Adiós a Mario Molina, premio nobel mexicano que luchó por la revolución ecológica

CIUDAD DE MÉXICO, octubre 8 (EL UNIVERSAL).- Este miércoles, cuando se anunció el Nobel de Química 2020, el mexicano Mario Molina, quien recibió ese premio en 1995, falleció a los 77 años, víctima de un infarto. Su deceso fue anunciado por la UNAM, donde Molina se formó como ingeniero químico en los años 60 y además fue profesor. Hace apenas dos días estuvo en El Colegio Nacional y se le vio muy bien, confirmó Juan Villoro, presidente en turno de esa institución de la que Molina era miembro desde 2003.

Pionero y uno de los principales investigadores de la química atmosférica, desde niño Molina fue un apasionado de las ciencias, que le ganaron a su otra pasión: la música. Tocaba el violín, y contempló seriamente ser músico, contó en su autobiografía (http://www.nobel.unam.mx/molina/autobio.html).

Eligió la ciencia y su trabajo se vio reconocido con el Nobel en 1995 (que compartió con F. Sherwood Rowland y Paul J. Crutzen). Y se vio ampliado por los estudios e investigaciones que realizó desde el Centro Mario Molina, institución que desde 2005, en la Ciudad de México, se dedica a la investigación y promoción de políticas públicas y realiza estudios sobre energía y medio ambiente, en los campos de cambio climático y calidad del aire.

El uso del cubrebocas como medida para prevenir el Covid-19 fue una de sus últimas batallas; a través de su trabajo impulsó que hubiera acciones y políticas para que el conocimiento científico tuviera impacto real en la vida de los ciudadanos. En Estados Unidos, donde adquirió la ciudadanía en 1989, durante los gobiernos de Bill Clinton y Barak Obama, fue uno de los científicos del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología.

En 2013, Obama le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad. Fue el primer mexicano en recibir esa condecoración. Obama lo describió como "uno de los más respetados químicos de nuestra era". Gracias a tu tesón, recordó, "la comunidad internacional ha cambiado las perspectiva en cuanto a las emisiones".

El Premio Nobel reconoció su trabajo pero ya en 1987 sus estudios y los de sus colegas habían conseguido un hito cuando se firmó el Protocolo de Montreal, primer tratado internacional que controló la producción de CFC (clorofluorocarbonos empleados en aerosoles, refrigerantes y solventes, que destruyen la capa de ozono). Molina fue uno de los primeros científicos en alertar del peligro de esas sustancias.

Amor a la ciencia

Nacido en la Ciudad de México el 19 de marzo de 1943, José Mario Molina Pasquel y Henríquez estudió la primaria y secundaria en la ciudad, y luego sus padres, lo enviaron a estudiar a Suiza.

En su autobiografía habló de que su fascinación por la ciencia comenzó antes de entrar a la preparatoria: "Aún recuerdo mi excitación la primera vez que contemplé una paramecia (protozoario) y una ameba en un microscopio de juguete más bien primitivo. Entonces convertí un cuarto de baño, rara vez usado por la familia, en un laboratorio y pasé horas jugando con equipos de química. Con ayuda de una tía, Esther Molina, que era química, continué haciendo experimentos cada vez más complicados".

En 1960 regresó al país y estudió Ingeniería Química en la UNAM; luego realizó estudios de posgrado en la Universidad de Friburgo, Alemania, y recibió un doctorado en Fisicoquímica de la Universidad de California, Berkeley (1972). En 1974, con F.S. Rowland publicó un artículo en la prestigiosa revista Nature acerca del adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de gases industriales, que les mereció el Nobel.

Los científicos tuvieron que trabajar para demostrar a otros investigadores, políticos y medios de comunicación la importancia de sus hallazgos que representaron una verdadera revolución ecológica.

"Cuando elegí por vez primera el proyecto de investigación sobre el devenir de los clorofluorocarbonos en la atmósfera, fue simplemente por curiosidad científica. No consideré en ese momento las consecuencias ambientales de lo que Sherry y yo comenzábamos a estudiar. Me emociona y me mueve a humildad el que pude hacer algo que no sólo contribuyó a nuestra compresión de la química atmosférica, sino que también tuvo profundas repercusiones en el medio ambiente global", se lee en la autobiografía.

En una semblanza de su vida que publica el Centro Mario Molina se detalla que fue profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts; profesor e investigador de la UNAM entre 1967 y 1968; de la Universidad de California, Irvine y del Laboratorio de Propulsión a Chorro del Instituto Tecnológico de California.

Fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias y del Instituto de Medicina de los Estados Unidos, miembro distinguido de la Pontificia Academia de las Ciencias del Vaticano, y de la Academia Mexicana de Ciencias.

Investigó la química de la contaminación atmosférica en la baja atmósfera y trabajó con otros científicos para enfrentar el problema de la degradación de la calidad del aire en las grandes ciudades; recientemente enfocó gran parte de su labor a la política de la ciencia conectada con el creciente problema del Cambio Climático.

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