El dilema para los niños centroamericanos

La cifra de niños y adolescentes solos que cruzan la frontera se ha disparado en los últimos dos años. (EFE)
La cifra de niños y adolescentes solos que cruzan la frontera se ha disparado en los últimos dos años. (EFE)

Tienen dos opciones: quedarse y ser asesinados por las pandillas, o escapar a Estados Unidos y, si no los matan en el camino, reunirse con algún familiar. Los niños y adolescentes centroamericanos que han desbordado el Río Grande en los últimos dos años no emigran en busca del “sueño americano”, sino de un refugio a salvo de la guerra civil en sus países.

En Washington hablan de una oleada. La semana anterior el presidente Barack Obama calificó la situación de crisis humanitaria. En los medios estadounidenses y en los corrillos del Congreso y la Cámara, cada partido intenta sacar provecho del problema. A pocos inquieta, al parecer, el caos que reina en tres naciones de Centroamérica –El Salvador, Guatemala y Honduras—, transformadas prácticamente en tierras sin ley por quienes controlan el tráfico de drogas hacia el mercado norteamericano.

Las maras alimentan sus filas con niños y jóvenes centroamericanos (Foto AP /Luis Romero)
Las maras alimentan sus filas con niños y jóvenes centroamericanos (Foto AP /Luis Romero)

Huir del Triángulo de la Muerte

Los barrios de San Salvador marcan el territorio dominado por la Mara Salvatrucha y la pandilla Calle 18. Nacer en una de las zonas empobrecidas de la capital salvadoreña fija un destino casi inevitable: unirse a una de las bandas y participar en el tráfico de drogas. También queda la huida hacia Estados Unidos, pero el crimen organizado controla vastas regiones en México, verdaderos campos minados antes de cruzar la frontera. ¿Qué vida elegir entre una muerte segura y una muerte probable?

“Es una decisión desesperada hecha por familias desesperadas”, señaló Wendy Young, directora ejecutiva de Kids in Need of Defense (KIND), en declaraciones a The Washington Post. “Ellos piensan que es más seguro para sus hijos realizar un viaje peligroso que permanecer allí donde podrían ser asesinados”, dijo.

Para Young el actual éxodo de niños y adolescentes centroamericanos no puede entenderse como una emigración tradicional, sino como una crisis de refugiados. “Esto es realmente una migración forzosa. Los chicos no eligen partir voluntariamente”, apuntó a la revista Mother Jones.

De acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, los jóvenes de las tres naciones mencionadas han tomado también otras rutas hacia Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Belice y México. La preferencia por Estados Unidos, además de las oportunidades económicas, se explica por la presencia de emigrantes centroamericanos que escaparon de los conflictos armados del siglo XX y se establecieron legalmente bajo asilo político. Hoy muchas de estas personas pagan a los traficantes para que conduzcan a salvo a sus familiares hasta el cruce de la frontera.

Los índices de homicidios en los tres países del llamado Triángulo de la Muerte clasifican entre los más altos del mundo. En 2012, según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), Honduras encabezaba la lista con 90,4 muertes por cada 100.000 habitantes, El Salvador registraba 41,2 y Guatemala 39,9. En América Latina y el Caribe solo Venezuela, Jamaica y Belice presentan tasas similares.

A juicio del sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, reconocido por su asistencia a los emigrantes, poco puede hacer Washington para contener la estampida. “Honduras está destruida, es un país no existente, un estado fallido”, dijo a Newsweek. “Sin importar los cambios que haga Estados Unidos en sus políticas, Centroamérica se está vaciando”, sentenció.

La Patrulla Fronteriza ha sido acusada de abusos contra los niños y adolescentes sin acompañantes. (AP Foto/Ross D. Franklin, File)
La Patrulla Fronteriza ha sido acusada de abusos contra los niños y adolescentes sin acompañantes. (AP Foto/Ross D. Franklin, File)

La pesadilla continúa

La odisea de los niños y adolescentes centroamericanos no concluye cuando pisan suelo de Estados Unidos. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) y otros grupos de derechos humanos han presentado una denuncia al Departamento de Seguridad Nacional (DHS) por los abusos cometidos contra esos jóvenes por parte de agentes de Aduanas y Protección Fronteriza.

Según la reclamación, los niños detenidos por las patrullas fronterizas suelen ser sometidos a maltratos físicos, que incluyen palizas, obligación de permanecer en posiciones extenuantes y violaciones sexuales. Además, deben soportar comentarios racistas y amenazas de muerte. “Ustedes son la basura que contamina este país”, dijeron a GG, una chica de 16 años. “Espero que cuando sean transferidos el avión se estrelle y todos ustedes mueran”, confesó un oficial a KM, de 15 años, cuyas compañeras de celda fueron tratadas de “perras”, “parásitos” y “putas”.

Más de la mitad de los casos presentados en la denuncia afirmaron que los funcionarios les habían negado asistencia médica, mientras la mayoría se quejó de las pésimas condiciones sanitarias de los centros de retención donde permanecen por 72 horas o más. A pesar de los testimonios recogidos en el documento de ACLU y las violaciones a las leyes estadounidenses, es poco probable que el DHS tome medidas para mejorar la situación.

Los niños sin acompañantes detenidos en la frontera son asignados a la Oficina de Reasentamiento de Refugiados, una división del Departamento de Salud y Servicios Humanos. Aquellos procedentes de México enfrentan una deportación casi inmediata por los acuerdos entre ambos países, mientras los provenientes de Centroamérica permanecen en refugios gestionados por organizaciones sin fines de lucro, hasta que se decide si un familiar en Estados Unidos se ocupará de ellos o deben regresar al país de origen.

La cifra de niños y adolescentes llegados por esta vía a Estados Unidos se situará entre 60.000 y 90.000 al cierre del 2014, un incremento espectacular con respecto a los dos años anteriores.