La batalla del independentismo por hacerse con el control del Barcelona

Josep Maria Bartomeu viendo un partido de baloncesto en el Palau Blaugrana
Josep Maria Bartomeu, en el palco del Palau Blaugrana, viendo uno de los últimos partidos que ha presenciado com presidente del Barça. Foto: Joan Valls/Urbanandsport/NurPhoto via Getty Images.

No por esperada, o al menos intuida, la noticia ha dejado de ser impactante. Ante el descontrol institucional que vive desde hace tiempo el Fútbol Club Barcelona, su hasta ayer presidente Josep Maria Bartomeu ha optado por cortar por lo sano y quitarse de en medio. Tanto él como su junta directiva al completo presentaron la dimisión: en un arrebato de dignidad que, para muchos, llega demasiado tarde, optaron por irse ellos antes de que les echaran por medio de una moción de censura que tenía altas probabilidades de prosperar.

Como el Barça es uno de los cuatro privilegiados que, allá por 1992, tuvieron la suerte de no verse obligados a convertirse en ese engendro legal que son las Sociedades Anónimas Deportivas, la propiedad del club no está en manos de inversores que (supuestamente) ponen dinero para comprar acciones, sino que sigue recayendo en los socios, que tienen la posibilidad de votar para escoger al nuevo mandatario. La marcha de Bartomeu, más allá de otras consideraciones monetarias o deportivas, implica que la maquinaria se pone a funcionar. Una comisión gestora, con Carles Tusquets (presidente de la Comisión Económica del club) al frente, debe convocar elecciones en un plazo que, según los estatutos, no ha de superar los 90 días.

Pendientes aún de pulir muchos detalles de esta convocatoria (sin ir más lejos, la fecha concreta), ya hay algunas precandidaturas confirmadas, y otras que se da por hecho que lo harán en los próximos días. Las circunstancias, en cualquier caso, son ideales para que ocurra algo que a algunos les parece normal, natural, incluso deseable, y que otros muchos aborrecen: mezclar el fútbol con la política. Porque es un momento muy propicio para que el movimiento independentista catalán se lance a la conquista del palco del Camp Nou.

Pancarta "Spain, Sit and Talk" y banderas independentistas catalanas en la grada del Camp Nou
Banderas independentistas y la célebre pancarta "Spain, sit and talk" (España, siéntate y habla) exhibidas en el Camp Nou en el partido del Barcelona contra el Real Madrid en diciembre de 2019. Foto: Josep Lago / AFP via Getty Images.

Es obvio por qué le interesaría a los secesionistas que uno de los suyos fuera el nuevo presidente. El Barça es una de las instituciones deportivas más reconocidas a nivel mundial. Hay mucha gente repartida a lo largo y ancho del planeta que probablemente no tenga ni idea que en la comunidad autónoma del noreste de España hay un conflicto separatista, quizás muchos no sepan ni siquiera situar Barcelona en el mapa y la palabra “Cataluña” les resulte tan exótica como a nosotros Tayikistán, pero son capaces de recitar con devoción las andanzas de Messi, Ter Stegen y compañía.

El cargo de mandamás de los culés, por tanto, es un puesto que, bien gestionado, puede dar muchísima repercusión internacional. Pocos altavoces mejores se pueden encontrar para hacer promoción y conseguir apoyos para una ideología concreta. Otra cosa es que sea moralmente aceptable utilizar el cargo para esos fines partidistas en lugar de centrarse exclusivamente en el deporte, pero sobre tal cuestión los únicos que tienen potestad para pronunciarse son los propios socios azulgranas.

Esto no quiere decir que haya que dar crédito a teorías de la conspiración como las que ya se han empezado a deslizar desde algunos medios, que apuntan a que la caída en desgracia de Bartomeu es una maniobra de la Generalitat para ubicar a alguno de los suyos. El argumento es tan fácil de desmontar como constatar que va a haber elecciones, se presupone (para eso están las auditorías) que limpias, por lo que por mucho que quieran no pueden forzar que tal o cual persona llegue a ganarlas. De cara a la moción de censura ya se había logrado recoger más de 20.000 firmas; por pura estadística demográfica cabe presuponer que entre esos socios barcelonistas habrá representación de opiniones muy variadas. Que a lo mejor sí que gana un separatista, quién sabe; en su momento triunfó el dimisionario Bartomeu, que en este sentido ha dado unos cuantos bandazos y, según a quién se le pregunte, no queda claro si es un indepe peligroso o un traïdor a la pàtria.

En cualquier caso, intentarlo, lo van a intentar. Y siendo realistas, tienen posibilidades. Algunos de los candidatos más potentes han proclamado que sueñan con una Cataluña soberana. Por ejemplo, Víctor Font, a priori el principal favorito por contar en su lista con bazas como Xavi Hernández y por llevar preparando su asalto al poder desde aquel mismo 2015; se le ha atribuido en varias ocasiones tener esa opinión, y él no lo ha negado, aunque matizando que el club debe quedar al margen de batallas ideológicas. De hecho, hace algunos meses se rumoreó que Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat, estaba trabajando en su candidatura para integrar en ella a Joan Laporta y crear un gran frente nacionalista; el propio Font salió a desmentirlo rápidamente.

Quien no se corta en este sentido es Lluís Fernàndez Alà, un empresario de Sant Cugat particularmente exaltado en redes sociales en su defensa de la independencia (concretamente del ala conservadora: antiguamente estuvo vinculado a Unió, una de las dos patas de la CiU de Jordi Pujol) y que, en rigor, no tiene demasiadas probabilidades de triunfo por ser prácticamente desconocido para la mayoría del público.

Toni Freixa, abogado barcelonés, ya candidato (fracasado: quedó último) en las elecciones de 2015 y acusado de continuista por no haber apoyado la moción de censura, se expresa en términos parecidos a los de Font: es partidario del “derecho a decidir” del pueblo catalán pero considera que el club, de manera institucional, debe abstenerse de implicarse en el debate político.

En términos parecidos se expresa Jordi Farré, ingeniero y también empresario natural de Hospitalet que además es el impulsor de la moción que ha acabado con Bartomeu. En una entrevista el mes pasado fue contundente al proclamarse independentista, pero también dejó claro que no consideraba conveniente meter al Barça en este tipo de asuntos. “Soy bastante de izquierdas, socialdemócrata, y muy independentista, pero todos pensamos diferente, y la grandeza del club es que tiene que aglutinarlo todo. Si lo usas políticamente, lo destrozas”.

Otro de los candidatos, Agustí Benedito, también empresario, también aspirante fallido en los comicios de 2015 y de 2010, no fue nada sutil en su momento, al terminar un debate televisado con el grito “visca Catalunya lliure” (viva Cataluña libre). En clave azulgrana su posición es un tanto ambigua porque, tras años mostrándose contrario a Bartomeu, a última hora renunció a apoyar la moción de censura por considerar que no era el momento adecuado.

Estos cinco son, a día de hoy, los aspirantes que han ratificado sus intenciones. Luego, hay una serie de nombres que se especula que lo harán pronto; un ejemplo es Joan Laporta, que aspira a regresar al poder tras ser presidente entre 2003 y 2010, que fue diputado autonómico y concejal en Barcelona capital por formaciones abiertamente separatistas, y que es autor de frases como “la independencia no se pide, se declara”.

Es decir, que candidatos independentistas, haberlos, haylos. Algunos abiertamente, otros con menos fervor. Los hay que no dudarían en hacer proselitismo llegado el caso, los hay más prudentes al respecto. Debe tenerse en cuenta también que, como ocurre habitualmente, se puede prever que algunas de estas candidaturas se acabarán uniendo entre sí para tener más posibilidades de éxito en la competición. Con todo esto, que llegue al poder alguien dispuesto a ejercerlo para, como dirían sus enemigos, “contribuir a romper la unidad de España” es una posibilidad con la que hay que contar.

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