Tras aceite de palma: abusos, explotación y trabajo infantil

Foto de fruta de aceite de palma en una plantación en Sumatra, Indonesia el 13 de noviembre del 2017. (AP Photo/Binsar Bakkara)

MALASIA PENINSULAR (AP) — Millones de personas trabajan en condiciones arduas en la industria del aceite de palma en Asia, muchas de ellas víctimas de abusos y explotación, incluso trabajo infantil, esclavitud y posiblemente violaciones sexuales, halló una investigación de The Associated Press.

En Malasia e Indonesia, campesinos pobres cosechan la palma rojiza que sirve para fabricar los productos alimenticios o cosméticos de compañías como Unilever, L’Oreal, Nestlé y Procter & Gamble.

En conjunto, esos dos países producen un 85% de la oferta mundial del aceite de palma, una industria que acumula 65.000 millones de dólares al año.

El aceite de palma está en casi todos los productos del mundo moderno. En las etiquetas aparece como ingrediente bajo más de 200 sinónimos y está presente en aproximadamente la mitad de los productos en los anaqueles de los supermercados y en la mayoría de los productos cosméticos. Por ejemplo, está en pinturas, pesticidas, píldoras, alimentos para mascotas, combustibles e incluso en jabón desinfectante y láminas de madera.

The Associated Press entrevistó a casi 130 obreros actuales y antiguos de más de una veintena de compañías de aceite de palma, originarios de ocho países y quienes trabajaron en campos en Malasia e Indonesia. Casi todos denunciaron todo tipo de maltratos, como engaños, amenazas, confinamiento o cobro de deudas imposibles de pagar. Otros denunciaron acoso de autoridades, redadas y detenciones en centros penitenciarios hacinados.

Entre ellos había miembros de la minoría rohinya de Myanmar, que escaparon de las masacres en su país sólo para ser vendidos a las compañías de aceite de palma. Pescadores que huyeron de trabajos de servidumbre, pidiendo auxilio en la costa, fueron vendidos a las plantaciones, a veces con la complicidad de las autoridades. Denunciaron que trabajaban gratis o a cambio de sueldos ínfimos, atrapados en la servidumbre durante años.

La AP usó las cifras más recientes de la industria del aceite de palma, como fabricantes, comerciantes y compradores, además de registros de aduanas estadounidenses y vinculó los productos de consumo con las fábricas y con las cadenas de suministro de las marcas más reconocidas, como los productores de galletas Oreo, del desinfectante Lysol y de los chocolates Hershey’s.

Reporteros de AP fueron testigos de algunos abusos. Además, examinaron documentos policiales, reportes de prensa, denuncias a sindicatos y videos y fotos sacados clandestinamente de las plantaciones. En algunos casos los reporteros consiguieron hablar con personas que ayudaron a rescatar a obreros esclavizados. Fueron entrevistados más de un centenar de activistas, académicos y funcionarios gubernamentales.

Si bien los abusos no han sido revelados mayormente, los efectos nocivos del aceite de palma han sido denunciados desde hace años. Aun así, gigantes financieros como JPMorgan Chase, Deutsche Bank y Vanguard Group han financiado una industria que ha crecido vertiginosamente, de apenas 5 millones de toneladas en 1999 a 72 millones de toneladas actualmente, según cifras del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

A veces tales instituciones hacen las inversiones directamente, pero en otras ocasiones usan entidades locales como el Malayan Banking Berhad (Maybank) de Malasia. Ese banco no sólo da dinero a las compañías, sino que a veces procesa las nóminas, reduciendo los sueldos con razonamientos cuestionables que son considerados equivalentes a trabajo forzoso.

“Este ha sido el secreto de esta industria durante décadas”, expresó Gemma Tillack, activista de Rainforest Action Network, un grupo estadounidense que se dedica a destapar los abusos en las plantaciones de aceite de palma.

“Los bancos son los principales responsables. Es su financiamiento el que hace posible este sistema de explotación”, agregó.

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Este reportaje se logró en parte gracias al financiamiento del McGraw Center for Business Journalism de la Facultad de Periodismo Newmark en la City University of New York.

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Los periodistas de The Associated Press Sopheng Cheang y Gemunu Amarasinghe contribuyeron para este reportaje.