La acusación formal contra Trump presenta pruebas de que su negligencia con los documentos secretos era peor de lo que se creía

Donald Trump (The New York Times).
Donald Trump (The New York Times).

La acusación contra el expresidente Donald Trump que se dio a conocer el viernes aportó pruebas convincentes de que el manejo de documentos clasificados por parte del exmandatario fue más negligente, y sus esfuerzos por obstruir los intentos del gobierno para recuperarlos más flagrantes, de lo que se sabía hasta ahora.

En casi todas sus 49 páginas, la acusación formal es un ejemplo más de la indiferencia de Trump hacia los secretos más confidenciales del país y de su gran obstinación en que sus asistentes y abogados obstaculizaran los intentos del gobierno para recuperar los documentos.

Trump tendrá la oportunidad de rebatir la versión presentada por el abogado especial Jack Smith ante el tribunal. Pero las pruebas citadas hacen referencia a documentos guardados en un baño y en el escenario de un salón de baile en Mar-a-Lago, su club privado y residencia en Florida. También describen una pila de cajas volcadas en un almacén del sótano, cuyo contenido, incluido un documento secreto de inteligencia, estaba desparramado por el suelo.

Por momentos, la acusación muestra una imagen casi caricaturesca. En ella, se mencionan las notas de uno de los abogados del propio Trump y se relata cómo el expresidente hizo un “movimiento de sacar algo”, como sugiriendo que el abogado revisara una carpeta llena de material clasificado y “si hay algo realmente malo ahí, pues, ya sabes, sácalo”.

El documento que describe los cargos en contra del expresidente, que se presentó el jueves ante el Tribunal de Distrito de Miami, es un ejemplo clásico de lo que se conoce como “acusación oral” y no se limitó a exponer siete delitos, entre ellos obstrucción a la justicia y retención intencionada de documentos de defensa nacional.

La acusación también muestra los elementos fundamentales de la personalidad del expresidente: su sentido de grandilocuencia y venganza, su creencia de que todo lo que toca le pertenece y su admiración por quienes muestran astucia en la deshonestidad y burlan a las autoridades.

Cuenta, por ejemplo, cómo Trump llenó de elogios a un asistente anónimo de Hillary Clinton que (al menos en su recuento de la historia) ayudó a Clinton a destruir decenas de miles de correos electrónicos de un servidor privado.

“Hizo un gran trabajo”, dijo Trump a uno de sus abogados.

¿Por qué? Porque, según el relato de Trump, el asistente se aseguró de que Clinton “no se metiera en problemas”.

This image, contained in the indictment against former President Donald Trump, shows boxes of records on Dec. 7, 2021, in a storage room at Trump's Mar-a-Lago estate in Palm Beach, Fla., that had fallen over with contents spilling onto the floor. Trump is facing 37 felony charges related to the mishandling of classified documents according to an indictment unsealed Friday, June 9, 2023. (Justice Department via AP)

La sorprendente colección de material confidencial que se menciona en la acusación incluía documentos sobre programas nucleares nacionales de Estados Unidos, vulnerabilidades potenciales ante un ataque a la nación y planes para ataques de represalia contra adversarios extranjeros.

En el lenguaje más directo posible, la acusación explicaba lo peligroso que era todo esto.

“La divulgación no autorizada de estos documentos clasificados podría poner en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos, las relaciones exteriores, la seguridad de las fuerzas armadas estadounidenses y las fuentes humanas, así como la viabilidad continuada de los métodos de recopilación de información confidencial”, afirmaba la acusación.

Aunque la solidez del caso de Smith será puesta a prueba en última instancia por los abogados de Trump, las pruebas que el fiscal especial y su equipo reunieron fueron abundantes y diversas. La acusación incluía fotografías, una transcripción de una grabación de Trump y, por supuesto, las notas del abogado, que se obtuvieron mediante una táctica jurídica muy inusual que elude el privilegio abogado-cliente.

Todo ello, en conjunto, ofreció una visión íntima del mundo de Trump en Mar-a-Lago, un dominio en el que al parecer imponía una especie de control personal.

En una anécdota de la acusación, se describe a dos empleados de Mar-a-Lago intercambiando mensajes de texto sobre cómo Trump le ordenó a Walt Nauta, uno de sus asistentes cercanos, que sacara cajas de documentos gubernamentales de un centro de negocios de la propiedad para que otros trabajadores pudieran utilizarlo como oficina. Nauta fue acusado de confabularse con Trump para obstruir la justicia en el caso.

“Está bien”, cita la acusación que uno de los empleados le escribe al otro, “así que el presidente le pidió en específico a Walt que esas cajas estuvieran en el centro de negocios porque son sus ‘papeles’“.

De forma similar, el escrito de la acusación describe a Trump tratando de dar largas tanto a los fiscales que le enviaron una orden judicial para entregar todo el material clasificado que tenía en su poder como al abogado, M. Evan Corcoran, al que había contratado expresamente para que le ayudara a cumplir esa orden.

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“No quiero que nadie revise mis cajas, de ninguna manera”, cita que Trump le dijo a Corcoran. “No quiero que andes viendo qué hay en mis cajas”.

La acusación no se limitó a denunciar a Trump por guardar todos esos archivos. También señaló que, al menos en dos ocasiones, el exmandatario mostró (o estuvo a punto de mostrar) material clasificado a otras personas que carecían de las autorizaciones de seguridad adecuadas para verlo.

Uno de esos episodios tuvo lugar en agosto o septiembre de 2021, cuando Trump mostró a un representante de su comité de acción política el mapa de un determinado país y comentó que una operación militar allí “no iba bien”, según la acusación.

La acusación luego describe cómo Trump se dio cuenta de inmediato de que no debía mostrar el mapa y le dijo al representante que “no se acercara demasiado”.

La acusación también relata una reunión en julio de 2021 en la que Trump exhibió un “plan de ataque” contra Irán a los visitantes de su club de golf en Bedminster, Nueva Jersey.

Ante la aparente incomodidad de sus asistentes —uno de los cuales declaró: “Ahora tenemos un problema” entre risas—, Trump admitió que podría haber desclasificado el documento “altamente confidencial” cuando era presidente, pero que ahora era demasiado tarde porque estaba fuera del cargo.

Y, sin embargo, como describe con doloroso detalle la acusación, casi parecía incapaz de controlarse.

“Esta es información secreta”, decía Trump, según la acusación. “Miren, miren esto”.

c.2023 The New York Times Company

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