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Por qué las acciones de Nueva York no serán suficientes para resolver la crisis de migrantes.

Migrantes duermen en el suelo en el Hotel Watson en Midtown Manhattan como protesta contra ser enviados a un refugio en una terminal de cruceros en Brooklyn, el 29 de enero de 2023. (Jeenah Moon/The New York Times).
Migrantes duermen en el suelo en el Hotel Watson en Midtown Manhattan como protesta contra ser enviados a un refugio en una terminal de cruceros en Brooklyn, el 29 de enero de 2023. (Jeenah Moon/The New York Times).

NUEVA YORK — Desde que los gobernadores de Texas y Florida comenzaron a enviar a migrantes al norte de Estados Unidos como actos teatrales políticos la primavera pasada, la ciudad de Nueva York ha recibido a cerca de 44.000 solicitantes de asilo, una cantidad mayor a las poblaciones de SoHo y Tribeca combinadas. Según el ayuntamiento, ha habido 12.000 llegadas nuevas tan solo durante el mes pasado. Aunque la urbe ha recibido a muchos migrantes en su ecosistema cada año durante siglos (en la actualidad, hay más de tres millones de personas nacidas en el extranjero viviendo en la ciudad y son responsables de alrededor de una cuarta parte del producto interno bruto de la metrópolis), no ha enfrentado una situación en la que tanta gente llegue a ritmos tan veloces sin seguir los caminos tradicionales de integración.

Habitualmente, alguien que se muda de la República Dominicana o el oeste de África a Nueva York podría llegar con contactos de un grupo eclesiástico, amistades o familiares ya establecidos ahí, es posible que haya una red que lo pueda conectar a un empleo y un cuarto en un apartamento hacinado en un sótano en Queens o el Bronx. Sin embargo, muchas personas han llegado aquí debido a una casualidad perversa en los últimos meses. Ya sea que acabaran en Nueva York contra su voluntad o por haber partido con desesperación y apuro (carecen del tipo de planes que acompañan a un reasentamiento más intencional).

Este es territorio sin explorar. Como me lo explicó un funcionario municipal, el hecho de que más de 40.000 migrantes lleguen a la ciudad durante un periodo corto no es el problema, sino que tantos de ellos estén ingresando al ya saturado sistema de refugios al mismo tiempo.

Lo profundo y grave de la crisis, la cual se desarrolla en medio de las emergencias de vivienda en la ciudad, no se puede exagerar (es como si dos desastres naturales ocurrieran de manera simultánea). Cuando Eric Adams asumió el cargo de alcalde en enero de 2022, antes de que llegara el flujo de migrantes proveniente de la frontera, había cerca de 45.000 personas en el sistema de refugios; desde entonces, esa cifra ha crecido un 71 por ciento, a 77.000. Más allá de su mero alcance, la crisis migratoria es notable por su relativa opacidad ante tantos neoyorquinos, quienes se topan con el sinhogarismo en sus vidas cotidianas con una regularidad incómoda, pero que no han tenido tanta experiencia directa con la ola de migrantes más reciente.

El asunto se volvió más obvio en los últimos días, ya que la ciudad ha sido criticada por la decisión de mudar a varios cientos de personas de un hotel en el centro, donde había estado albergando a solicitantes de asilo, a la Terminal de Cruceros de Brooklyn, un inmueble de más de 16.700 metros cuadrados en la costa de Red Hook. La idea era priorizar el espacio hotelero para familias con hijos y mover a hombres solteros a un ambiente con espacio limitado, una práctica que la urbe efectúa en general con su sistema de refugio. La terminal estaba disponible y no iba a regresar a su uso oficial hasta que la temporada de cruceros comenzara de nuevo en la primavera.

Algunos activistas objetaron con rapidez, al citar similitudes con un “centro de detención”; la ciudad los culpó por provocar a los ocupantes del hotel programados para reubicarse, algunos de los cuales durmieron afuera en protesta en lugar de mudarse al nuevo centro de ayuda hasta que la policía incursionó en el campamento el miércoles por la noche. La terminal tenía mil catres disponibles, uno junto al otro, un uso eficiente de espacio que no brindaba privacidad. El contralor de la metrópolis, Brad Lander, imaginó que sería difícil instalar divisores, simplemente porque los catres están ubicados tan juntos que sería imposible moverse alrededor de la cama dentro de tal espacio.

Aunque las autoridades municipales no han permitido a miembros de la prensa ingresar a la instalación en Red Hook, empezaron a ofrecer recorridos la tarde del miércoles a varios políticos como parte de un esfuerzo para acallar las quejas. Entre los primeros visitantes, estuvo el presidente del barrio de Brooklyn, Antonio Reynoso, y varios miembros del concejo municipal que hablaron con un grupo diminuto de reporteros al concluir la visita. Destacaron que, contrario a afirmaciones anteriores, el inmueble en realidad era cálido, aunque los hombres hospedados ahí tenían que caminar afuera para tomar duchas en unidades móviles, ya que las unidades de calefacción de propano no se podían instalar dentro de la propia terminal.

La concejala Shahana Hanif fue la primera en expresar inquietud sobre la falta de privacidad, y ella y sus colegas expresaron deseos de que el gobierno hubiera hecho más para tranquilizar las preocupaciones de los hombres que no comprendían del todo qué significaba la mudanza a Red Hook. Después de que muchos de ellos habían experimentado tantos traumas en sus largos recorridos, a menudo a pie hasta la frontera, tenían un miedo razonable de que los llevaran a un lugar para luego deportarlos. Sin embargo, Reynoso afirmó que el sitio era seguro. No había reportes de los tipos de delitos que suelen verse en los refugios varoniles y que con frecuencia disuaden a la gente de dormir en ellos.

El mismo día, la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, asignó 1000 millones de dólares del presupuesto estatal a la crisis migrante. Lander señaló que, aunque eso era positivo sin duda alguna, el sistema migratorio federal necesitaba acelerar el trámite de los permisos de trabajo, ya que su procesamiento ha sufrido retrasos significativos. Lander me comentó: “Estos son en su mayoría un grupo de personas que quieren trabajar”. No pueden hacerlo sin los papeles apropiados.

No obstante, incluso el acceso inmediato a empleos no necesariamente dará paso a soluciones de vivienda. En un correo electrónico, Fabien Levy, un portavoz de la alcaldía, escribió: “La ciudad de Nueva York ya ha hecho más que casi cualquier otra ciudad en la nación para apoyar este flujo de solicitantes de asilo, pero nuestros recursos son limitados y necesitamos respaldo. Si no se toman medidas correctivas pronto, podríamos vernos obligados a recortar o reducir los programas de los que dependen los neoyorquinos. No queremos tomar esas decisiones, pero podrían volverse necesarias y debemos ser honestos con los neoyorquinos sobre lo que enfrentamos”.

© 2023 The New York Times Company