“Cuando un amigo se va“: celebrando a Pedro Yanes / In Memoriam

“Cuando un amigo se va

queda un espacio vacío

que no lo puede llenar

la llegada de otro amigo...”

Así lo dijo con tanta certeza Alberto Cortez. Se nos ha ido el gran cubano Pedro Yanes a los 95 años. Un amigo entrañable que todo el mundo literario de Nueva York conocía desde 1960 cuando empezó a trabajar en la librería Las Américas, de la cual llegó a ser dueño en 1979.

Desde estas líneas quiero compartir lo que fue Pedro Yanes para un grupo de profesoras universitarias como yo en Nueva York. Lo que es tener a alguien siempre a tu lado, compartiendo. Ni un padre, ni una madre necesariamente hace esto. Reprochan, reclaman, educan, comentan. Pedro Yanes no hacía eso. Siempre nos animaba -y yo sé que no solamente a mí- sino a todo el mundo en su entorno. Reunía y conectaba a las personas, insistía en que ayudáramos a fulano o a mengana. A Pedro no se le podía decir que No.

Una persona de detalles, que nunca se olvidaba de mandar tarjetas de felicitación para celebrar cualquier evento, firmadas a mano por él... o cuando iba a recoger a algún amigo o amiga en el aeropuerto. Nadie hace eso hoy en día... Pedro sí, ¡y lo hizo por muchos años! Y a cuántas personas hospedaba en su casa con su siempre adorada compañera, su elegante y tolerante esposa María Cristina Álvarez, quien “compartía” a Pedro tan generosamente con tantas amigas... cada una convencida de que ella era la más especial y apreciada por Pedro.

Nueva York con Pedro: cenas, teatros, tertulias. En Las Américas con García Marquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Montes Huidobro, Heberto Padilla, Severo Sarduy, Francisco Ayala, Juan Goytisolo. y muchos otros.

En Miami con Pedro -visitas a su casa en Key Biscayne y luego en su apartamento frente al mar... Cuando me visitaba en Boynton Beach para verme actuar en mis shows... Giras con Gloria Leal por Miami para mostrarnos las nuevas maravillas arquitectónicas.

¡Cuánto echaremos de menos a Pedro! Las conversaciones a las tantas de la madrugada, manejando desde el cayo en Miami a Boynton Beach, cayéndome de sueño, mientras él me acompañaba por todo el viaje en el teléfono. Los consejos, siempre sabios en cuanto al mundo de las letras y las relaciones humanas.

Más que nada el amor incondicional que me brindó -y para decir la verdad- que brindó a todos, los más cercanos y los más lejanos, aceptando a todos tal como son y tal como no son, sin reproches, ni crítica.

Echaré de menos su voz diciendo:

“Siéntate y hazlo, no pierdas tu tiempo”.

“Llama a tal persona, que no se siente bien”.

“Escribe algo sobre el nuevo libro de X, o la muerte de Y”.

“No pierdas tu tiempo en pequeñeces...”

Y mis compañeras, amigas desde los 60, profesoras de español, también echarán de menos sus palabras esenciales. Pedro vivirá siempre en nuestros corazones. Linda Levine, catedrática jubilada de Montclair University, Elizabeth Starcevic, catedrática jubilada de City University de Nueva York, Cuny; Cathy Rovira, catedrática jubilada de John Jay College, Cuny.