Alarma en Europa: Turquía abre su frontera y los refugiados van a Grecia

PARÍS.- Miles de refugiados en Turquía comenzaron a llegar ayer a las fronteras con Grecia y Bulgaria, después de que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan levantó la prohibición que les impedía ingresar a Europa desde su territorio. Esa medida, interpretada como un chantaje a Europa y la OTAN, fue adoptada después de un violento enfrentamiento militar entre Ankara y Damasco, que amenaza con provocar una escalada militar internacional de imprevisibles consecuencias en el norte de Siria.

A bordo de gomones, los primeros refugiados fueron recibidos en la isla griega de Lesbos con gases lacrimógenos y alambrados por las fuerzas policiales armadas hasta los dientes. Otros grupos se encuentran bloqueados desde ayer en la zona limítrofe del puesto fronterizo de Kastanies, en el extremo norte de Grecia, donde llegaron a bordo de ómnibus fletados especialmente por el gobierno turco. Bulgaria, por su parte, envió 1000 soldados suplementarios para reforzar su frontera con Turquía.

Reconociendo que un "número significativo de migrantes" se habían presentado en las zonas fronterizas, el primer ministro griego, Kyriacos Mitsotakis, advirtió que "ninguna entrada ilegal será tolerada" en Grecia.

Ayer por la mañana, al informar sobre la decisión a la prensa, el responsable turco de Comunicación, Fahrettin Altun, declaró que "su país no recibió suficiente ayuda para hacer frente a casi 4 millones de refugiados. "En consecuencia, todos ellos fueron invitados a entrar en Europa", agregó.

La intempestiva decisión del régimen turco estuvo destinada, sin embargo, a hacer presión sobre los dirigentes europeos y la OTAN para que apoyen su intervención militar en la provincia siria de Idlib, en el noroeste de Siria, contra las fuerzas de Damasco y de su gran aliado ruso.

La decisión parece haber sido tomada durante un consejo de seguridad extraordinario presidido anteanoche por el jefe del Estado turco. La reunión fue convocada después de violentos bombardeos en la provincia de Idlib, atribuidos por Ankara al régimen sirio, apoyado por la aviación rusa, donde murieron al menos 33 militares turcos.

La situación en la región es tan tensa que, mientras se espera una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, advirtió que los enfrentamientos "pueden llevar a una confrontación militar internacional de grandes proporciones".

Por los menos 465 civiles, incluyendo 145 niños, murieron en Idlib desde diciembre. La mayor parte, víctima de los ataques del gobierno sirio y sus aliados, según la ONU.

Según informó el Kremlin, Erdogan y su homólogo ruso, Vladimir Putin, mantuvieron ayer una conversación telefónica, coincidiendo en la necesidad de tomar "medidas adicionales" para normalizar la situación. También evocaron la eventualidad de una cumbre.

Moscú negó que sus propias fuerzas hayan participado en los bombardeos que costaron la vida a los militares turcos y afirmó que las tropas turcas fueron atacadas mientras operaban junto a combatientes jihadistas. En represalia, Ankara aseguró haber atacado 200 blancos sirios, "neutralizando" 309 soldados del ejército de Bashar al-Assad.

El ataque contra los militares turcos se produjo después de que rebeldes apoyados por Ankara recuperaron la ciudad de Saraqueb, en el noreste de Balyun. Idlib es la última provincia siria donde grupos rebeldes siguen controlando una parte importante del territorio.

Rusia y Turquía apoyan diferentes facciones en esta guerra civil. Turquía se opone al gobierno de Al-Assad y ayuda a esos grupos rebeldes. Damasco y Moscú rechazaron, además, la exigencia de Erdogan de retirarse hasta las líneas de cese del fuego acordadas en 2018. Turquía también intenta evitar que la comunidad kurda en Siria -que ayudó a los aliados occidentales durante la guerra- establezca algún tipo de control sobre esa región fronteriza, por temor a alentar el separatismo kurdo dentro de Turquía.

En ese polvorín, no es la primera vez que Turquía -país miembro de la OTAN- reclama el apoyo de la comunidad internacional y amenaza, para obtenerlo, con abrir la puerta a los 3,6 millones de refugiados que retiene en su territorio, y para lo cual recibió de la UE unos 3200 millones de euros desde que cerró un acuerdo con el bloque en 2016. En las actuales condiciones, Bruselas podría tomar la decisión de retener los otros 6000 millones previstos en el pacto.

Ayer, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, prometió "un fuerte apoyo político y una ayuda práctica" a Turquía. La Casa Blanca, por su parte, se declaró "junto" a Ankara.