Cuando EEUU intentó eliminar la genética de los pobres
ElaineRiddick es madre de un único hijo y, dentro de poco propietaria de 50.000 dólares. Los dos hechos están íntimamente relacionados. Tuvo a su hijo hace 43 años después de haber sido violada cuando tenía 14. Y el dinero se lo ha prometido su Estado, Carolina del Norte, porque poco después de aquella violación, fue obligada a ser esterilizada.
Elaine, de 57 años, es negra y viene de una familia humilde, lo que la convertía en la candidata ideal para uno de los capítulos más oscuros y menos conocidos de la historia de Estados Unidos: el programa de esterilización de personas de "genética indeseable".
A unas 60.000 personas de unos 30 estados se les practicó, de forma más o menos involuntaria, una vasectomía o una ligadura de trompas: minorías, adolescentes de familias numerosas y con pocos recursos, niños con el coeficiente intelectual bajo, personas con problemas mentales o emoci0nales. Gente que, para el estado de Carolina del Norte, no estaba capacitada para criar hijos o perpetuar sus genes.
Fue un programa que se puso de moda en Estados Unidos en la década de 1930, pero que se detuvo más o menos con el fin de la Segunda Guerra Mundial, porque se parecía demasiado a lo que los Nazis llamaban pureza racial. En todos los Estados menos en Carolina del Norte, donde el 70% de las esterilizaciones ocurrió entre la década de 1950 y 1977, cuando se abandonó el proyecto. La idea, se supone, era que al cabo de un par de generaciones la genética superviviente a esta criba supondría un gasto menor en hospitales, reduciría la pobreza y haría de los americanos una raza superior.
Ahora sólo queda saber cómo compensar a esas víctimas
. Y eso ha abierto un debate extremadamente complejo en el Gobierno Local. Como explica Charmaine Fuller Cooper, directora ejecutiva de la Fundación por las Víctimas de la Esterilización de Carolina del Norte: "¿Cómo se mide el valor de un bebé para alguna gente? Hay que tener en cuenta además que a estas personas se les privó de su capacidad de decisión". El debate lleva años resonando: ¿Cuánto dinero vale la posibilidad de dar vida? ¿Hay que pagar lo mismo por una vasectomía que por una ligadura de trompas? ¿Se compensa en función de la operación? ¿De los niños que jamás nacerán? ¿Por el dolor de no poder tenerlos?
Esta semana se ha decidido que cada víctima de este programa deberá recibir unos 50.000 dólares. Quizá no es mucho si se contempla el daño causado, pero es más que los 20.000 que se ha propuesto.
"No estamos intentando asignarle una cifra a la vida de nadie. Estamos buscando una forma de compensar que pueda ayudar a los supervivientes", ha explicado Laura Gerald, de la comisión que ha elegido esta cifra (en total, son unos 100 millones de las arcas públicas). "Queremos mandar el mensaje de que aquí pagamos por nuestros errores y no toleramos que la burocracia merme los derechos humanos más básicos. El Estado lleva diez años pensando en pagar a las víctimas, pero le ha faltado la voluntad política para hacer algo más que pedir perdón".
Mientras, las víctimas ven el gesto como un detalle a agradecer, pero el dinero no es lo que les interesa. "Sólo quiero que todo esto termine", ha confesado Elaine Riddick. "No cambia nada. Sólo quiero olvidarme del asunto". Elaine ha sido de las mujeres más visibles en las reuniones de la Fundación para conseguir una compensación oficial.
Hay otros que no tanto. Está Charles Holt, de 62 años, un adolescente problemático hace cinco décadas. Según apuntó algún funcionario en un informe "su familia tiene una mentalidad muy baja". Fue llevado a un reformatorio y, antes de salir en 1968, un grupo de funcionarios convenció a su madre de que debería permitir que le hicieran una vasectomía. Según se lee en el informe "hemos hecho énfasis en que así se protegería a Charles en caso de que fuera acusado de haber tenido un hijo ilegítimo". La madre accedió.
Fuente: Daily Mail