Una batalla individual: por qué el trastorno por estrés postraumático sigue pasando desapercibido

Las ideas erróneas y preconceptos generalizados sobre quienes desarrollan TEPT, así como la confusión sobre su complejo abanico de síntomas, hacen que muchas personas con este trastorno no busquen tratamiento, o incluso que se den cuenta de que lo padecen
Las ideas erróneas y preconceptos generalizados sobre quienes desarrollan TEPT, así como la confusión sobre su complejo abanico de síntomas, hacen que muchas personas con este trastorno no busquen tratamiento, o incluso que se den cuenta de que lo padecen

NUEVA YORK.- A Nancy Méndez-Booth le disgnosticaron trastorno por estrés postraumático (TEPT) tras el parto de un mortinato a principios de 2008. En menos de una hora, pasó de la euforia de la llegada al hospital para dar a luz, a recibir la peor noticia, cuando el médico le dijo que ese bebé que Nancy venía planeando desde hace años no tenía pulso cardíaco.

Nancy recuerda que cuando volvió a su casa del hospital “sentí que llegaba del planeta Marte”: se perdía en su propio edificio. Oscilaba entre el aturdimiento, la paranoia —tenía un miedo irracional a que se la llevaran presa por la muerte de su hijo— y arranques de ira. Cerraba a los golpes una y otra vez las alacenas de su cocina para intentar descargar la bronca, hasta que se quedó con las puertas en la mano.

“Me quedaba pensando cómo era posible que alguien atravesara por cuatro estados mentales muy intensos y diametralmente opuestos en el lapso de apenas 15 minutos”, recuerda Nancy, que es escritora y docente en el estado de Nueva Jersey. No lograba diferenciar entre el pasado y el presente, y le volvían todo el tiempo las imágenes de la sala de partos. Pensó que estaba teniendo un brote psicótico, pero después supo que en realidad sufría de trastorno por estrés postraumático, o TEPT.

Pero Nancy puede sentirse afortunada de tener por lo menos un diagnóstico. Según los expertos, es sumamente común este problema de salud mental pase desapercibido.

Las ideas erróneas y preconceptos generalizados sobre quienes desarrollan TEPT, así como la confusión sobre su complejo abanico de síntomas, hacen que muchas personas con este trastorno no busquen tratamiento, o incluso que se den cuenta de que lo padecen.

“Estamos hablando de millones de personas” que sufren TEPT sin saberlo de manera fehaciente, dice Bessel van der Kolk, autor de un libro fundacional sobre el tema, The Body Keeps the Score (“El cuerpo lleva la cuenta”), y psiquiatra experto en el tratamiento de traumas.

Ejecución en Saigón.
Eddie Adams/Associated Press


Ejecución en Saigón. (Eddie Adams/Associated Press/)

El TEPT ingresó oficialmente en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en 1980, en respuesta a los síntomas que manifestaban los veteranos de la Guerra de Vietnam, y es una patología que sigue siendo prevalente entre soldados en combate.

Pero también los civiles se ven afectados por el estrés postraumático. La violación es una de las situaciones traumáticas con más probabilidad de dejar TEPT como secuela, y el trauma de combate “en un segundo lugar, cabeza a cabeza”, dice la doctora Shaili Jain, especialista en TEPT de la Universidad de Stanford y autora de The Unspeakable Mind. Por eso Jaim, van der Kolk y otros expertos, dicen que es vital que la gente entienda qué es realmente el TEPT.

Por qué los casos de TEPT muchas veces no reciben tratamiento

Paula Schnurr, directora ejecutiva del Centro Nacional para el TETP de Estados Unidos, dice que alrededor del 70% de los adultos norteamericanos experimentan al menos un “evento traumático”, que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades definen como “una experiencia marcada por una sensación de horror, impotencia, por lesiones graves o la amenaza de lesiones graves o la muerte”. Pero según el Departamento de Asuntos de Veteranos, solo el 6% de la población desarrollará TEPT en algún momento de su vida, la mayoría de los cuales son mujeres.

Los científicos siguen intentando identificar los factores biológicos y sociales detrás de estas discrepancias, como por ejemplo el mecanismo del trauma generacional —la idea de que algunos elementos del TEPT pueden transmitirse genéticamente—, o qué efecto tiene sobre la psiquis un trauma “complejo”, o sea un evento traumático sufrido a repetición.

“Cuando creamos por primera vez este diagnóstico de TEPT, nos dijimos que provenía de un evento extraordinario fuera del alcance de la experiencia humana”, dijo van der Kolk, refiriéndose a los científicos e investigadores que estudian el trastorno. “Así de equivocados estábamos: originalmente pensamos el trauma como algo excepcional”.

Vanessa Haye, de 34 años, de East Midlands, Inglaterra, desarrolló TEPT como consecuencia de un embarazo ectópico en 2019. A las nueve semanas de embarazo, tuvo que ir corriente al hospital para someterse a una cirugía, y un médico le dijo que tal vez no sobreviviría. Tres semanas después de una dolorosa recuperación, tuvo que decidir qué hacer con los restos del embarazo: cremación o entierro. Posteriormente, comenzó a tener dolorosas imágenes y recuerdos de su experiencia. Se despertaba todas las noches justo antes de las 3 de la madrugada, con pesadillas y preguntándose cómo habría sido ese hijo que no tuvo.

“Todos sufrimos de síndrome de estrés postraumático", reconoció Ananias, sobreviviente del accidente del Costa Concordia, en las costas italianas
jscomunicaciondecrisis.com


“Todos sufrimos de síndrome de estrés postraumático", reconoció Ananias, sobreviviente del accidente del Costa Concordia, en las costas italianas (jscomunicaciondecrisis.com/)

Esos pensamientos intrusivos tomaron su cerebro de rehén: se imaginaba que salía a caminar con su hijo pequeño y que un auto los atropellaba a los dos. Cuando su marido no atendía el teléfono, imaginaba que había muerto. Veía peligros en todos lados. El estrés fue tan intenso que dejó de menstruar. Después de seis meses, fue a ver a un médico que finalmente le dijo que el TEPT es común después de los embarazos ectópicos. Aún así, Haye se sentía desconectada de ese diagnóstico: la sorprendía que pudiera aplicarse a ella. Tardó meses en empezar terapia y comenzar a incorporar herramientas para lidiar con sus síntomas.

Reconocer los síntomas

Los estudios muestran que la intervención temprana es fundamental para controlar y potencialmente prevenir el TEPT. Pero Jain señala que las personas que muestran síntomas pueden tardar dos años o más en obtener un diagnóstico, y aquellos que no reciben tratamiento dentro de los primeros dos años tienen muchas menos probabilidades de recuperarse.

“Cuando escuché que tenía TEPT, sentí que no se me aplicaba a mi caso”, dijo Natalia Chung, de 30 años, a quien le diagnosticaron el trastorno en 2016, después de terminar una relación abusiva. “¡Si yo nunca había estado en la guerra!”

Muchas personas, como Chung, recién empiezan con terapia para el TEPT después de años de luchar contra el trastorno, batallando para pilotear esos síntomas que si hubieran recibido tratamiento temprano, jamás habrían desarrollado.

En parte, las personas retrasan el tratamiento porque “la negación es el sello distintivo del TEPT”, dice Vaile Wright, directora de innovación para el cuidado de la salud de la Asociación de Psicología de Estados Unidos. El trastorno hace que las personas ignoren todo aquello que les recuerda el trauma que sufrieron, y los afectados van achicando sus vidas para bloquear cualquier evidencia de lo ocurrido.

En el caso de Michelle DiMuria, de 39 años, el golpe de la lluvia contra la ventana alcanza para desencadenar un episodio: el día que fue violada en 2015 estaba lloviendo, y cuando llueve su cerebro revive al ataque. Michelle ve la cara de su agresor en todas partes. Desde que le diagnosticaron trastorno de estrés postraumático en el otoño de 2017, ha luchado por evitar los fragmentos de la vida cotidiana que la retrotraen a esa experiencia: el olor a colonia, el sonido de ciertas canciones que le gustaban a su agresor.

Michelle fundó una organización de defensa de la salud mental llamada Bee Daring Foundation, y cuando está con gente usa un brazalete tejido de color verde azulado. Sus amigos ya saben que si comienza a juguetear con la tela, es probable que su mente se esté disociando. También ha ido improvisando algunos mecanismos para afrontar los días malos: M&M’s de maní, películas de Marvel, una aplicación de celular para colorear dibujos. Mira partidos de fútbol y le grita a la pantalla, tratando de encontrar una salida para las oleadas de ira que a veces acompañan los episodios de TEPT.

La fluctuación emocional es típica de las personas con el trastorno, dice Wright. “Sienten que se están volviendo locos”, señala. “Pero por lo general no lo asocian con el TEPT, hasta que en el mejor de los casos un terapeuta bien capacitado les dice que en realidad es una respuesta totalmente normal a un evento anormal”.

Buscar ayuda

El TEPT no siempre tiene una evolución lineal y tampoco hay una marca distintiva de la recuperación. A Haye, por ejemplo, la ha ayudado mucho trabajar con su terapeuta para reconocer y responder a sus síntomas, y está haciendo avances para dormir de corrido toda la noche.

Pero la terapia convencional a través de la palabra no es la única opción de tratamiento. Se ha demostrado que con entre 9 y 12 sesiones de exposición prolongada —una intervención cognitiva donde los pacientes describen un evento traumático con detalles precisos—los síntomas del TEPT se alivian. Y están surgiendo tratamientos experimentales, desde la terapia de realidad virtual hasta las dosis controladas de la droga MDMA —más conocida como éxtasis—, que también han mostrado resultados positivos.

Jain señala que hay herramientas digitales muy útiles para controlar el trastorno. Una aplicación llamada TEPT Coach, del Departamento de Asuntos de Veteranos de Estados Unidos, por ejemplo, proporciona información sobre el trastorno, así como ejercicios básicos para ayudar a las personas a sobrellevar los episodios de la enfermedad.

La terapia de procesamiento cognitivo (TPC), la medicación y una técnica terapéutica llamada desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) también son muy efectivos para tratar el trastorno, señala Schnurr. A Nancy Méndez-Booth, las sesiones de EMDR la han ayudado mucho a sobrellevar los ataques de pánico: todavía sufre episodios de paranoia, pero con los años se han vuelto menos frecuentes. Desde que empezó a padecer los síntomas, nunca creyó que volvería a tener una vida tan plena y funcional como la que tiene ahora.

“Sé que el trastorno sigue ahí”, dice. “Es parte de mí, pero soy mucho más que eso.”

Dani Blum

Traducción de Jaime Arrambide