Los "acechadores" que se juegan la vida en Chernóbil para desafiar a las autoridades
Cierto es que ya han pasado más de 28 años del desastre de Chernóbil (Ucrania), pero las consecuencias de la tragedia aún se dejan sentir. A los miles de afectados, se une ahora una generación joven que mezcla el miedo a las secuelas con el desafío a las autoridades en beneficio de su propia diversión. Se denominan a sí mismos como “acechadores”.
Pero vamos a empezar por el principio. En abril de 1986 se produjo en la central Vladimir Ilich Lenin de la actual ciudad ucraniana de Chernóbil el peor accidente nuclear de la historia. Se liberó material radiactivo que causó la muerte instantánea de 31 personas y miles más a lo largo de los años debido a la radicación recibida.
La OMS estima la cifra en 4.000, Greenpeace va más allá y asegura que con el tiempo el número de muertos relacionados con la tragedia llegará a 100.000. Fue necesario establecer un perímetro de seguridad y varios pueblos fueron abandonados completamente. Tocaba empezar una nueva vida para todos.
Casi tres décadas después, la situación en la zona no ha cambiado esencialmente. El sarcófago que se construyó para aislar el reactor está en muy malas condiciones y va a tener que ser cambiado. Respecto a los pueblos de los alrededores, son una buena muestra de cómo se ha detenido el tiempo en la Unión Soviética de los 80.
Sin embargo, estas localidades, a las que teóricamente no se puede acceder por el riesgo de la radiación, se han convertido en lugar de peregrinación para los jóvenes, que obvian los riesgos y disfrutan haciendo lo prohibido, dando esquinazo a las autoridades que se encargan de evitar que nadie entre en la zona de exclusión.
Se denominan “acechadores” en homenaje a un libro de ciencia ficción de 1971 y una posterior película. En ellos, tenía un papel muy importante un grupo de ladrones, llamados “acechadores”, que se colaban en lugares prohibidos, evadiendo a la policía y esquivando trampas mortales.
La realidad es que el accidente de Chernóbil ha dejado una profunda herida en familias enteras. Padres o abuelos lo sufrieron en sus propias carnes, pero la reacción de las autoridades soviéticas fue culpar a los propios trabajadores de la central. Por eso muchos jóvenes no perdonan al Gobierno, al que acusen de ser el responsable de esta situación, y le lanzan este desafío, aunque la mayoría sabe que no es una buena idea.
“Nos enviaron a retiros y campamentos de verano para descansar y mejorar nuestra salud. Mi abuelo luchó contra el fuego en la zona durante un mes. No sería feliz si supiese lo que estoy haciendo, él estaba allí en contra de su voluntad. Voy porque quiero, sería inimaginable para él”, confiesa uno de ellos.
Hay otra razón de peso y es el fatalismo generalizado que se ha impuesto en la sociedad. Durante los últimos 28 años, los jóvenes han estado expuestos a cantidades muy moderadas de radiación, sin embargo creen que son defectuosos y cala en ellos la idea de que deben vivir al límite, por eso no tienen problemas en usar drogas o mantener relaciones sexuales sin protección.
La combinación de sexo, droga y radiación es vista por esta generación como algo necesario; no tienen nada que perder porque sienten que ya lo han perdido todo. Y de esta manera el fenómeno sigue creciendo y se va haciendo más preocupante, de hecho ya existen “acechadores” más veteranos que sirven de mentores para los más novatos.
Esta rebeldía de los jóvenes también forma parte de las consecuencias del desastre de Chernóbil, ya que no se podría concebir esta forma de actuar sin el accidente que rompió cientos de familias y dejó a la gente tan deprimida que tantos años después siguen estando igual. Y es que van a ser necesarias varias generaciones para superar una tragedia que aún hoy afecta a los que la sufrieron directa o indirectamente.
Historia original: Yahoo España