A pesar de las barbaridades rusas, esperamos que la paz triunfe en Ucrania | Carta del lector

Ante lo que parecería inimaginable meses atrás sobre el inexcusable ataque militar ruso al territorio ucraniano, tan eslavo y tan cosaco como la misma Rusia, las especulaciones comenzaron y han continuado, tratando de elucubrar cuáles eran y son las verdaderas intenciones del país atacante.

Y todavía, luego de casi tres meses de batallas y destrucción, la incógnita continúa aunque, como es lógico, políticos, diplomáticos y militares discurren sobre la etiología de esta guerra, el momento actual y lo que devendrá luego de los masivos y deshumanizados ataques a la infraestructura civil de Ucrania, la pérdida de vidas, la huida en estampida y la inesperada resistencia heroica de ucranianos y ucranianas de todas las edades, secundados por una efectiva asistencia militar de Occidente.

Si partimos de los anuncios iniciales de la Federación Rusa, invocando las razones para ese ataque, llamado “operación militar especial” o algo así, se veía a priori que no hay proporción entre el principal alegato relacionado sobre la posible integración de Ucrania a la OTAN y el masivo intento de invasión. Todo el mundo y el señor Vladimir Putin han sido testigos por años que esa organización ha pospuesto una y otra vez la admisión de Ucrania en la misma para que Rusia no interprete ese paso como una “provocación” de occidente. Históricamente, el enorme país ha estado paranoide ante una posible nueva invasión por parte de Europa, como sucedió en el siglo XIX con Napoleón Bonaparte y en el XX desde la Alemania nazi de Adolfo Hitler.

Otras cínicas excusas y acusaciones a los ucranianos, tildándolos de nazis y cosas por el estilo, no se han considerado consistentes con un ataque de tal envergadura sin ni siquiera existir una declaración de guerra. La masiva, abrumadora e inexplicable destrucción de las ciudades nos recuerdan un poco los bombardeos masivos a Inglaterra por parte del nazismo, con la intención de provocar la rendición del Reino Unido.

Como las supuestas “preocupaciones” rusas se relacionan también con la Península de Crimea, las provincias del Donbás, a ojos vista estas preocupaciones tampoco justificaría esta guerra de arrase y destrucción a no ser la intención no declarada de obtener una pronta rendición incondicional de las autoridades ucranianas, con su presidente Volodimyr Zelenbski y el alto mando militar a la cabeza.

El poderío militar ruso hasta ahora se ha mostrado muy rudimentario y basado solamente en alguna aviación y mucho uso de misiles crucero y cohetería ponderosa, pero convencional, tratando de todas maneras de amedrentar también a Europa para extender a su antojo el control ruso de exrepúblicas soviéticas, mientras el poniente europeo se paralizaría ante el pavor de un posible uso de armas nucleares, ya sean tácticas o estratégicas. Por suerte, este objetivo ha fracasado rotundamente y ha provocado una reacción del todo opuesta

A estas alturas de tanta sangre vertida, desamparo y destrucción sufrida por el país de Ucrania, habrá que entender que, aunque posee toda razón moral e histórica, ese país, a pesar de su ejemplar heroísmo y orgullo nacional supremo, posiblemente –también por presión internacional tras bambalinas- intente llegar a algún tipo de arreglo no humillante con su par ruso, país que a su vez también intentará una salida “honorable” a pesar de sus ingentes pérdidas humanas y materiales en esta guerra sin sentido.

A más de las acusaciones, desprecio y presión internacional generalizada. En este escenario, Ucrania buscará posiblemente encontrar un poco de alivio para el país y volver pronto a algún tipo de acuerdo, de cese al fuego, de paz interina, de tregua o de armisticio que suspenda las hostilidades, hasta lograr un arreglo final que complazca en algo a ambas partes y traiga paz, aunque queden pendientes por ahora los temas de justicia, crímenes de guerra, etc.

Aunque en sus declaraciones, el presidente de Ucrania Volodymyr Zalenski se mantiene firme en no sacrificar ni un ápice del territorio nacional, en la práctica, por las razones arriba mencionadas, habrá que llegar a algún arreglo y concesión, que pudiera implicar el aceptar como permanente la incorporación de la Península de Crimea a la Federación Rusa, basado en que lo fue hasta el año 1954.

Otra semi-concesión a Rusia sería convertir al Dombás en dos provincias “autónomas” de Ucrania, aunque con ciertas condiciones que garanticen la preocupación rusa por sus fronteras y por la mayoría ruso-parlante. Así mismo, el gobierno de la nación atacada permitiría el libre uso del idioma ruso tanto en Donestk como en Luhansk y libre tránsito en esa frontera.

En otro ángulo, Ucrania podría aceptar no solicitar su incorporación a la OTAN, digamos por 10 años, mientras la OTAN, a su vez, promete aceptar este acuerdo. A discutirse de nuevo en ese término.

Ucrania también se comprometería a no permitir armas estratégicas ofensivas en su territorio, aunque manteniendo su ejército incluyendo aviación, como cualquier otra nación soberana.

La nación ucraniana mantendría su gobierno y sistema político actual, al igual que el cronograma de sus futuras elecciones y otros asuntos afines.

A pesar de los últimos acontecimientos que desangran tanto a Ucrania como a los jóvenes militares rusos, sólo nos queda orar para que Dios ilumine a los dos gobiernos y al mundo, para que se logre una paz duradera y Ucrania, Europa y el mundo respiren tranquilos, luego de todas las barbaridades ocurridas durante esta injustificable invasión a un país soberano. Que así sea.

Efraín R. Infante, Miami.