El informe demoledor sobre la tortura de la CIA en seis puntos

Las críticas a la agencia de inteligencia norteamericana son graves y convincentes

La CIA usó amenazas sexuales y otros métodos para interrogar a sospechosos de terrorismo detenidos en cárceles secretas, algo que no fue efectivo y nunca produjo información que llevara a desbaratar complots inminentes, según un informe de la Comisión de Inteligencia del Senado dado a conocer el martes. En la imagen, el logo de la CIA en su sede en Langley, EEUU, en una fotografía del 3 de marzo de 2005. REUTERS/Jason Reed

El comité de inteligencia del Senado ha publicado un informe sobre la tortura en la CIA después del 11 de septiembre. Esto es lo que hay que saber.

1. Es un resumen. El informe tiene algo más de 500 páginas, pero es solo un resumen de un documento con más de 6 mil. Un grupo de empleados de senadores demócratas analizó entre 2009 y 2012 más de seis millones de archivos de la CIA.

Al principio iban también a entrevistar a agentes de la CIA. Pero una investigación paralela del Departamento de Justicia podría hacer que sus testimonios pudieran llevarles a condenas. El Senado se limitó por tanto a los millones de documentos.

La CIA no quería que los datos salieran de su sede. Montaron un despacho especial, con ordenadores específicos, para que el personal del Senado trabajara. El esfuerzo costó una barbaridad: 40 millones de dólares.

2. Es una obra demócrata. Los senadores que insistieron con este informe son demócratas. Los empleados del Senado que lo hicieron son demócratas. Los republicanos y la CIA no están de acuerdo ni con los resultados ni con la publicación. Hay conclusiones dudosas, pero el origen de los datos son cables y documentos originales de la CIA.

La CIA estaba tan preocupada que hackeó los ordenadores de los senadores para descubrir si habían tenido acceso a un documento que no querían que el Senado tuviera. El director de la CIA, John Brennan, pidió disculpas a la presidenta del comité de inteligencia, Dianne Fienstein. Los republicanos en el Senado tampoco están de acuerdo con los resultados. Richard Burr será el relevo de Feinstein.

Si él hubiera sido el presidente del comité, el informe no habría sido publicado. Por eso Feinstein se ha dado prisa: en enero habrá una nueva mayoría en el Senado.

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Mientras el senador John McCain hablaba de tortura en el Senado, la conservadora Fox News analizaba por qué Hillary Clinton es tan progre. Al Jazeera, arriba a la derecha, iba a su rollo:

Los republicanos están en este caso del lado de la mayoría de ciudadanos: solo un cuarto de los americanos cree que la tortura nunca está justificada.

Los tres siguientes puntos son sobre qué aporta el informe: detalles nuevos, dudas sobre la eficacia de la tortura y las presuntas responsabilidades.

3. Los detalles truculentos. Estados Unidos había reconocido el ahogo con agua, los abusos de Abu Ghraib (Irak), las cárceles negras. La diferencia con este informe es el nivel de detalles. Hay escenas terribles. He tuiteado durante el día ejemplos mientras leía partes del informe:

No es raro que Abu Zubaida acabara como un perro de Pavlov: había pasado ya 266 horas recluido en una celda del tamaño de un ataúd.

La tortura de Abu Zubaida pasó aparentemente factura a algunos agentes: “Varios en el equipo profundamente afectados... Algunos hasta el punto de las lágrimas y sollozar”, dice un cable.

La amenazas a los miembros de las familias no eran solo detenerles: a uno le dijeron que iban a violar a su madre y que iban a cortarle el cuello a la de otro:

Hay otras novedades terribles: el detenido Abu Hudhaifa fue “sometido a baños de agua helada y 66 horas de privación de sueño de pie” antes de que advirtieran que no era quien buscaban. No fue el único con el que se equivocaron. Estos son los números totales, según el informe:

4. La eficacia de la tortura, más en duda. El caso emblemático del uso de la tortura era la detección de al Kuwaiti, el mensajero de Osama bin Laden, que permitió averiguar su escondite en Abotabad. El informe niega los dos beneficios vinculados hasta ahora a la tortura: uno, el nombre de al Kuwaiti surgió antes de mediados de 2002, cuando empezó el programa, y dos, su vinculación años después a Bin Laden surgió de un detenido que fue torturado, pero que habló sobre al Kuwaiti antes de los abusos.

El informe repasa uno a uno los principales casos en los que la CIA presume de haber frenado un atentado o detenido a un cómplice gracias a la tortura. No se sostiene ni uno.

Uno de los más famosos es el de José Padilla y su bomba sucia: su plan “estaba basado en un artículo satírico de internet titulado ‘Cómo hacer una bomba atómica’, que implicaba girar un cubo lleno de uranio por encima de la cabeza durante 45 minutos”.

El problema de la tortura es que bajo su efecto los detenidos pueden decir cualquier cosa y desviar recursos y atención de la investigación. El detenido más célebre de este programa es Khalid Sheikh Mohamed. El coronel Dwight Sullivan, abogado principal de las comisiones militares en el Pentágono, dijo que sus confesiones en serie son “un ejemplo de manual de por qué no deberías permitir métodos coercitivos”.

5. Quién hizo qué. El presidente George W. Bush fue informado del programa por primera vez en 2006. La CIA ocultó información al gobierno y al Congreso. Pero el informe no resuelve la duda de qué sabía y en qué momento, pero Bush no se ha distanciado en abosluto del programa que ocurrió bajo su mandato. No renuncia ni escurre el bulto. Su implicación puede verse como patriótica, pero la aceptación del presidente de un programa así mancha a todo el país.

Está claro sin embargo que su administración dio cobertura legal a buena parte del programa. Hay algo que no puede olvidarse: no es lo mismo hablar de tortura en 2014 que en 2002. Los nervios aquellos años eran evidentes entre la inteligencia americana por haber fallado y la presión de los políticos para “hacer todo lo posible” y evitar un nuevo atentado era enorme.

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El encargado del programa de interrogatorios, José A. Rodríguez, lo recuerda así: “El programa de interrogación fue autorizado por los niveles más altos del gobierno de Estados Unidos, juzgado legal por el Departamento de Justicia y demostrado efectivo bajo cualquier estándar razonable”. Hoy solo se duda de la tercera parte. Esta bonita frase de Rodríguez define la época: “Hicimos lo que nos pidieron que hiciéramos, hicimos lo que nos aseguraron que era legal y sabemos que nuestras acciones fueron efectivas”.

No habrá más responsabilidades. Estados Unidos ha publicado todo lo que ha podido. Generará debate. Pero la tortura se quedará aquí. Es otra época negra de la historia del país más poderoso del planeta.

6. Obama no es ningún santo. La tortura ha quedado tocada. Es repugnante y es ineficaz. Estados Unidos ha tenido la valentía de publicar este informe y es admirable. Pero la perfección es un camino más largo. Obama prohibió la tortura nada más llegar a la Casa Blanca. Pero no ha perseguido ni la búsqueda de responsables ni la claridad en qué ocurrió (han pasado seis años ya).

El presidente estadounidense, Barack Obama. EFE/Archivo
El presidente estadounidense, Barack Obama. EFE/Archivo

Pero hay algo aún peor: los funcionarios bajo la administración Obama no han torturado a nadie, pero tampoco han tenido la oportunidad. El gobierno Obama optó desde el principio por matar a los sospechosos, no detenerles.

John Rizzo, abogado de la CIA con la administración Bush, dice: “Es mucho menos arriesgado, y en muchos lugares considerado más justificable moralmente, perseguir y matar a un terrorista peligroso que capturarle e interrogarle agresivamente”.

Es verdad.

Estados Unidos ha lanzado 500 operaciones de asesinatos selectivos. El 98 por ciento ha sido con drones. De esas 500 operaciones, 450 las ha ordenado el presidente Obama; el resto, Bush. De aquí a unos años, sabremos más detalles sobre este programa. Diremos probablemente que no había otro remedio y que nunca más.

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Historia original: Yahoo España