Alertan de un futuro con muchos millones de varones adultos sin empleo ni interés en conseguirlo
La pérdida de empleos en varias industrias y sectores que se registra en los países desarrollados es fuente de desasosiego social y tensiones políticas. En Estados Unidos, por ejemplo, amplios grupos sociales han visto transformada su realidad por la desaparición de empleos, sobre todo en la industria pesada y manufacturera, que antes proveían numerosas plazas y salarios bien pagados. Eso se ha traducido en una indignación ciudadana que ha trasminado la presente contienda por la Presidencia.
Algunos lo achacan a la globalización y la salida de fábricas hacia países de mano de obra más barata y buscan soluciones en la aplicación de sanciones a países ‘abusivos’ y medidas proteccionistas. Otros añaden que la automatización y la transformación de los procesos de producción han cambiado el perfil de la industria y desplazado a muchos trabajadores de las fábricas, estén éstas en Estados Unidos o en el desempleo. Es decir, muchos de esos trabajos estaban condenados de todos modos por la transformación de los procesos productivos.
Personas hacen fila ante una feria de empleo en Oregon. Con todo, la cantidad de personas sin trabajo que han dejado de buscarlo ha crecido en EEUU. (AP)
Las razones son múltiples y, en todo caso, las personas afectadas lo resienten genuinamente y, al mismo tiempo, la probabilidad de que esos empleos se recuperen en las cantidades y con las características que tenían antes es muy reducida. Y para algunos analistas el proceso de reducción de la fuerza laboral, sobre todo entre los varones adultos, no hará sino arreciar.
Eso es lo que, en líneas generales, afirma Nicholas Eberstadt en su libro ‘Men Without Work’: Estados Unidos tiene una cantidad récord de varones entre 25 y 54 años que no tienen empleo ni buscan conseguirlo. Una curiosa gráfica en la citada presentación de ese libro señala que a mediados del siglo pasado había cerca de un millón de hombres de esas edades sin trabajo ni interés en conseguirlo, cifra que subió al rango de los 8 millones en la actualidad.
Ciertamente, en 1948 la población era menos de la mitad de lo que es ahora, por lo que un aumento en el número de personas en la citada condición es obvio, aunque no en la magnitud en la que se ha registrado. Además, se compara la participación de los varones de esa edad en la fuerza de trabajo de Estados Unidos y algunos países europeos para mostrar que el caso estadounidense es más agudo que el de los países de Europa mencionados.
Por añadidura, se compara las actividades realizadas por los individuos de esa edad que tienen trabajo y los que no lo tienen ni son estudiantes: los primeros dedican, por ejemplo, 221 minutos al día en promedio a socializar, relajarse y divertirse, los segundos 489; los primeros dedican 532 minutos al cuidado personal y a dormir, los segundos 607; los primeros pasan 363 minutos en promedio trabajando, los segundos 7.
Sería la situación ideal para muchos si no fuese porque no trabajar implica no tener un ingreso estable ni las posibilidades de desarrollo personal y familiar vinculadas a una carrera profesional.
Y, como se afirma en The Washington Post, la tendencia es creciente, y si continúa como hasta ahora para 2051 el 24% de todos los adultos de esa edad estarían sin trabajo ni buscándolo, una transformación radical en la estructura socioeconómica del país.
La capacitación laboral y la adquisición de nuevos conocimientos y habilidades es clave a cualquier edad. (Reuters)
Ciertamente sería un cambio sustancial, si bien hay matices. A mediados del siglo 20, por ejemplo, el porcentaje de mujeres mayores de 16 años en la fuerza laboral era del 33.9%, cifra que subió a finales de la centuria a 59.8%, y alcanzó proporciones aún mayores, por ejemplo, en el grupo de entre 25 y 54 años de edad, que pasó de situarse en cerca de un tercio en 1948 a alrededor de tres cuartos en 1998, de acuerdo a un artículo publicado por la Oficina de Estadísticas Laborales.
Así, si bien ha existido una significativa pérdida de empleos para ciertos grupos de varones, también es cierto que su proporción en la fuerza laboral ha descendido en paralelo a un aumento de la proporción de mujeres. Muchos de esos hombres que han podido optar por no trabajar ni buscar trabajo tendrían, así, fuentes de ingreso familiar que les posibilitan mantenerse en esa circunstancia, situación que era menor hace décadas.
Adicionalmente, la fuerza laboral en sí será en el futuro proporcionalmente más pequeña por el hecho de que la población en general será más vieja en 2051 que lo que es hoy. Así una cantidad dada de personas desempleadas y sin buscar en empleo representará una proporción porcentual mayor de la fuerza laboral en el futuro que lo que es hoy.
Con todo, eso no significa que la existencia de millones de varones fuera de la fuerza laboral sea una buena noticia. En realidad no lo es y debe motivar, como en todo lo relacionado al empleo, reflexión y presentación de soluciones a escala de las políticas públicas y de las prácticas empresariales. Y aunque en el futuro podrían surgir nuevas circunstancias, por ejemplo tecnologías y opciones capaces de modificar la estructura actual del empleo (se ha dicho que la inversión en tecnologías limpias y en profesiones de salud podría generar en los próximos años millones de puestos de trabajo que actualmente no existen), actualmente es ciertamente urgente aportar nuevas oportunidades de educación, capacitación y empleo para propiciar el desarrollo económico general y mantener el tejido social.
En buena medida, las decisiones que surjan de la elección presidencial de 2016 será un paso crucial en esa encrucijada.