Albert Fish, el asesino que "resucitó" en TikTok, y otros deepfakes perturbadores

El popular género "true crime" ha saltado de la realidad al universo virtual gracias a la inteligencia artificial

Albert Fish, que clamaba haber asesinado a más de cien niños en la década de 1920 y fue ejecutado en la silla eléctrica en 1936, ha
Albert Fish, que clamaba haber asesinado a más de cien niños en la década de 1920 y fue ejecutado en la silla eléctrica en 1936, ha "resucitado" gracias a los milagros de la inteligencia artificial (Foto: Wikimedia Commons).

Había una vez asesino en serie, violador y caníbal que cometió sus crímenes en la década de 1920, fue ejecutado en 1936 y en 2022 resucitó por obra y gracia de la inteligencia artificial (IA) para confesar sus pecados y métodos para cazar víctimas en la red social TikTok.

En un perturbador video granulado y en blanco y negro, el infame Albert Fish habla en primera persona: “Fui un infame asesino en serie durante la década de 1900. Mis crímenes se centraban en niños y me complacía cometer actos sádicos”.

También conocido como “El hombre gris”, “El hombre lobo de Wysteria” y “El vampiro de Brooklyn”, el Fish de carne y hueso afirmaba haber abusado sexualmente o asesinado a más de cien 100 niños, aunque la policía solo pudo confirmar tres. Tras su captura, fue sometido a un sonado juicio que concluyó con su condena y posterior ejecución en la silla eléctrica en 1936.

El video de Fish es uno más de una tendencia ya establecida de deepfakes o videos alimentados con tecnología de IA en los que un asesino o un asesinado cuenta en primera persona los truculentos detalles de sus muertes o de los crímenes que cometieron en la vida real.

Por ejemplo, el deepfake de Taylor Rene Parker me parece estremecedor. ¿Quién es ella? Pues, una mujer de Texas condenada a la pena capital por nada menos que “matar a una mujer embarazada y arrancar de su vientre a su bebé nonato”, según relata desde la prisión, sin mostrar señales de arrepentimiento, detallando los pormenores del espantoso crimen que cometió en 2020.

También circula en TikTok el deepfake de una joven huérfana no identificada, madre de un niño y asesinada en Hong Kong. “Me obligaron a prostituirme en las calles y lo que recibí a cambio fue mi muerte”, dice ella antes de explayarse en los detalles trágicos de su vida y su muerte.

Y qué decir de la resurrección de una joven iraní de 17 años que en 2022 fue decapitada por su esposo en un acto espantoso llamado “crimen de honor” (la justicia iraní lo condenó a… ¡ocho años de cárcel).

“Un hombre se paseaba por las calles con mi cabeza decapitada. Mona Heydari. Soy nací el 24 de septiembre de 2004”, dice la mujer, al que casaron con el hombre, su primo y asesino, cuando apenas tenía 12 años y tuvo de él un hijo a los 14.

El peligro de los deepfake

Hay deepfakes para todos los gustos. Hemos visto a Donald Trump siendo arrestado por la policía. O a Arnold Schwarzenegger en el cuerpo de la actriz Kate Winslet pidiéndole a Leonardo DiCaprio que le haga una pintura vistiendo solamente un collar, en un divertido deepfake sacado de la inolvidable escena de la película Titanic.

En un deepfake de 2021, el actor Morgan Freeman les decía a los espectadores que NO era Morgan Freeman, ni tan siquiera un ser humano. Este video se viralizó profusamente y abrió un debate sobre la amenaza que podría suponer este tipo de contenido para la seguridad nacional, financiera y política de la nación.

Todo cuanto se ve y se oye en los deepfakes es ficticio: las imágenes, los sonidos, los personajes, las voces, los eventos, los colores son creados mediante la IA. Ficticio, sí, pero lo suficientemente realista como para que cualquiera crea que es verdadero. Y eso supone un peligro real.

Con los deepfakes es posible difundir mensajes de odio e información falsa. O generar material explícito que involucra a menores. O pornografía protagonizada por celebridades, o como venganza. Es una tecnología tan avanzada, que su detección se ha vuelto cada vez más complicada.

IA para un género centenario

Los deepfake han venido para quedarse como una forma nueva e inédita de narración del true crime. Los resultados, ya se habrá visto, son escalofriantes. Y alucinantes. Y adictivos.

Lo que no es tan nuevo son las historias de crímenes de la vida real.

En efecto, mucho antes del deepfake de Albert Fish; de la serie de televisión sobre Jeffrey Dahmer en Netflix; del documental sobre la Mataviejitas en México o del libro seminal A sangre fría de Truman Capote (una meticulosa narración centrada en los asesinatos de una familia estadounidense en 1959), el true crime ya le había hecho las delicias a más de un cristiano interesado en este tipo de relato.

El true crime va, incluso, más atrás de los populares diarios sensacionalistas con sus historias de Jack El Destripador que proliferaron en la Inglaterra victoriana del siglo 19.

The Illustrated Police News del 24 de noviembre de 1888 con información sobre la identidad de Jack El Destripador (Imagen: Wikimedia Commons)
El diario The Illustrated Police News del 24 de noviembre de 1888 con información sobre la identidad de Jack El Destripador (Imagen: Wikimedia Commons)

Se considera que los primeros relatos asociados con el true crime datan de principios del siglo 17 en Inglaterra donde los clérigos y otros líderes se tomaban la tarea de divulgar relatos de crímenes atroces a nivel local con la intención de impartir lecciones morales sobre los límites de la misericordia divina a los criminales.

Un tal John Reynolds escribió entre 1621 y 1635 uno de los textos seminales del género true crime. Se trata una compilación de historias de asesinatos titula sin demasiada prosa The Triumphs of Gods Revenge Against the Crying & Execrable Sinne of Willful, & Premeditated Murther (Los triunfos de la venganza de Dios contra el pecado clamoroso y execrable del asesinato intencional y premeditado).

En treinta viñetas recopiladas en seis libros –publicadas originalmente como panfletos–, Reynolds cuenta historias en las que las pasiones de la lujuria, los celos, la venganza y la codicia convertían a buenos cristianos en asesinos de cónyuges y parientes. Y como casi toda historia criminal, al final de cada relato la justicia siempre acababa prevaleciendo.

“El mal tiende a fascinarnos”

Cuatrocientos años después de esta publicación, los crímenes de la vida real –sean asesinos en serie, secuestros, abusos de menores, celebridades tornadas en homicidas, víctimas que logran huir de sus captores– siguen cautivando al público con la misma intensidad de sus antecesores en distintas épocas.

Un estudio realizado en 2022 arrojó que la mitad de los estadounidenses son consumidores de contenido true crime y el 13% dijo que es su favorito.

El mal tiende a fascinarnos, queremos leerlo todo sobre él. Queremos saber qué impulsa a alguien a hacer esos actos perversos, porque, para la mayoría de nosotros, están muy fuera de nuestro alcance”, dijo, a propósito de este tema, Stacey Nye, profesora y directora de la Clínica de Psicología de la UW-Milwaukee, a la cadena de radio pública estadounidense NPR.

En fin, a las ya tradicionales series de televisión, a los documentales, libros, revistas y podcasts, se les han sumado los deepfake de las víctimas o de los victimarios en las plataformas digitales y redes sociales.

Ahora estoy viendo en TikTok el deepfake de la pequeña Royalty Marie Floyd, una niña que fue asesinada por su abuela en 2018, en el estado de Mississippi.

“Mi abuela me encarró en un horno a 230 grados Farenheit (110 Celsius) cuando yo tenia 21 meses de nacida. Mi nombre es Rody Marie Floyd y soy la primera y única hija de mi madre”, dice la imagen de la niña creada por IA y yo creo esta noche voy a tener una pesadilla.

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