La ciudad en la que se multa y castiga a los chismosos

Persecución contra los chismosos en una ciudad de Filipinas. Foto: Getty Images.
Persecución contra los chismosos en una ciudad de Filipinas. Foto: Getty Images.

Los habitantes de un municipio filipino cansados por las peleas y los conflictos entre los vecinos decidieron multar a las personas que propaguen chismes.

“Chismes, el talento de los filipinos/chismes, la marihuana del país/la adoración a los chismes”, dice la letra de la canción “Chismis” del reconocido artista filipino Rico Blanco, donde retrata la vida de las personas que se reúnen al atardecer en cada uno de los barangay o barrios de Filipinas para hablar de las “noticias”.

Los hombres acostumbran reunirse en un lado y las mujeres en otro para conversar sobre el último chisme mientras se protegen del sol inclemente en la provincia de Pangasinán, unos 215 kilómetros al norte de Manila, la capital de Filipinas.

El problema es que muchas veces los chismosos afectan la reputación de alguien del pueblo y ahí comienzan los conflictos y peleas entre vecinos. Para evitar eso, el alcalde del municipio de Binalonan, Ramón Guico III, emitió una ordenanza en la que multa a las personas que esparzan chismes.

En una entrevista con el diario The Wall Street Journal (WSJ) el líder local aseguró que cuando más se propagan los rumores es el verano, días en que el calor abrasador lleva a los chismosos a buscar protección debajo de las acacias. Y “así es como todo empieza”, asegura.

Los chismes generalmente incluyen temas como sexo, infidelidades, embarazos fuera del matrimonio, homosexualidad, apariencia física, deudas, rendimiento académico, entre muchos otros temas que son comidilla diaria de todos.

“Es una perdida de tiempo. Uno pensaría que la gente tendría algo mejor que hacer”, dijo Guico al WSJ, al intentar explicar porque emitió esa ordenanza en la que se permite reprimir los chismes o “chismis”, como lo llaman los filipinos.

Residentes de Binalonan, ciudad situada al norte de Filipinas. REUTERS/Erik de Castro
Residentes de Binalonan, ciudad situada al norte de Filipinas. REUTERS/Erik de Castro

Una medida que se está extendiendo

El primero en establecer este tipo de multas para tratar de contener los chismes fue el barangay de Moreno en 2016 y pocos meses después el barangay de Capas, ambos pertenecientes a Binalonan.

El presidente del barangay Capas, Danilo Tabucol, aseguró en ese entonces al diario filipino The Star que su ordenanza “anti-chismes” ha ayudado a mantener y el orden entre las familias, dado que a aquellos a los que se les ha comprobado que divulgan mentiras han sido multados y son obligados a prestar servicios comunitarios.

“Aquí en Filipinas somos conscientes de que los problemas creados por los chismes o intrigas causan peleas entre amigos, familiares o vecinos", dijo.

El nuevo estatuto aprobado en el municipio tiene contentos a la mayoría de los residentes, pero los chismosos no están tan felices.

La primera sanción

Tabucol recordó que una mujer fue la primera en ser sancionada con servicio comunitario por difundir un rumor falso contra alguien de la comunidad. La investigación “de tres niveles” del barangay la encontró responsable y, aunque no tuvo que pagar multa, sí se le impuso una pena de servicio comunitario para demostrar a los lugareños la seriedad de la nueva ordenanza.

“Le dimos una oportunidad para que no lo repitiera", señaló.

La regulación contra los chismes impone una pena de servicio comunitario, la mayoría de las veces recoger basuras en el pueblo, más 300 pesos filipinos (5,79 dólares) por la primera vez, 500 por la segunda (9,65 dólares) o 1.000 pesos (19,29 dólares) por la tercera ofensa.

Varias personas se han burlado de la inusual ordenanza y les han dicho a los líderes de los diferentes barangay de Binalonan que parece que tienen un problema serio con los chismes.

“Lo importante es que les mostramos que implementamos este tipo de ordenanzas para el bien de la gente”, dijo sobre el tema Tabucol.

Por qué lo hacen

La encargada de recibir las quejas de los residentes es la líder del consejo local, Jovelyn Manaois, y con los demás miembros del consejo deciden las sanciones a imponer en caso de comprobar que una persona esta divulgando chismes.

“No hemos tenido que castigar a nadie por una segunda ofensa porque nadie quiere ser visto como un chismoso”, subrayó.

Sin embargo, con las elecciones regionales a la vuelta de la esquina, los chismes, sobre todos los políticos, son pan de cada día y sobre Manaois dicen que ella tiene mucho dinero.

“¿Quién les dio esa idea? Yo no soy rica”, aseguró al WSJ.

Por su parte, el alcalde de la ciudad Guico indicó que eliminar los chismes es parte de un plan para mejorar la calidad de vida en la ciudad, que ha llevado a prohibir también otras actividades como los karaokes después de las 10 de la noche o colgar la ropa interior en sitios de transito público para que se seque después de lavarlas.

Sin embargo, muchos filipinos creen que en su país el chisme no tiene una connotación negativa necesariamente y por el contrario es una actividad social que hace parte de la cultura filipina para integrar a las personas de los barangay y dar a conocer las historias del barrio.

Además, dicen muchos, si cuentas tus problemas podrás recibir apoyo y consejos de tus vecinos, sin necesidad de acudir al psicólogo.