Ameera Harouda, la mujer que arriesga su vida a diario para contar las historias de Gaza

“Ese día llamé a mi madre y le dije que cuidase de mis niños porque sentía que no iba a sobrevivir”

Las palabras salen casi sin pensar de la boca de Ameera Harouda, una mujer palestina, que hace uno de los trabajos más difíciles del mundo: ser guía para los periodistas extranjeros en Gaza, una estrecha franja de tierra en la que viven más de 1,5 millones de personas y que sufre con dureza desde hace décadas el conflicto entre israelíes y palestinos.

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Ameera trabajando en Gaza.

Ameera recuerda con todo lujo de detalles ese día en el que pensó que nunca volvería a casa, que no iba a abrazar más a sus dos hijos, ni a ver a su marido. Así es la vida en Gaza, donde vivir o morir depende en más ocasiones de las debidas de no estar en el lugar y en el momento equivocados.

En esa ocasión, ella recorría junto a varios periodistas extranjeros un mercado, intentando documentar el último ataque israelí cuando empezaron los bombardeos de nuevo.

“Atacaron y nosotros estábamos allí. Estaba segura de que iba a morir ese día. Otros periodistas y la gente de las ambulancias resultaron heridos”, nos relata en una entrevista.

Pero una vez más se salvó y pudo volver a casa en una rutina que lleva haciendo desde 2005, cuando empezó este trabajo en el que además de guiar a los periodistas por las calles de Gaza, también se encarga de facilitarles el trabajo y hacer de traductora. Una tarea complicada que ella sigue haciendo feliz, pese a los evidentes riesgos que tiene.

“Claro que tengo miedo de hacer este trabajo porque no es nada fácil en Gaza. Cuando hay guerra no sabes cuáles son los objetivos de Israel, así que estás en riesgo todo el tiempo y en cualquier lugar. Pero lo que me hace seguir es que me encanta: puedo conocer gente, ayudarles a contar sus historias y entender más de la sociedad en la que vivo”, reflexiona.

Una amenaza con el que ya ha aprendido a vivir pese a que hay mucha gente que no entiende por qué sigue haciéndolo. Pero ella tiene poderosas razones.

“Nadie se pone a sí mismo en peligro, pero en Gaza la situación es única y diferente a la de cualquier otro lugar en el mundo y si yo no hiciese este trabajo, mucha gente no entendería qué está pasando. También siento que puedo contar las historias de una manera que otros no pueden y tengo la habilidad de hacer que la gente hable con libertad”.

Pero Ameera es una persona acostumbrada a sortear las dificultades. Ya son 11 años de experiencia a sus espaldas que la han servido para romper con tópicos y tabúes. No es ni mucho menos frecuente que una mujer haga el trabajo que ella hace en una sociedad tan conservadora y tradicional como la palestina. Gracias a su labor y a la de otras muchas, consiguen dar pasos adelante en la normalización y equiparación de derechos.

Por eso Harouda presume con orgullo de que cuando empezó hace más de una década la sociedad la “rechazaba”, pero ahora han terminado “aceptando que las mujeres podemos dedicarnos a este campo”.

Un respaldo social que ayuda a Ameera a continuar realizando su labor, pese a que lo que lleva peor es el miedo de sus niños a que un día su madre no vuelva.

“A mi hija le encanta, pero me sigue llamando cuando estoy trabajando para decirme que tiene miedo por si no vuelvo o para comprobar que estoy bien. Respecto a mi hijo, es demasiado pequeño para entender, pero siempre quiere que me quede con ellos”, concluye.

Javier Taeño (@javiertaeno)