Por qué el binomio agua y energía preocupa tanto al mundo


Las crisis hídrica y energética son dos caras de la misma moneda. La configuración es dramática, pues alrededor de una cuarta parte de la población mundial no tiene acceso a agua potable, casi la mitad carece de servicios de saneamiento y dos tercios experimentan una grave escasez durante al menos un mes al año. Al mismo tiempo, el sector de la energía mundial requiere cerca de 370,000 millones de metros cúbicos de agua dulce: 10 por ciento del total mundial.

En medio de la recuperación económica, 2022 y 2023 estuvieron marcados por el inicio de una enorme y compleja crisis energética agravada por las restricciones chinas y la invasión rusa a Ucrania. Los precios del gas y el carbón alcanzaron máximos históricos, lo que se tradujo en un aumento de los precios de la electricidad que tuvo un impacto en el costo de la energía y ha ejercido una presión significativa en los sectores industriales y de transporte.

En términos de la crisis hídrica, la sobreexplotación, la contaminación y los impactos del cambio climático, una mala gestión de los recursos y la destrucción de los ecosistemas han dejado a miles de millones de personas sin acceso a agua limpia y saneamiento. Según WWF, para 2050 el 46 por ciento del PIB mundial podría proceder de zonas con alto riesgo hídrico, frente al 10 por ciento actual.

LA ESCASEZ DE AGUA ES UNA FUENTE DE PREOCUPACIÓN PARA LA GENERACIÓN DE ENERGÍA

El sector de la energía es particularmente vulnerable al estrés hídrico, y la creciente escasez de agua es una fuente de preocupación para la seguridad energética. La generación de energía hidroeléctrica podría disminuir significativamente y es la fuente primordial de regiones como el sur de Europa, Sudamérica, el norte de África y Oriente Medio.

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Las fluctuaciones en la producción hidroeléctrica ya han exacerbado la crisis energética mundial: en 2021 América Latina presentó menor disponibilidad de energía hidroeléctrica, lo cual aumentó la demanda de gas natural licuado, lo que generó el aumento de los precios.

El estrés hídrico también plantea riesgos para el transporte de combustibles y materiales. En 2023 las sequías y las graves olas de calor provocaron bajos niveles de agua, lo que limitó el transporte de carbón, productos químicos y otros materiales.

En lo que va de 2024, México ha estado consumiendo cantidades récord de electricidad y, en ocasiones, más de lo que la infraestructura de servicios públicos puede generar y transmitir, pues el calor y la escasez de agua aumentan la probabilidad de cortes de energía. Este hecho se acentuó de manera importante en mayo 2024, cuando el país consumió 52,000 megavatios de electricidad, según Cenace, superando la oferta eléctrica del país y generando apagones en varias regiones.

EL DESAFÍO DE MÉXICO ES ENORME

Diseñar una solución sostenible con la creciente demanda de energía eléctrica será un gran desafío para la próxima administración en México. Por un lado, a las grandes cantidades que se requieren para articular las inversiones resultado del nearshoring se suma el crecimiento pronosticado del país. Por otro, los desbalances resultados de la crisis climática vuelven complejo definir la demanda media de energía. De tal suerte que aumentar la oferta a corto plazo será complicado, y las centrales hidroeléctricas en particular se verán afectadas por la escasez extrema.

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La crisis energética afecta no solo al uso directo de la energía, sino también a todos los procesos implicados indirectamente, ya sea materias primas o transporte. En este sentido, el agua y la energía tienen una relación muy estrecha: por un lado, la energía se consume a lo largo del ciclo del agua y, por otro lado, el consumo de agua es necesario para la producción de energía. 

De tal forma, la energía es un factor determinante que permite que las personas accedan a servicios de agua y alcantarillado en cantidad y calidad adecuadas. El costo de la energía es uno de los mayores contribuyentes al precio final de la producción y distribución de agua. Por lo tanto, el impacto del aumento que estamos experimentando se traslada directamente a los costos de producción.

LAS ENERGÍAS RENOVABLES PUEDEN SER LA CLAVE

A su vez, la disponibilidad de agua es una medida cada vez más importante para evaluar la viabilidad física, económica y ambiental de los proyectos energéticos. Algunos productores de energía están recurriendo a fuentes alternativas de agua y al reciclaje para reducir las limitaciones. También existe un margen significativo para reducir el uso de agua mediante la mejora de la eficiencia de la flota de centrales eléctricas y el despliegue de sistemas de refrigeración más avanzados para la generación térmica.

La madurez tecnológica para la producción de energía limpia, sumada al consumo eléctrico de cada una de las etapas del ciclo del agua, hace que las energías renovables sean la clave para satisfacer la demanda eléctrica y reducir tanto los costos de producción como la huella de carbono.

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Algunas tecnologías de bajas emisiones, como los biocombustibles, la energía solar concentrada, la captura de carbono y la nuclear son demandantes de agua, por lo que es importante generar esfuerzos para gestionar adecuadamente su uso. De otra manera, estas tecnologías pueden ser un arma de doble filo. N

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Miguel Tovar es director general de Sociedad Plural y analista político. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.

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