¿Se acerca el fin de los acuarios?

Tilikum ha sido vinculado con la muerte de tres entrenadores (Milan Boers - Flickr)
Tilikum ha sido vinculado con la muerte de tres entrenadores (Milan Boers - Flickr)

La “ballena asesina” más famosa del mundo podría cobrar una nueva víctima en un futuro no muy distante, si la compañía de parques acuáticos SeaWorld no emerge de sus actuales tropiezos financieros. Tilikum, la orca que ganó celebridad en 2013 tras el estreno en Estados Unidos del documental Blackfish, se vengaría así de 30 años de cautiverio.

El cambio en la opinión pública en torno a los espectáculos de mamíferos marinos trasciende la disputa entre la empresa estadounidense y los autores del filme. Aunque la cinta de Gabriela Cowperthwaite podría en efecto haber influido en los malos resultados de SeaWorld, ecologistas y expertos en biología marina se preguntan si deberíamos renunciar definitivamente a ver a estos animales como objetos de entretenimiento.

Malas noticias para el negocio acuático

SeaWorld cerró 2013 con los mejores resultados financieros de su historia. Poco pudo hacer Blackfish en apenas tres meses desde su estreno en CNN, cuando 21 millones de norteamericanos vieron el documental. Pero la “mala publicidad” terminó alcanzado a la compañía, dueña de 12 parques temáticos en Estados Unidos.

SeaWorld mantendrá los entrenadores en el agua solo en los ensayos cerrados al público (Tim Ross - Wikimedia Commons)
SeaWorld mantendrá los entrenadores en el agua solo en los ensayos cerrados al público (Tim Ross - Wikimedia Commons)

A mediados de agosto la empresa reconoció un descenso entre seis y siete por ciento en sus ingresos, con respecto a los pronósticos, además de un declive en la afluencia de público. En consecuencia las acciones perdieron 33 por ciento de su valor en la bolsa. Aunque en días posteriores los inversores recibieron cierto alivio, importantes firmas del sector financiero como JPMorgan y Wells Fargo han expresado su escepticismo sobre una rápida recuperación.

Para calmar las aguas, SeaWorld aceptó también este mes el veredicto de la corte federal de apelaciones de Washington, que impedirá a los entrenadores de las orcas nadar junto a ellas durante los espectáculos. La decisión responde a recomendaciones de la Comisión de Revisión de Salud y Seguridad Ocupacional (OSHA), que investigó la muerte de la entrenadora Dawn Brancheau en 2010. El famoso show de Shamu perderá así uno de sus principales atractivos.

A pesar del revuelo en las redes sociales y las protestas de grupos conservacionistas en torno a las instalaciones SeaWorld, la dirección de la compañía descarta una merma en la popularidad de sus parques acuáticos. En declaraciones al Orlando Sentinel, el CEO Jim Atchinson afirmó que nunca antes los acuarios y zoológicos habían sido tan importantes para conectar humanos y animales, así como ayudar a la conservación de las especies.

La amistad improbable entre ciencia y ganancia

Los críticos de SeaWorld insisten en un argumento: ninguna instalación construida por los humanos podrá jamás reproducir el hábitat natural de las orcas. En un artículo publicado por National Geographic, la investigadora Maddalena Bearzi comparó las piscinas donde viven Tilikum y otras ballenas de su especie con prisiones, una idea sugerida por el famoso oceanógrafo francés Jacques Cousteau.

Orcas en su entorno natural cerca de Alaska (Robert Pittman - Wikimedia Commons)
Orcas en su entorno natural cerca de Alaska (Robert Pittman - Wikimedia Commons)

Según Bearzi, que coincide con el reclamo fundamental de Blackfish, en su entorno natural las llamadas “ballenas asesinas” pueden viajar decenas de kilómetros cada día, como parte de familias dirigidas por hembras. "Como nosotros, tienen una forma de cultura", asegura la cofundadora de la Ocean Conservation Society, una organización ambientalista con sede en California.

SeaWorld ha anunciado la futura ampliación de los estanques para las ballenas, en un proyecto bautizado como Blue World, que incluirá equipamiento nuevo para mantener saludables a esos enormes mamíferos marinos. La compañía aspira también a promocionar sus inversiones en el estudio y la conservación de especies marinas amenazadas, como justificación para mantenerlas en cautiverio.

Pero la necesidad de privar de la libertad a las ballenas para salvarlas de una extinción provocada por los humanos parece, lo menos, contradictoria. Acuarios y zoológicos alrededor del mundo han defendido su papel como centros de conservación, mientras contribuyen a educar a sucesivas generaciones en el amor a la naturaleza.

Del otro lado los ecologistas cuestionan el valor educativo de observar animales encerrados en jaulas y entre muros más o menos disimulados. Citan experiencias de turismo sustentable como la observación de tiburones en las aguas de las islas Maldivas, que genera unos 10 millones de dólares en ingresos anuales para la economía local.

En el fondo del debate, una pregunta nos desafía: ¿con qué derecho los humanos disponemos de la vida animal según nuestras necesidades?