Beyoncé toma protagonismo como autora en ‘Renaissance’

Beyoncé en el escenario durante la presentación en Toronto, Canadá, de su gira “Renaissance”, el 8 de julio de 2023. (The New York Times)
Beyoncé en el escenario durante la presentación en Toronto, Canadá, de su gira “Renaissance”, el 8 de julio de 2023. (The New York Times)

“Me encanta que la gente vea el espectáculo”, dice Beyoncé al principio de “Renaissance: A Film by Beyoncé”, basada en su reciente gira mundial y su séptimo álbum de estudio. “Pero me hace mucha ilusión que todo el mundo vea el proceso”.

Hace tiempo que yo también quería entender mejor su proceso, sobre todo porque ella rara vez concede entrevistas. En vez de eso, ha dejado que su arte hable, una misión arriesgada cuando los críticos interpretan sin su intervención. Mi interés por su propuesta es en parte académico. Imparto de manera regular cursos sobre ella y quiero que mis alumnos aprendan de sus observaciones. Pero mi entusiasmo es también especulativo. A menudo me pregunto si nuestra ignorancia de su práctica creativa ha minimizado y negado su innovación, ingenio y contribuciones individuales a su propia obra.

Si “Renaissance” fuera solo una película sobre su público radiante, sus deslumbrantes actuaciones y la realización de la gira, sería más que suficiente. Sin embargo, desde el principio queda claro que Beyoncé no está del todo interesada en fetichizar su “proceso” para validar su arte. En cambio, la película deconstruye su temática para ampliar nuestra comprensión de Beyoncé. Y lo que es más conmovedor, critica cómo la raza, el género y el sexo han limitado nuestra capacidad de ver su talento y, al hacerlo, la libera de tener que demostrar nunca más su singular impacto en la cultura estadounidense.

Además lo hace estableciendo rápidamente su control creativo. El concierto puso de manifiesto el dominio simultáneo de Beyoncé en la danza, la música, la moda y la actuación en directo, lo que la convierte en una artista sin parangón en la actualidad. Por otra parte, la película la muestra trabajando entre bastidores y a veces incluso debajo de ellos. Como directora de la gira, productora ejecutiva y directora creativa, supervisó todo, desde la contratación y los salarios hasta la selección musical, la mercadotecnia, la coreografía, el vestuario y el video.

No obstante, lo que hace única a “Renaissance” entre otras grandes películas de conciertos es que ella no se limitó a protagonizarla como hicieron los Talking Heads en el clásico de Jonathan Demme “Stop Making Sense” o Madonna en la provocadora “En la cama con Madonna” de Alek Keshishian. Beyoncé también escribió, dirigió y produjo la película. De hecho, ha creado algunas de las experiencias musicales cinematográficas más memorables de la última década y debería ser considerada una autora, tanto por esta película como por su carrera.

De este modo, “Renaissance” es la culminación de sus proyectos cinematográficos, empezando por los álbumes visuales “Beyoncé” (2013) y “Lemonade” (2016); su documental intimista “Life Is but a Dream” (2013); la película del concierto de Coachella de 2019 “Homecoming”; y “Black Is King” (2020), el acompañamiento visual que ella y Blitz Bazawule hicieron para “The Lion King: The Gift”, la banda sonora de la película de Disney. Pero al ofrecer el documento más profundo de su visión, preparación y sacrificio personal, la nueva película va más allá de estas producciones.

Beyoncé en el escenario durante la presentación en Toronto, Canadá, de su gira “Renaissance”, el 8 de julio de 2023. (The New York Times)
Beyoncé en el escenario durante la presentación en Toronto, Canadá, de su gira “Renaissance”, el 8 de julio de 2023. (The New York Times)

La película comienza con Beyoncé, que acapara nuestra atención, primero con un vestido negro de gasa y luego con uno amarillo cidra, con el pelo al viento mientras canta “Dangerously in Love 2”. Más tarde vuelve a ese momento a través de un flashback que la muestra trabajando con su equipo de producción. A través de voces en “off” y primeros planos de ella con ropa mucho más informal, vemos cómo da sugerencias a su equipo sobre los ángulos de cámara, la iluminación, y la velocidad y dirección de los ventiladores mecánicos. Ojalá pudiéramos rebobinar hasta esa primera actuación para apreciar mejor todos los componentes técnicos que contribuyeron a que ese momento parezca tan impecable.

En otra escena en la que se corta todo el sistema de sonido mientras canta “Alien Superstar” en Glendale, Arizona, la tensión aumenta de verdad. Ella y sus bailarines abandonan de inmediato el escenario. Eso es todo lo que sabe el público. Pero como directora de cine, hace que las cámaras la sigan entre bastidores para que capten la información actualizada que su equipo encargado del audio le da (“Volverá a funcionar en tres minutos”). En ese breve lapso, convence al departamento de vestuario de que tiene tiempo suficiente para un rápido cambio de vestuario y, con un traje nuevo, se reúne con su jefe de producción musical para probar una transición nueva a la siguiente canción. Es una secuencia estimulante que hace aún más admirable su impecable regreso a los escenarios y demuestra su notable sentido del ritmo y la tensión como narradora y cineasta.

Estos momentos plantean la pregunta de por qué ha tardado tanto en exhibir una muestra tan emocionante de su liderazgo. Y entonces me di cuenta: nosotros éramos el problema; simplemente no la habíamos escuchado.

Beyoncé se ha pasado la mayor parte de su carrera diciéndonos que ella mandaba. Ya en 2004, con “Beyoncé: Live at Wembley”, una película sobre su primera gira en solitario, se mostraba a la artista a los 22 años, así como a su directora creativa, Kim Burse, y al coreógrafo, Frank Gatson, hablando de cómo la protagonista había ayudado a concebir el espectáculo y a elegir el vestuario, las canciones y la coreografía. Documentales posteriores como el corto “Beyoncé: Year of 4” y “Life Is but a Dream” se centraron aún más en su independencia artística después de que se separara de su padre y mánager durante muchos años, Mathew Knowles, y creara su propia compañía, Parkwood, para gestionarse a sí misma.

En “Homecoming”, señala cómo su equipo intentó ignorar sus directrices en los preparativos de Coachella. En un momento dado, expresa su frustración a un equipo de rodaje que no la escucha cuando describe lo que costará trasladar las enérgicas actuaciones del escenario a la pantalla. “Hasta que no vea aplicadas algunas de mis sugerencias, no tiene sentido que haga más”, advierte una exasperada Beyoncé.

Pero, en “Renaissance”, explica la displicencia de su equipo. “La comunicación como mujer negra hace que todo sea una lucha”, dice, y luego añade: “Con frecuencia, tengo que repetir las cosas”. En escenas consecutivas, se muestra cómo es eso cuando intenta comprar dos cámaras distintas para filmar su espectáculo. Un miembro del equipo le informa que una de las cámaras no está disponible, pero acaba admitiendo que puede encontrarla cuando ella duda de él. En la siguiente escena, se prepara para la respuesta. Cuando alguien le dice que la otra cámara no existe, ella revela que ya la encontró en internet, así que solo hay que comprarla. Aunque este intercambio es humorístico, no es menor. Es la frecuencia lo que hace que la duda sea más grande que la vida y, por desgracia, algo con lo que nos identificamos demasiado, sobre todo las mujeres de raza negra en puestos de autoridad.

La gestión es un reto; la maternidad es mucho más exigente. La atención de la película luego se traslada a la ambivalencia de Beyoncé a la hora de permitir que su hija mayor, Blue Ivy, actúe con ella en la gira, solo para que Beyoncé sea testigo de su crecimiento como joven artista. Y cuando vemos a Beyoncé dar las gracias a su madre, Tina Knowles, por protegerla de los aspectos más despiadados de la industria musical, nos damos cuenta no solo de que Mama Tina es su modelo maternal, sino también de que la propia Beyoncé considera a sus tres hijos, incluidos los gemelos Rumi y Sir, combustible para su proceso creativo en lugar de que estos sean totalmente ajenos a al mismo.

Tras estos intercambios, “Renaissance” se abre más y permite a su estrella interior rechazar la idea del genio solitario. A través de imágenes de archivo, fotografías y tomas de bailarines sobre el escenario, Beyoncé muestra la cultura “ballroom queer” negra que inspiró su álbum y la coreografía de sus conciertos. También rinde homenaje a mujeres negras emblemáticas como Diana Ross y Tina Turner, que influyeron en su carrera, y a su ciudad natal, Houston, donde fue miembro fundador del grupo Destiny’s Child. Al explorar su deuda con un pueblo y un lugar, asume con confianza sus propias contribuciones junto a las de su comunidad y sus colaboradores. El resultado es un retrato más transparente del proceso creativo.

c.2023 The New York Times Company