica tradición culinaria de México? No. En los supermercados norteamericanos, desde el Río Bravo hasta el gélido norte canadiense, han proliferado productos “mexicanos” que asombrarían a los nacidos al sur de esas marcas geográficas. Un ejemplo: los famosos hard shell tacos, una invención 100 por ciento estadounidense.

América Latina, el menú infinito

Las oleadas migratorias que han inundado Estados Unidos desde mediados del siglo pasado han enriquecido el gusto de los residentes en ese país. Los restaurantes cubanos en Miami, los dominicanos y puertorriqueños en New York, los centroamericanos en Washington, los mexicanos en Los Ángeles… ofrecen una variedad difícilmente reducida a un par de famosas recetas como los moros y cristianos de la Isla, las salbutes de Yucatán y las pupusas salvadoreñas.

Moros y cristianos, gallopinto, casamiento... diferentes nombres para un plato similar en América Latina (Rinaldo Wurglitsch - Flickr)
Moros y cristianos, gallopinto, casamiento... diferentes nombres para un plato similar en América Latina (Rinaldo Wurglitsch - Flickr)

A pesar del idioma común, solo en la sintaxis estrecha de los estereotipos cabe creer en la existencia de una comida “latina” o “hispana”, que se resumiría a los chiles u otro ingrediente común en la cocina latinoamericana. El origen histórico de la parrilla argentina dista miles de kilómetros de los tamales peruanos o las arepas venezolanas. En unas regiones el maíz y sus múltiples preparaciones, en otras la también infinita patata, en otras los frijoles, el arroz… ¿Cuál simboliza mejor la esencia de América Latina? Ninguno. Todos.

Los estereotipos nacen del temor a conocer al otro, a abrirse para ser también reconocido. En el caso de la comida alguien podría creerlos inofensivos. Pero en lo cotidiano se trasladan al lenguaje de la discriminación. Cuando se reduce el menú del extranjero a un plato indigerible, se menosprecia su cultura y se cierra la posibilidad de dialogar. La ignorancia del paladar acentúa los malentendidos.

Y no se trata de un tema ligero. La cocina latinoamericana nació del encuentro de pueblos autóctonos y de los emigrantes europeos, africanos y asiáticos. Luego, en la bolsa de los emigrantes viajó al Norte, donde también se ha fusionado con tradiciones locales. Comprender ese delicioso vaivén histórico ayudaría a considerar con más apertura la inmigración, cuando la xenofobia vuelve a asomar la cabeza.