Forman parte del “peor club imaginable” y en un autobús escolar atraviesan EEUU para darse apoyo
UVALDE, Texas — Manuel y Patricia Oliver llevaban más de una semana de viaje cuando detuvieron su autobús escolar, con una bandera estadounidense, en un parque de la ciudad de Uvalde. No sabían con certeza cuánta gente los recibiría aquel día abrasador.
Entonces empezaron a llegar las familias. Padres, abuelos, hermanos y otros parientes de algunas de las 22 personas asesinadas el año pasado en la escuela primaria Robb entraron a raudales en el parque, abrazando a la familia Oliver y abrazándose entre sí. También lo hizo una mujer que perdió a su hija en un tiroteo escolar en Santa Fe, Texas, donde fallecieron 10 personas en 2018. La familia Oliver había recorrido medio país hasta Uvalde con su propia historia: el hijo de la pareja, Joaquín, fue una de las 17 personas asesinadas en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, Florida, hace cinco años.
La familia Oliver llegó a Texas un día de julio para encontrarse con otras personas que también entienden en qué se han convertido sus vidas y trabajar con ellos para evitar que tragedias como esas vuelvan a ocurrir.
“Busco ayudar y también recibir ayuda”, afirmó Manuel Oliver. “Todos sabemos de la existencia de los demás. ¿Por qué no empezamos a planificar juntos? ¿Y si podemos apoyarnos unos a otros?”.
Mientras siguen produciéndose tiroteos masivos en escuelas, centros comerciales y lugares de entretenimiento de todo Estados Unidos, un dolor insondable ha unido a una liga cada vez mayor de familias. En llamadas telefónicas nocturnas y reuniones en persona, han compartido consejos y lágrimas con otros padres de tiroteos pasados, a sabiendas de que nadie más podría entender lo que significa perder a un hijo de una manera tan violenta y pública.
Rhonda Hart, la madre de Santa Fe, acudió al acto de Uvalde el mes pasado porque ahora algunos de los familiares allí presentes están entre sus mejores amigos. Todos forman parte del “peor club imaginable”, narró.
Este verano, los Oliver se dispusieron a recorrer el país en un autobús escolar adaptado, deteniéndose para recordar a las víctimas en una veintena de lugares que han alcanzado una dolorosa notoriedad. Entre ellos: Littleton, Colorado (13 muertos en 1999); Aurora, Colorado (12 muertos en 2012); Charleston, Carolina del Sur (nueve muertos en 2015); Orlando, Florida (49 muertos en 2016); Las Vegas (58 muertos en 2017) y Nashville, Tennessee (seis muertos este año).
En las próximas semanas, visitarán Newtown, Connecticut (26 muertos en 2012), las Naciones Unidas en Nueva York y el Capitolio en Washington. El recorrido está financiado por la organización sin fines de lucro de la pareja, Change the Ref.
A su llegada a Uvalde, con temperaturas cercanas a los 38 grados Celsius, Patricia Oliver dijo que estaban motivados en el viaje en parte porque su hijo, Joaquin, había sido un activista en temas que van desde la violencia armada hasta la discriminación. Junto a ella, abordo en el autobús, Sam Schwartz (cuyo primo, Alex Schachter, también fue asesinado en Parkland) señaló que, en los ocho días transcurridos desde que comenzó la gira en autobús el 3 de julio, se habían producido decenas de incidentes en los que le habían disparado a cuatro o más personas.
En estos momentos, las familias ejercen presión desde todos los puntos de vista. Los Oliver instalaron puestos para promocionar chalecos antibalas y resaltar lo absurdo de la violencia armada en Estados Unidos, y también llevaron a cabo un plantón en el Congreso. En la Comic-Con presentaron un muñeco cabezón que maldecía a la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su sigla en inglés) y publicaron un libro de cartón para niños (con el título en inglés, “Joaquin’s First School Shooting”) con dos agujeros en cada página. La familia Oliver también usó tecnología de inteligencia artificial para producir un video en el que aparece su hijo fallecido con un mensaje sobre la violencia armada. En marzo, Manuel Oliver fue detenido tras interrumpir una audiencia del comité convocada por los republicanos de la Cámara de Representantes en apoyo de los derechos de la Segunda Enmienda.
Joaquín, un joven de 17 años que escribía poesía y jugaba basquetbol, murió al salir de su clase de escritura creativa en Parkland cuando un hombre de 19 años, armado con un rifle estilo AR-15, comenzó a dispararles a los estudiantes en pasillos y salones de clase.
El tiroteo inspiró a los estudiantes sobrevivientes de Parkland a liderar la campaña “March for Our Lives” para presionar a los legisladores federales para que actuaran. La gira por carretera, señaló la familia Oliver, fue una extensión de esas acciones.
La jornada en Texas empezó en Austin, donde el grupo les suplicó a los legisladores que tomaran medidas. Después de un viaje de tres horas en automóvil hasta Uvalde, visitaron monumentos conmemorativos por toda la ciudad, donde dejaron rocas pintadas por familias de Florida.
Brett Cross, tío y tutor de Uziyah García, de 10 años, una de las víctimas de Uvalde, subió al autobús y ayudó a dirigirlo por la ciudad. Durante el trayecto, un voluntario editaba videoclips en una computadora portátil; otro coordinaba un próximo acto en Chicago y Patricia Oliver compartía fotografías con sus seguidores en su ciudad. El autobús pasó por un bache y Cameron Kasky, un exestudiante de Parkland que ayudó a organizar la Marcha por Nuestras Vidas, sujetó una pila de cajas llenas de muñecos cabezones contra la NRA.
En el acto celebrado en el parque, las familias procedentes de Parkland y Santa Fe le hablaron a la multitud y a las cámaras de televisión congregadas, instando a quienes no se han visto afectados por semejante tragedia a que también presten atención a sus llamamientos. Hart le pidió a la gente que votara.
Una pantalla en el autobús proyectaba imágenes y videos de muchos de los niños asesinados en Uvalde. Sus familiares, unidos ahora a las demás familias, también tomaron la palabra. Kim Rubio, madre de Lexi Rubio, dijo que se preguntaba por qué las imágenes de sus hijos no bastaban para hacer los cambios necesarios. Vincent Salazar, abuelo de Layla Salazar, comentó que los niños tenían miedo de ir a la escuela. Ana Rodríguez, madre de Maite Rodríguez, abogó por la prohibición de los fusiles de asalto.
Julissa Cazares Rizo, tía de Jacklyn Cazares, otra víctima de Uvalde, advirtió: “Nunca pensamos que nos pasaría a nosotros. No crean ni por un segundo que no les ocurrirá a ustedes”.
c.2023 The New York Times Company
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