Biden improvisa con respecto a Taiwán y la brigada de saneamiento se ve obligada a actuar

El presidente Joe Biden se reúne con el primer ministro de Japón Fumio Kishida, en el palacio Akasaka de Tokio, el lunes 23 de mayo de 2022. (Doug Mills/The New York Times)
El presidente Joe Biden se reúne con el primer ministro de Japón Fumio Kishida, en el palacio Akasaka de Tokio, el lunes 23 de mayo de 2022. (Doug Mills/The New York Times)

SEÚL — Tal vez, después de todo, el presidente Joe Biden no esté improvisando. Quizás no cree mucho en lo que se estableció antes.

Los comentarios a botepronto que difieren de los temas de debate oficiales se han convertido en una característica, no un error, de la presidencia de Biden, como lo volvió a demostrar el lunes cuando renunció a la “ambigüedad estratégica” de décadas y apuntó que defendería con las armas a Taiwán de un ataque de China.

Cada vez que el presidente dice lo que en verdad piensa, la Casa Blanca envía la habitual brigada de saneamiento para hacer como si realmente no hubiese dicho lo que expresó con claridad o, si acaso lo dijo, eso en realidad no equivale a un cambio de política. Pero luego, imperturbable y sin arrepentimientos, Biden va y lo vuelve a hacer.

Los comentarios que hizo Biden sobre Taiwán el lunes fueron el ejemplo más reciente de un presidente que dice en voz alta lo que pasa por su mente, aunque esto implique que su equipo tenga que arreglárselas para resolverlo después. En marzo, llamó criminal de guerra al presidente de Rusia Vladimir Putin, (sus asesores se apresuraron a explicar que esa era su opinión, no una conclusión legal). Luego, días después, al final de un discurso dijo de improviso que Putin “no puede permanecer en el poder” (solo fue un comentario, dijeron sus asesores, no el llamado a un cambio de régimen).

Esta no fue, ni por asomo, la primera vez desde que llegó a la presidencia que Biden ha dicho que saldría a la defensa militar de Taiwán, un compromiso que otros presidentes casi siempre dejaban indefinido, de tal modo que China se quedara especulando y no encasillara a Estados Unidos. De hecho, es la tercera vez que Biden dice algo al respecto, lo que hizo que a la Casa Blanca le costara mucho más trabajo contener la polémica.

“Biden siempre ha expresado sus ideas de manera más abierta que la mayoría de los políticos”, comentó David Axelrod, quien pudo atestiguarlo al fungir como alto asesor de Barack Obama cuando Biden era vicepresidente. “Los puntos fuertes de todos también son su debilidad. Su punto fuerte es la autenticidad. Su debilidad es que en ocasiones está más deseoso de compartir lo que piensa de lo que le gustaría a su equipo”.

Nada de esto debería sorprender mucho a quien haya seguido la trayectoria de casi medio siglo de Biden como senador y vicepresidente. Durante muchos años, bajo la definición de “desatino” en el diccionario político de Washington estaba la fotografía de Biden. De hecho, con frecuencia le decían “máquina de desatinos”, a veces con afecto, otras en son de burla.

Gente caminando en un distrito comercial de Taipéi, Taiwán, el 4 de mayo de 2022. (Lam Yik Fei/The New York Times)
Gente caminando en un distrito comercial de Taipéi, Taiwán, el 4 de mayo de 2022. (Lam Yik Fei/The New York Times)

Pero cuando un presidente actúa por cuenta propia, hay más consecuencias que cuando lo hace un senador o incluso un vicepresidente. Los políticos, los diplomáticos y las agencias de inteligencia de todo el mundo analizan el discurso de un presidente a nivel retórico con el fin de hallar su intención y prever futuras acciones. A cualquier alteración de comentarios anteriores o de comunicados oficiales sobre las políticas se le otorga mucha importancia, ya sea que la merezca o no.

El comentario más reciente de Biden sobre Taiwán surgió en una conferencia de prensa con el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, durante una visita a Tokio. Cuando le preguntaron sobre Taiwán, al principio Biden se apegó a la fórmula tradicional y dijo que la política estadounidense con respecto Taiwán “no ha cambiado en absoluto” y que Estados Unidos apoyaba a la isla contra la agresión de China. “Respaldamos con firmeza a Japón y a otros países que… para que eso no suceda”, comentó, manteniéndose deliberadamente ambiguo.

A sus asesores eso les pareció adecuado. No había problema alguno. Pero luego continuó Nancy Cordes, de CBS News, quien señaló que Biden había descartado cualquier participación militar directa en la guerra de Ucrania y le preguntó si, por el contrario, estaba “dispuesto a participar militarmente para defender a Taiwán si llegara el caso”.

“Sí”, contestó Biden. “A eso nos comprometimos”.

En ese momento prestaron atención los funcionarios del gobierno que estaban en la sala.

“No es adecuada la idea de que lo puedan tomar por la fuerza, solo por la fuerza”, añadió Biden, refiriéndose a Taiwán. “Eso trastornaría toda la región y sería una acción similar a la que ocurrió en Ucrania. Así que se trata de una responsabilidad incluso mayor”.

Para ese momento, el equipo de Biden supo que el presidente había llegado más lejos de lo que le hubiera gustado y acudió a controlar los daños, apresurándose a emitir con una eficiencia probada el obligado comunicado de aclaración en el que manifestaba que “nuestra política no ha cambiado” y que Biden solo había “reiterado” el compromiso de Estados Unidos “para brindarle a Taiwán los recursos militares para que se defendiera”.

Pero el comentario de Biden se refirió a algo más que proporcionar los recursos militares a Taiwán para que se defendiera y fue tomado de manera generalizada como la insinuación de una participación directa del ejército estadounidense.

Con anterioridad, Biden ha pasado por alto la ambigüedad estratégica de sus predecesores con respecto a China y Taiwán. El pasado agosto, mientras les aseguraba a sus aliados que “reaccionaría” si hubiese cualquier ataque contra algún miembro de la OTAN, añadió: “Lo mismo haría con Japón, Corea del Sur y Taiwán”.

Sin embargo, a Taiwán nunca le han brindado las mismas garantías de seguridad que a Japón, a Corea del Sur ni a los miembros de la OTAN, así que ese comentario fue tomado como algo relevante. Dos meses después, durante un encuentro de CNN, le preguntaron a Biden si Estados Unidos protegería a Taiwán de algún ataque. “Sí, tenemos el compromiso de hacerlo”, respondió.

La respuesta improvisada de Biden en Tokio provocó reacciones diversas en Washington, donde algunos líderes políticos elogiaron su franco apoyo a un aliado, mientras que otros se burlaron de él por su indisciplina.

Pero incluso algunas personas del gobierno que creen que Biden lleva un buen trecho ganado hacia la restauración de una política exterior más responsable y convencional estaban preocupadas por una aparente disociación entre el presidente y su equipo, y algunas culparon a sus asesores de minimizar a su jefe en vez de avalar sus comentarios.

“¿En verdad alguien en la #CasaBlanca respeta las palabras de @POTUS?“, escribió en Twitter el representante Adam Kinzinger, un republicano anti-Trump de Illinois, “Biden dijo que defendería a Taiwán, y ¡UNA VEZ MÁS su equipo echa para atrás las propias palabras del presidente! Tiene que despedir a cualquiera que lo haga”.

Eso no se ve en el horizonte. Si, tras sus comentarios, sus asesores formulan aclaraciones, supuestamente lo hacen con su permiso o al menos con su aprobación. Pero esta práctica tampoco ha servido para disuadirlo y, para bien o para mal, no parece probable que lo haga en el futuro próximo.

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