AMLO y la promesa de retirarse de la política: adiós al protagonismo

López Obrador en su conferencia de prensa del 24 de junio. (Saúl Peña/ObturadorMX/Getty Images)
López Obrador en su conferencia de prensa del 24 de junio. (Saúl Peña/ObturadorMX/Getty Images)

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ya tiene fecha para el fin de su mandato como presidente de México: el próximo 1 de octubre tendrá que traspasar la banda presidencial a Claudia Sheinbaum, ganadora de los comicios del pasado 2 de junio. Los siguientes meses, sin embargo, no serán menos intensos para el todavía mandatario, que antes de marcharse tiene una pugna abierta para reformar el poder judicial. Pero, según sus palabras, una vez que deje su cargo, también sellará su retiro de la política.

Ya dejó dicho que tiene plena confianza en su sucesora y que, por lo tanto, únicamente volvería en una situación extraordinaria: “Sólo que hubiese una situación gravísima. Por ejemplo, una invasión, una guerra, pero eso no va a haber, eso no va a haber. No. Si me pide que yo ayude en algo, ayudo, sí, ahora sí que la patria es primero”. Según sus dichos, tampoco aceptará invitaciones de ningún tipo: será el fin de las apariciones públicas para el político mexicano que más reflectores ha tenido al menos durante todo el siglo XXI.

El retiro suele ser un tabú para los expresidentes. La experiencia moderna dice que muchos de ellos, en efecto, suelen desaparecer de la vida política y (casi siempre) también pública. Fue el caso de Enrique Peña Nieto, que se fue a vivir a España y recién este año concedió su primera entrevista luego del fin del su mandato (diciembre de 2018). Es una tradición priista. Ernesto Zedillo también se alejó de la política y, en cambio, extendió sus labores como economista, al haber fungido como consejero de empresas tales como Procter and Gambloe, Alcoa y Union Pacific. De igual modo, fue director del Centro para el Estudio de la Globalización, en la Universidad de Yale.

El caso de Carlos Salinas de Gortari fue particular: su sucesor, Zedillo, pareció emprender una cruzada contra él, que incluyó el arresto de su hermano Raúl (finalmente absuelto de las acusaciones de asesinato en el caso Ruiz Massieu en 2005; y también por cargos de enriquecimiento ilícito, en 2014). En 1995, Salinas se exilió en Irlanda y volvió al país cuatro años más tarde. Su desaparición de la vida política fue total. Se limitó a dar conferencias en algunas universidades extranjeras y otorgar selectivas entrevistas (todas, altamente polémicas, precisamente por la poca frecuencia con la que habla con la prensa).

La dinámica ha sido diferente para los dos expresidentes panistas. En el caso de Vicente Fox Quesada (2000-2006), aunque se ha dedicado a sus negocios personales, ha tenido una intensa actividad en redes sociales, siempre opinando sobre el estado del país y generando un sinfín de controversias. Por su parte, Felipe Calderón (2006-2012) tomó cierta distancia, pero, además de mantenerse activo en redes sociales y en los medios, trató de volver a la arena política con la fallida fundación de México Libre, el que sería su partido político (pero no consiguió el registro). Ha dado clases en la Universidad de Harvard y obtuvo un cargo como presidente de una Comisión en la Federación Internacional de Automovilismo (FIA).

López Obrador ya ha establecido que no volverá a intervenir, ni siquiera a aparecer, en la vida política de México. Será, desde luego, una promesa puesta a examen todo el tiempo. El menor desliz, la más breve opinión o aparición, le valdrá una oleada de críticas. Por algo ha empeñado su palabra. Y no sólo es ese riesgo: también puede sumarle presión a Claudia Sheinbaum si reaparece. En caso de que sea cierto y haya dicho la verdad, los últimos meses de López Obrador como protagonista político de México están por esfumarse.