Algunos mitos o datos inexactos sobre las armaduras medievales

La literatura y la cinematografía, tanto histórica como de ficción, está llena de relatos ambientados en la Edad Media, una época en la que una de las cosas más comunes que existían era el ir encadenando una conflicto bélico tras otro con la intención de ir conquistando nuevos territorios, haciendo más grande la hegemonía de algún monarca y su reino e incluso guerras para evangelizar otras tierras y con claros propósitos religiosos.

Algunos mitos o datos inexactos sobre las armaduras medievales (imagen vía Pixabay)
Algunos mitos o datos inexactos sobre las armaduras medievales (imagen vía Pixabay)

Todas esas historias de aquel extenso periodo que nos han ido llegando centraban parte del protagonismo en los caballeros medievales y las gestas que estos consiguieron. Unos personajes que, frecuentemente, son retratados portando una armadura y señalando ese tipo de armazón de protección como si fuese algo de uso común entre quienes luchaban en aquel tiempo.

Pero algunos de los datos sobre las armaduras, que nos ha llegado hasta la actualidad, y que muchas personas dan como ciertos, en realidad son inexactos, tergiversados o simplemente se trata de mitos que han acabado incorporándose a nuestro conocimiento.

En primer lugar debemos tener en cuenta que las armaduras no estuvieron presentes durante toda la Edad Media, sino que, tal y como las conocemos, aparecieron hacia la última parte del medievo (finales del siglo XIV). De hecho, inicialmente la protección utilizada por quienes debían de ir a la lucha cuerpo a cuerpo fue mediante unas especie de camisones largos realizados de malla metálica que protegía (en cierta manera) de impactos de una flecha o un estoque de espada (aunque si estas llegaban con algo de fuerza podían traspasarlo y herir mortalmente).

También tenemos la imagen de que las armaduras eran usadas básicamente para los torneos a caballo, en los que dos caballeros contrincantes se enfrentaban cabalgando uno contra el otro portando una larga lanza y a modo de protección las utilizaban. En muchos de los relatos que describen esas luchas, se explica erróneamente que los participantes debían de ser subidos a sus respectivos animales con la ayuda de una especie de grúa, debido al peso de la armadura que portaban. Pero esto es una exageración, ya que estas pesaban alrededor de veinte kilos, pero quienes la llevaban eran lo suficientemente fuertes y musculados como para soportar tal peso y, con una ligera ayuda para impulsarse hacia arribar, subir al caballo.

Fue, sobre todo, con la aparición de las primeras armas de fuego, en el siglo XV, cuando empezó un uso más generalizado de las armaduras, componiéndose estas en sus inicios de unas placas metálicas que se iban acoplando a las diferentes partes del cuerpo que se querían proteger.

Al tratarse de piezas hechas a mano por herreros y casi únicas (ya que debían encajar a la perfección en quien las portaba), el precio de las mismas era muy alto y, por tanto, las armaduras no eran un equipo de protección que estuviese al alcance de cualquiera.

También se ha especulado sobre si hubo mujeres que utilizaron armaduras y, efectivamente, así fue (como fue el caso de las francesas Juana de Penthièvre y Juana de Arco). Pero la iconografía las representa, con unas protecciones que parecen estar hechas a medida, tampoco es correcta del todo, ya que cuando estas heroínas vivieron (siglo XIV y principios del XV, respectivamente) todavía no se había extendido la armadura tal y como se ha conocido posteriormente y lo que sí usaron fue las mencionadas placas de metal que protegían solo ciertas partes del cuerpo.

Otra de las cuestiones sobre la que existen datos inconcretos o erróneos es la que hace referencia a los caballeros que portaban la armadura y sobre cómo lo hacían a la hora de tener que hacer sus necesidades fisiológicas en el caso extremo de necesitar evacuar. Y en este asunto, la verdad, es que la información es diversa y, sobre todo, confusa, ya que la mayoría de historiadores apuntan a que esta fue siempre una cuestión menor en la escala de necesidades fisiológicas de los caballeros armados.

Algunos expertos apuntan a que, en caso de no poder aguantar, no habría habido problema alguno de hacérselo encima, debido a que en aquella época no se tenía tantos miramientos con las cuestiones higiénicas y de salubridad. Pero en realidad, tampoco hay suficiente documentación sobre el asunto, ya que no era algo de vital importancia. También hay quien indica que la inmensa mayoría de armaduras no cubrían el trasero por debajo (o sea, que no estaban unidas las piezas delantera y trasera por debajo de la entrepierna) y esto les facilitaba poder hacer sus evacuaciones sin problema alguno y, además es lógico que tuviese dicho diseño ya que de ese modo podían ir sentados cómodamente en el caballo.

Fuente de la imagen: pixabay

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