Por qué sonreír, aunque sea de manera falsa, puede alargar la vida hasta siete años

Sonreír es uno de los gestos más distintivos y universales de los seres humanos para manifestar felicidad y alegría. Se repite en todas las culturas, geográficamente apartadas e históricamente distantes, como constató el antropólogo y psicólogo Paul Ekman, pionero en el estudio de las emociones y su manifestación facial. Ya lo dijo alguna vez el gran Charles Chaplin “Una sonrisa significa mucho. Enriquece a quien la recibe sin empobrecer a quien la ofrece. Dura un segundo pero su recuerdo, a veces, nunca se borra".

La sonrisa es un movimiento innato de nuestra especie, tanto que antecede al nacimiento. Gracias a la tecnología del ultrasonido aplicada a las ecografías se ha demostrado que sonreímos desde el útero materno. De hecho, entre la semana 36 y 38 de gestación, el feto ya exterioriza todo un repertorio de sonrisas como respuesta a diferentes estímulos que le resultan agradables. Es una respuesta generalizada, sin distinción de sexo, cultura o procedencia.

Una vez fuera del útero, sonreír de forma genuina, entendido como una reacción involuntaria ante emociones gratas, asocia una serie de reacciones en el cuerpo que contribuye a aumentar nuestro bienestar a lo largo de toda nuestra vida. Este gesto, a priori, tan nimio libera endorfinas, que actúan como analgésico natural contra el dolor, además de dopamina y serotonina, neurotransmisores responsables de las sensaciones placenteras, cuya producción también se vincula con el ejercicio físico. Se ha comprobado que reduce los niveles de cortisol y adrenalina, hormonas que el cuerpo segrega como respuesta a la ansiedad y el estrés.

Los tenistas Roger Federer y Rafa Nadal durante la conferencia de prensa de la Laver Cup 2022, en Londres, no paraban de sonreír. (Photo by Glyn KIRK / AFP)
Los tenistas Roger Federer y Rafa Nadal durante la conferencia de prensa de la Laver Cup 2022, en Londres, no paraban de sonreír. (Photo by Glyn KIRK / AFP)

A la ciencia le gustan las sonrisas. Según un estudio epidemiológico de la Universidad Wayne de Detroit (Estados Unidos), sonreír puede alargar la vida unos siete años. Los investigadores concluyeron que la gente risueña vive un promedio de 80 años, frente a los que optan por hacer de la seriedad su seña de identidad, que solo alcanzan los 73. “En la medida en que la intensidad de la sonrisa refleja una disposición emocional subyacente, los resultados de este estudio son congruentes con los de otras investigaciones que demuestran que las emociones tienen una relación directa con la salud mental, la salud física y la longevidad”, indica el estudio publicado en la revista Psychological Science.

Sonreír nos hace, además, más atractivos a los ojos de los demás, aseguran desde la Universidad de Rochester, en Nueva York. Es una excelente carta de presentación a nivel social porque fomenta la sensación de credibilidad y confianza.

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Existen muchos tipos de sonrisas. Paul Ekman detectó al menos 18. La principal diferencia entre ellas es la espontaneidad con la que se escenifican. Hasta ahora se ha profundizado en la expresión genuina, esa que nos invade de forma involuntaria cuando algo o alguien merece el movimiento afable y nos coloniza el rostro hasta desencajarlo. Se la denomina ‘sonrisa de Duchenne’, en honor al médico francés Guillaume Duchenne, otro estudioso de las expresiones faciales durante el siglo XIX y, en especial, de las sonrisas. No se puede fingir porque, al contrario que la sonrisa “falsa”, no solo activa los músculos de la boca, sino también el músculo orbicular de los ojos. Y ya se sabe que los ojos no mienten, son “el reflejo del alma”, o eso dicen.

El parte positivo es que sonreír de manera artificial, ya sea con el objetivo de fingir una emoción, sentirse aceptado o como mecanismo de defensa, también asocia beneficios fisiológicos y psicológicos. Así lo constató un grupo de investigadores de la Universidad de Kansas (Estados Unidos) para quien escenificar una expresión facial amable, aunque sea voluntaria, reduce la frecuencia cardiaca y los niveles de estrés.

No hay que confundir tratar de sonreír más si el momento lo merece con esa exigencia perversa, tan en auge en la actualidad, que nos insta a estar siempre felices ni con hacer gala de un exceso de positividad que roza lo patológico. No se trata de ir con una sonrisa pintada en la cara a cada rato ni ante cualquier situación. Hay momentos en la vida en los que nada bueno puede salir de la acción de sonreír...

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