La “guerra de clases” en San Francisco

La historia de Christopher Ramírez y su familia parece un moderno cuento de hadas. Ellos mejoraron su historial de crédito, clasificaron para un programa de viviendas dedicado a personas de bajos ingresos y escaparon así de un futuro como desamparados en las calles de San Francisco, California. El milagro lo engendraron donantes anónimos en la iniciativa Handup.us.

Lo mágico de este final feliz para los Ramírez no reside en la respuesta solidaria de un puñado de gente –la prensa ha publicado otros casos similares—, sino en la confluencia entre dos mundos que creíamos irreconciliables: la nueva generación de empresarios vinculados con el mundo de las tecnologías informáticas, y los pobres, algunos sin techo y otros empujados a los suburbios de la ciudad.

Los nerds y los homeless protagonizan una “guerra de clases” que revela lo mejor y lo peor del sueño americano. El éxito de la nueva economía, atravesado por la arrogancia y el elitismo, frente a la mueca de los vagabundos, sus vicios y la indiferencia de las autoridades, que prefieren reforzar la presencia policial en torno a las sedes sociales de las startups en lugar de atender a las causas del problema.

Homeless vs. Nerds

HandUp constituye una excepción en el mundillo de las empresas surgidas en el torbellino de las redes sociales. Sus creadores, Rose Broome y Zac Witte –ella especialista en gestión de datos y él ingeniero de software—concertaron una alianza con el Proyecto Homeless Connect para facilitar donaciones que ayudaran directamente a personas y familias sin hogar.

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Homeless Connect funciona en la Avenida Van Ness, a menos de 300 metros de la sede de Twitter, la compañía que simboliza, junto a Facebook, la revolución tecnológica que ha conectado a cientos de millones de usuarios en el mundo. Paradójicamente, esa visión ecuménica de la humanidad representa solo un discurso vacío para muchos jóvenes de la nueva clase adinerada de San Francisco.

En diciembre pasado uno de ellos, Greg Gopman, expresó sin recato alguno su opinión sobre el problema de los desamparados en la ciudad. En una actualización de su estado en Facebook, el ex director ejecutivo de AngelHack se preguntó por qué el centro de San Francisco estaba invadido por “locos, homeless, traficantes de drogas, desertores y basura”.

“Usted puede predicar la compasión, la igualdad, y ser una persona llena de amor, pero hay una zona en la ciudad para los degenerados y otra para quienes trabajan”, definió Gopman. “No logramos nada positivo cuando los tenemos cerca de nosotros”, señaló, en una especie de llamado a establecer un sistema de segregación en San Francisco.

A pesar de su arrepentimiento posterior, las palabras de Gopman encendieron aún más la pugna entre los viejos pobladores de la urbe californiana y los nerds. "Los comentarios en la página de Facebook de Gopman dejan claro que no se trata de unas pocas manzanas podridas que dan mala fama al resto”, apuntó el periodista Will Oremus en la revista Slate. "Existe una corriente en el mundo de la tecnología que considera a los pobres con desprecio, como si fuesen errores en un programa informático”, afirmó.

No obstante, gestos como el donativo de 1.000 millones de dólares en acciones, entregados por Mark Zuckerberg a una organización comunitaria en Silicon Valley, podrían mejorar la imagen del sector tecnológico. A pesar de la confrontación actual, San Francisco ha sido una de las ciudades estadounidenses en completar con éxito el tránsito de polos industriales a centros de desarrollo de la informática y las comunicaciones.

El éxodo hacia los suburbios

Las causas de la "guerra de clases" en San Francisco no resultan tan evidentes. El boom del sector tecnológico ha generado miles de empleos en la región y ha contribuido a elevar el nivel de ingresos de sus habitantes. Sin embargo, ese auge económico y el arribo de jóvenes familias empleadas por las compañías de Silicon Valley han desbalanceado el mercado inmobiliario.

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De acuerdo con un estudio del Banco de la Reserva Federal de San Francisco, la pobreza en el área de la bahía se ha movido de los vecindarios centrales hacia los suburbios, en busca de alquileres más bajos. Los mayores incrementos en esa pobreza suburbana se han registrado entre los negros y latinos.

Un artículo del Instituto de Estudios Gubernamentales de la Universidad de California, Berkeley, señala que estos desplazamientos hacia la periferia alejan a los trabajadores de las líneas de transporte público e incrementan la presión sobre los servicios sociales, que no cuentan con recursos para ayudar al creciente número de familias de bajos ingresos.

San Francisco sufrió también los efectos del estallido de la burbuja inmobiliaria. La pérdida de empleos en el sector de la construcción dejó a miles de familias sin fuentes estables de ingresos y las obligó a mudarse a barrios en las afueras. El alto costo de la vida en los vecindarios en torno a la bahía provocó un éxodo hacia urbanizaciones como Antioch y Stockton, donde el ingreso medio puede ser 10 veces inferior al de un ingeniero informático en Palo Alto, hogar del fallecido fundador de Apple, Steve Jobs.

Personajes de escenografía

Pero las huellas de esta distorsión urbana han quedado también en el centro de la ciudad, en las calles aledañas a Market Street y en la plaza cívica, frente al City Hall, a la vista del alcalde Ed Lee. Los indigentes expulsados por la policía de la famosa arteria comercial merodean por los alrededores del Museo de Arte Asiático, la Biblioteca Pública y a lo largo de las calles Hayes, Fulton y Larkin, reporta el sitio de noticias SFGate.

Allí duermen, trafican y consumen drogas, roban, practican el sexo al aire libre y bajo el sol, sobreviven. Según el testimonio de uno de ellos, Sean Sterling, son parte de la escenografía. "Ellos (las autoridades) quieren eliminar nuestra presencia en los corredores comerciales. No quieren deshacernos de nosotros, sino que nos movamos un poco", dijo a SFGate.

La Agencia de Servicios Humanos de San Francisco estima que en la ciudad viven alrededor de 6.400 desamparados, un poco más de la mitad de los cuales pasa sus jornadas en la calle, sobre todo en las zonas de Tenderloin y South of the Market.