Ancianos de La Pequeña Habana obligados a abandonar sus apartamentos ahora se preguntan qué pasará

El mercado inmobiliario en Miami y su gentrificación ahora arrasa con ancianos obligándolos a abandonar sus apartamentos y no tienen a dónde ir

Juana Nelia Alfonso tiene 88 años y vive en el edificio desde hace unos 15, dijo: “Todavía no tengo adónde ir y tengo que marcharme a final de mes”.
Juana Nelia Alfonso tiene 88 años y vive en el edificio desde hace unos 15, dijo: “Todavía no tengo adónde ir y tengo que marcharme a final de mes”.

Irse a vivir con unos amigos a los 20 años es una cosa, pero si usted tiene 73, está jubilado, tiene sus costumbres y dolencias en las rodillas y la espalda, alojarse con amigos y mudarse a otro lugar es brutal.

Estos son tiempos difíciles para los ex habitantes del edificio Holy Comforter Senior Housing en La Pequeña Habana, que antes era un alegre hervidero de actividad donde los ancianos vivían, jugaban dominó y bebían café cubano a tiro de piedra de la iglesia que nutrió a muchos de ellos y les daba un sentimiento de pertenencia.

Esos apartamentos, la iglesia y su tranquilidad pronto serán historia

Casi todos los 42 apartamentos del edificio de tres pisos en 190 SW 13 Ave., en La Pequeña Habana, se han vaciado desde que la iglesia, propietaria del edificio, comunicó a los vecinos en una carta fechada el 5 de julio que debían desalojarlo antes de finales de octubre.

En esa carta, y en comunicaciones posteriores, se afirma que el edificio, construido en los años 70, tuvo que ser desalojado porque su seguro fue cancelado y que, en cualquier caso, el edificio ha dejado de ser útil. La iglesia y la Diócesis Episcopal del Sureste de la Florida, de la que forma parte, afirman que de su huella surgirá un nuevo edificio “de última generación” que les permitirá “continuar con la misión de proporcionar viviendas asequibles”.

Vista exterior de las instalaciones de Holy Comforter Senior Housing en Miami.
Vista exterior de las instalaciones de Holy Comforter Senior Housing en Miami.

Pero algunas de las personas que han vivido allí durante años, y que dicen que su edificio está cualquier cosa menos desgastado, se sienten amargadas, abandonadas y sospechan que el dinero, concretamente, la oportunidad de sacar provecho de un mercado inmobiliario al rojo vivo, es el verdadero motivo de la pérdida de sus viviendas.

La iglesia ha dejado de hablar con los medios noticiosos, salvo a través de una empresa de relaciones públicas, Conceptual Communications. El equipo de relaciones públicas confirmó que la iglesia ofreció ayuda con la transición en forma de un descuento de 15% en servicios de mudanza, un mes de alquiler gratis e información de contacto para recursos como la Vivienda Pública y Desarrollo Comunitario de Miami-Dade. También se repartieron suministros para la mudanza y una tarjeta de regalo de Publix para reponer productos perecederos.

A pesar de esa ayuda, algunos vecinos permanecen en el lugar a poco más de una semana del cierre previsto del edificio.

Los precios de la vivienda en Miami se han disparado en los últimos años, lo que dificulta a muchas personas encontrar un espacio asequible. Pero para los habitantes de edad avanzada puede ser especialmente difícil navegar el proceso de búsqueda de vivienda, que en los últimos años se ha vuelto cada vez más digital, una esfera que es ajena a muchos ancianos.

Mientras averiguan dónde van a vivir, algunos de los vecinos, que han pagado entre $800 y $900 por un estudio o un apartamento de un dormitorio, han tenido que deshacerse de la mayoría de sus pertenencias de toda la vida —camas, cuadros, lámparas, libros— en previsión de mudarse a un espacio más pequeño.

“Realmente me enfurece, porque todos lo veíamos venir”, dijo el Dr. Edward Murray, director asociado del Centro Metropolitano en la Universidad Internacional de la Florida (FIU), en Miami, refiriéndose en general a la escasez de viviendas asequibles. Participó en la redacción de un plan de vivienda asequible en 2018 para Miami-Dade que nunca se adoptó por completo.

Muchos vecindarios de Miami, incluidos La Pequeña Habana y Allapatah, tienen altos porcentajes de adultos mayores de bajos ingresos que viven de pocos ingresos y el plan habría tomado medidas para garantizar que las personas mayores pudieran permanecer en sus vecindarios a pesar de la urbanización.

Algunos de los habitantes de Holy Comforter viven ahora a dos o tres horas en auto, en Cape Coral, cerca de Fort Myers.

Murray afirma que no se trata de gentrificación, sino de un nuevo modelo de urbanización impulsado por un mercado de inversionistas.

“La conclusión es que se gana mucho dinero construyendo viviendas en el espectro de ingresos altos y todos los demás quedan fuera”.

Los habitantes, algunos de ellos enfermos y de pocos ingresos, dicen que inicialmente se les dijo que no tenían que pagar alquiler en octubre.

Luego, dicen, cuando siguieron ese consejo, recibieron avisos de que debían desalojar el edificio antes del 13 de octubre, 18 días antes de lo que esperaban.

En una reunión celebrada en el pequeño vestíbulo del edificio poco después del envío de la notificación de desalojo, los vecinos se mostraron molestos. Algunos se sintieron traicionados tras haber sido durante mucho tiempo feligreses de Holy Comforter, la iglesia al otro lado del estacionamiento del edificio.

Los vecinos dijeron al Herald que en julio pidieron una prórroga, pero se les denegó.

La senadora estatal Ileana García se interesó por el edificio después de enterarse por las noticias que los vecinos necesitaban desalojarlo. Dijo al Miami Herald que después de reunirse con los vecinos se puso en contacto con Citizens, la compañía de seguros de último recurso en la Florida. Le dijeron que Citizens podía haber encontrado la forma de asegurar el edificio.

García dijo que estaba claro que los propietarios estaban empeñados en demoler y reconstruir.

Juana Nelia Alfonso tiene 88 años y vive en el edificio desde hace unos 15.

“Es muy feo lo que está pasando aquí”, dijo Alfonso en español. “Todavía no tengo adónde ir y tengo que marcharme a final de mes”. En octubre no pagó el alquiler porque creía que no era necesario.

Alfonso se sentó a la pequeña mesa de la cocina de su estudio, donde había empezado a empaquetar sus cosas. Le encanta su apartamento, aunque es pequeño. Su cama estaba bien hecha, con una colcha blanca y sábanas blancas. Detrás de la cama había una planta frondosa y al lado una bicicleta estática. En la pared había fotos de su familia.

“Los apartamentos son bonitos, ¡no sé por qué quieren destruirlos!”, dijo la mujer, que siguió a sus dos hijos a Estados Unidos después de 25 años limpiando casas en Cuba, trabajando en la residencia del Consulado danés.

“No tengo dinero para mudarme y no sé cuál es mi destino”, dijo.

Sus dos hijos tienen familia y viven hacinados. No quiere ser una carga para ellos.

“No sé si voy a vivir debajo de un puente”, dijo.

Ese mismo día, un ex vecino del edificio, José Olive, de 73 años, llevó en auto a Alfonso a la tienda para que comprara algunos víveres. Olive se mudó del edificio y duerme en casa de un amigo. Pero no puede estar allí durante el día, así que pasa el tiempo en la calle y está encantado de ayudar a Alfonso.

Algunos de los habitantes de Holy Comforter tienen cupones del Plan 8, un programa federal de viviendas subvencionadas. Para ellos ha sido más fácil encontrar un nuevo apartamento.

Joel Díaz Romero, de 77 años, refugiado político de Cuba enfermo del estómago, pudo encontrar un apartamento paseando por el barrio y preguntando si los caseros aceptaban el Plan 8.

Como muchos habitantes, solía asistir a la iglesia episcopal todos los domingos.

La Oficina de Activismo de Vivienda de Miami-Dade ha estado trabajando con la ciudad de Miami para proporcionar recursos a los ancianos, que incluyen la oferta de solicitudes aceleradas para centros de vida asistida (ALF) y ayuda para quienes tienen cupones del Plan 8.

Aun así, quedan algunos vecinos que no pueden encontrar un apartamento asequible y no están dispuestos a ir a un ALF después de haberse acostumbrado a vivir independientemente.

Juana Neli Alfonso ya no es una de ellas. Contactada por teléfono el viernes, días después de ser entrevistada inicialmente, rompió a llorar al describir cómo acababa de mudarse a una pequeña habitación en casa de un familiar.

El reverendo Rafael García, autor de la notificación de desalojo, dijo que no fue decisión suya cerrar el edificio, sino de la Diócesis Episcopal.

García es presidente de la Holy Comforter Senior Facility Inc., propietaria del inmueble.

Hasta el momento se han presentado siete desalojos formales, según la Secretaría de Tribunales de Miami-Dade, y cada día hay menos personas viviendo los últimos años de su vida en esos apartamentos, y más apartamentos vacíos y sin puertas, listos para ser demolidos.

“Esta situación llama la atención sobre el hecho de que los habitantes de Miami están sufriendo un mercado de la vivienda inalcanzable”, dijo Yesenia Arocha, abogada de Legal Services of Greater Miami, que está ayudando a los habitantes con su difícil situación.

“Como comunidad, tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que estas personas tengan un lugar adonde ir”, añadió.

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