Alexis Vega, el jugador destruido entre lesiones y conformismo mientras Chivas lo trata como estrella
Alexis Vega salió de cambio al mediotiempo de la escandalosa derrota de su equipo, Chivas, a manos del América en una edición dispareja, otra vez, del llamado Clásico de Clásicos. El Rebaño, que había recuperado el rumbo el torneo pasado tras eliminar a los azulcrema en Semifinales, volvió a caer de manera rotunda (0-4). Ha sido esa la tendencia en los últimos años: sólo un equipo se presenta al partido (en los últimos diez cotejos, son cinco victorias para el América, dos empates y tres ganes para el Guadalajara).
Nada le salió bien a la oncena del serbio Veljko Paunovic, que vive su momento de mayor tensión desde que arribó al barco rojiblanco. Y, entre todo el caos, resalta el mal momento que vive Alexis Vega. Su situación es cada más crítica. Con apenas 26 años, se ha convertido en un jugador de ratos. Ese ha sido el gran mal que ha aquejado su carrera. Aunque tiene cualidades técnicas, ha padecido lesiones gravísimas que condicionaron su plenitud desde el primer momento.
Antes de llegar a Chivas, en diciembre de 2018, Vega ya había tenido dos cirugías de rodilla, en cada una, por rupturas de ligamentos. Aunque las lesiones mayores lo dejaron en paz durante un tiempo, los problemas regresaron a comienzos de este año, cuando en enero padeció una nueva lesión de rodilla que lo llevó al quirófano y lo hizo perderse cerca de dos meses de competencia. En junio pasado, Chivas informó que Vega padecía un desgaste articular en la rodilla derecha, que ya existía y simplemente volvió a presentarse.
El hecho es que Vega ha tenido muchos problemas a nivel físico. Solamente él sabe si el cuidado de su carrera es el adecuado, aunque algunos episodios dejan ver que siempre ha tenido predilección por la fiesta. A nivel público, fue famosa aquella salida en tiempos de pandemia junto a Uriel Antuna, que le mereció una sanción interna y el reclamo de la opinión pública. También en una entrevista con Ricardo Ángulo contó que, en sus días de juvenil con el Toluca, llegó a escaparse de la casa club para acudir a un antro.
A estas alturas, está claro que los futbolistas tienen derecho a divertirse como cualquier persona —siempre y cuando no se rompan las reglas, como hizo Vega en ambos casos citados—, pero esos antecedentes dejan mal parado a un jugador cuya carrera ha navegado entre la inconsistencia y los problemas de lesiones. Además, con Alexis hay un factor que vuelve todavía más complejo su caso: el estatus de estrella que se le sigue confiriendo. Y con ese estatus viene, desde luego, el aspecto económico.
Según ESPN, Alexis Vega cobra un salario anual de 5 millones de dólares, cifra que lo convirtió, el año pasado, en el jugador mejor pagado en toda la historia de Chivas. Y queda claro que ese dinero astronómico no se corresponde con lo visto en el campo: Vega no ha ganado ningún título con el Rebaño y suma 28 goles y 28 asistencias en 140 encuentros. Incluso si no se toma en cuenta el torneo Clausura 2020, suspendido por la pandemia, Vega registra un promedio de 3.5 goles (y también asistencias) por temporada. Una influencia baja y más si se toma en cuenta su categoría de jugador clave.
Su talento existe y también lleva consigo una historia de superación. Vega es un ejemplo de que jugadores que no provienen de familias privilegiadas pueden llegar a Primera División. Sin embargo, él mismo ha sepultado su carrera entre lesiones y conformismo. Muchas veces se ha hablado de una posible salida a Europa, y él mismo ha desestimado esa opción con un argumento que le sitúa en la comodidad: “Hay casos en los cuales a veces nos apresuramos sólo por cumplir el sueño de jugar en Europa y en seis meses o un año estás de vuelta; con un equipo que estuvimos en pláticas en Europa, me quería llevar, quería que jugara seis meses y si no me iba bien, regresara con otro equipo del futbol mexicano”, señaló en diciembre pasado, tras el Mundial, para TUDN.
Es un enigma la carrera de Vega. Para Chivas sigue siendo importante, porque es el único jugador que puede hacer algo diferente. Pero sus apariciones son, cada vez más, una cuestión de fe: puede pasar o no. Y de esos chispazos no debe depender un equipo supuestamente grande. La separación de caminos luce como una decisión óptima. Aunque, entonces, el problema sería ver qué equipo apostaría por un jugador tan proclive a las lesiones y que juega bien cuando quiere.
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