Alberto Martos lleva el drama rohinyá al Congreso de Naciones y Estados

Dublín, 10 oct (EFE).- Cinco años después del gran éxodo rohinyá, miles de mujeres y niños de esta etnia musulmana de Bimania siguen hacinados en la vecina Bangladesh, en el mayor campo de refugiados del mundo, en un peligroso limbo que retrata el español Alberto Martos en el documental “Vivir sin país”.

La cinta se proyectará este martes en el primer Congreso de Naciones y Estados (CNS, sus siglas en inglés), que se celebra en Belfast (Irlanda del Norte) para dar visibilidad a algunos de esos conflictos a los que la actualidad informativa deja en un segundo plano.

El nombre de Kutupalong, al sur de Bangladés, debería ser tan familiar como Gaza o Lesbos, pero no lo es, a pesar de que en este campo de refugiados viven en condiciones precarias y peligrosas más de un millón de personas.

Allí viajó en 2019 Martos para completar un relato construido con testimonios directos de protagonistas en Birmania, Londres, La Haya y de las propias víctimas, la mayoría mujeres y niños, quienes detallan la persecución genocida que sufren los rohinyás a manos del Ejército birmano.

“La situación es muy difícil, ahora se han cumplido cinco años de la gran migración y no ha cambiado nada. Están confinados en unos campos superpoblados donde no tienen libertad de movimiento, no pueden moverse por Bangladesh”, explica a EFE Martos, de la productora audiovisual ibicenca Pauxa Films.

Ahora, para descongestionar los campos, las autoridades bangladesíes están enviando a los refugiados a una isla remota del país, donde hay, recuerda, “un riesgo muy alto de ciclones, inundaciones” y otros desastres naturales.

Su situación no será mejor que en Kutupalong, donde la falta de seguridad pone en peligro las vidas de los refugiados. Las mujeres y niños, los más vulnerables, sufren acoso y a menudo caen en las redes de tráfico humano.

“Están indocumentados y cualquier mafia puede llevárselos con promesas. Después, desaparecen y nadie los puede reclamar porque a efectos legales no existen”, recuerda Martos, en referencia al limbo jurídico que ha padecido esta etnia desde la independencia de Birmania del imperio británico en 1948.

Desde entonces, sucesivos gobiernos y dictaduras militares, de mayoría budista, han sometido a los rohinyás a un régimen de apartheid al considerarlos como migrantes ilegales de Bangladesh, confinados, principalmente, en el estado de Arakán, en el oeste del país.

“A partir de ahí empezaron a sufrir persecuciones, abusos, falta de identidad. Birmania no los reconoce como ciudadanos y con ello se les niega el derecho a una educación formal, a la libertad de movimiento, no tienen acceso a la sanidad o a cualquier cargo político”.

Su suerte pudo cambiar con la llegada al poder en 2016 del partido político de la activista y premio Nobel de la paz Aung San Suu Kyi, cuyo prestigio internacional, no obstante, ha caído en picado por su negativa a condenar la limpieza étnica de los rohinyás e, incluso, por defender la represión llevada a cabo por la junta militar que dirige ahora el país.

Los protagonistas de “Vivir sin país”, expone Martos, piden un mayor compromiso por parte de la comunidad internacional.

“Quieren –recalca- que se posicione y ejerza un bloqueo efectivo a la junta militar, que los países dejen de hacer negocios con los militares birmanos, porque aunque haya una condena real, muchos países occidentales siguen tratando con la junta”.

(c) Agencia EFE