A 3 años del COVID, la próxima pandemia que le quita el sueño a los científicos

Los expertos en salud pública llevaban años advirtiendo sobre la posibilidad de que una enfermedad se extendiera por todo el mundo y matara a millones de personas, algo que ya había sucedido en el pasado.En todo el planeta se implementaron medidas para detectar signos tempranos de un patógeno potencialmente peligroso nunca visto.

Por esa razón, el 31 de diciembre de 2019 China notificó a la Organización Mundial de la Salud que un nuevo patógeno estaba circulando en Wuhan, la ciudad más poblada del centro de China. Un día después, en esa ciudad de 12 millones de habitantes, un mercado húmedo que vendía animales vivos fue cerrado por temor a que fuera el epicentro del virus que más tarde se llamaría SARS-CoV-2.

En esta foto del 27 de enero de 2020, unos trabajadores con equipo de protección atrapan a una salamandra gigante que, según se informó, escapó del mercado de mariscos de Huanan en Wuhan, en la provincia central china de Hubei.
En esta foto del 27 de enero de 2020, unos trabajadores con equipo de protección atrapan a una salamandra gigante que, según se informó, escapó del mercado de mariscos de Huanan en Wuhan, en la provincia central china de Hubei.

Tres años más tarde, el riesgo de que un patógeno mortal se propague por todo el mundo sigue existiendo.

Ahora, a los expertos no solo les preocupa la posibilidad de que un virus salte de los animales a las personas, sino también los accidentes en las investigaciones y algo que debería ser impensable: la posibilidad de que alguien libere a propósito un patógeno letal altamente contagioso.

Desde hace tiempo se sabe que una pandemia representa un riesgo mucho mayor para la seguridad global que una guerra convencional, nuclear o química, dijo Lawrence Gostin, profesor de derecho de salud pública en la Universidad de Georgetown y destacado experto en salud global.

“Hemos visto que eso ha sucedido con la COVID, aunque este virus está lejos de ser la peor amenaza pandémica que enfrentamos”, afirmó.

Aunque la COVID-19 ha matado a más de 6,6 millones de personas en todo el mundo, otras pandemias han sido más letales. Se estima que la gripe de 1918 le costó la vida a 50 millones de personas en todo el mundo y en el siglo XIV la Peste Negra mató del 30 al 60 % de la población de Europa en apenas cuatro años.

A los expertos en salud pública y defensa nacional les preocupa que la próxima pandemia tenga un costo aún más elevado que esta y dicen que hay que estar preparados.

“Estados Unidos y otras naciones deben prepararse para afrontar los riesgos biológicos, ya provengan de la naturaleza, la ingeniería o de un accidente de laboratorio”, dijo el doctor Tom Inglesby, director del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud de la Escuela de Salud Pública Bloomberg.

La próxima pandemia podría ser peor

Gostin considera que lo más probable es que la próxima pandemia provenga de la naturaleza. Una cepa altamente letal de la gripe aviar o porcina podría mutar de manera natural y volverse contagiosa para los humanos. De hecho, esa posibilidad les ha quitado el sueño a los expertos en salud como Gostin mucho antes de que llegara la COVID-19.

Pero también podría desencadenarse por otras causas.

“Existe una gran cantidad de amenazas, desde fugas de laboratorio hasta bioterrorismo, armas biológicas y accidentes indirectos zoonóticos naturales”, apuntó Gostin, autor del libro de 2021 “Global Health Security: A Blueprint for the Future” (en español: “Seguridad sanitaria mundial: un plan para el futuro”).

“Todo eso aumenta bastante las probabilidades de que tengamos que afrontar riesgos similares a las pandemias con mayor frecuencia y debemos tomárnoslos en serio, como una amenaza a la seguridad nacional”.

El doctor Joseph Varon abrazando y consolando a un paciente en la unidad de cuidados intensivos de COVID-19 durante el Día de Acción de Gracias en el United Memorial Medical Center el 26 de noviembre de 2020 en Houston, Texas.
El doctor Joseph Varon abrazando y consolando a un paciente en la unidad de cuidados intensivos de COVID-19 durante el Día de Acción de Gracias en el United Memorial Medical Center el 26 de noviembre de 2020 en Houston, Texas.

El virus SARS-CoV-2 es el tercer coronavirus que representa una amenaza importante para la salud, después del primer SARS y el síndrome respiratorio de Oriente Medio, aunque ambos son mucho más letales. Otro coronavirus con el potencial contagioso del SARS-CoV-2 y la tasa de mortalidad del 30 % del MERS amenazaría la economía, las cadenas de suministro y el sistema de atención médica, sin mencionar la vida humana.

Y esas serían solo las consecuencias directas.

Es probable que veamos los efectos indirectos de la COVID-19 por años ya que las personas que no tuvieron acceso a los servicios médicos de rutina están siendo diagnosticadas con cánceres en estados más avanzados y mortales y los niños que no pudieron ponerse las vacunas están contrayendo enfermedades prevenibles, entre otras consecuencias, según Gostin.

“Si viviéramos una pandemia mucho peor, puedes multiplicar por 10 o incluso 50 los daños económicos y sociales que sufriría Estados Unidos”, apuntó.

Eso significa que el mundo necesita mejorar su capacidad para combatir dichas amenazas, no gastar dinero solo cuando surge la crisis, en opinión de Gostin y otros expertos.

En este momento, solo alrededor del 5 % del dinero destinado a la atención médica en el país se dedica a la salud pública y la prevención de la próxima crisis. “Es una suma considerable, pero relativamente pequeña en el presupuesto de Estados Unidos”, explicó Gostin.

La esposa de Ernie Chacón, Celia, a la izquierda, y su hija Sarah Chacón Mendoza sosteniendo unas velas en la vigilia el 10 de marzo de 2021, afuera del Centro Médico Las Palmas en El Paso. Su esposo murió de COVID-19 el 11 de diciembre de 2020.
La esposa de Ernie Chacón, Celia, a la izquierda, y su hija Sarah Chacón Mendoza sosteniendo unas velas en la vigilia el 10 de marzo de 2021, afuera del Centro Médico Las Palmas en El Paso. Su esposo murió de COVID-19 el 11 de diciembre de 2020.

Las amenazas creadas por el hombre son reales

La idea de diseñar un patógeno mortal que enferme al mundo parece sacada de una película de ciencia ficción o de superhéroes, pero no es una fantasía.

Kevin Esvelt, un biólogo del MIT, dijo que los investigadores de su propio laboratorio podrían, en teoría, crear un virus peligroso a partir de ADN comprado en Internet por menos de 1 000 dólares.

Una vez que se identifican los virus con capacidad pandémica, en el mundo existen miles de personas con la capacitación científica necesaria para crearlos a partir de ADN sintético ordenado por correo.

“Imagina un mundo donde puedes comprar por correo plutonio para fabricar armas”, explicó. “Hay miles de ingenieros que tienen las habilidades para crear algo que podría ser una bomba”.

Durante el otoño y el invierno pasados, en menos de 100 días la variante del coronavirus Ómicron se propagó del sur de África al resto del mundo, infectando al 26 % de los estadounidenses, lo cual demuestra cuán rápida debe ser la respuesta pandémica, según Esvelt.

A principios de este año, Esvelt advirtió al Congreso de que la identificación de virus pandémicos haría que las pandemias fueran ampliamente accesibles y hace poco publicó un plan de 30 páginas de preparación para un mundo donde es factible desatar una.

El riesgo es real y aumenta con el tiempo, sobre todo a medida que la bioingeniería se simplifica, dijo Jaime Yassif, vicepresidenta de la Política y Programas Biológicos Globales de la Iniciativa de Amenaza Nuclear. A pesar de ello, no es “trivial crear un arma biológica que cause un daño significativo”, dijo.

La COVID-19 hizo que esa amenaza fuera más real, según Yassif y otros especialistas, pues mostró el nivel de caos que puede sembrar una pandemia global.

“Algunas personas han tomado nota del impacto y están prestando más atención que antes”, dijo Yassif. “Es razonable suponer que existe la intención y que esta crece a medida que la posibilidad se vuelve más viable. Esa es mi opinión racional y por eso me lo tomo en serio”.

Los residentes del St. Joseph's Senior Home reciben ayuda para subir a los autobuses en Woodbridge, Nueva Jersey, el miércoles 25 de marzo de 2020. La pandemia afectó particularmente a las personas ancianas.
Los residentes del St. Joseph's Senior Home reciben ayuda para subir a los autobuses en Woodbridge, Nueva Jersey, el miércoles 25 de marzo de 2020. La pandemia afectó particularmente a las personas ancianas.

El potencial del bioterrorismo

La Convención Mundial sobre Armas Biológicas se promulgó en marzo de 1975 para evitar que los países desarrollen o produzcan armas biológicas. Desde entonces, muchas naciones han seguido sus mandamientos, aunque se cree que algunas de las que firmaron el tratado tienen o han desarrollado programas secretos.

En una ocasión, los soviéticos intentaron convertir el ébola en un patógeno más contagioso, por ejemplo, pero no funcionó bien, contó Christine Parthemore, directora ejecutiva del Consejo de Riesgos Estratégicos, un instituto de políticas de seguridad no partidista y sin ánimos de lucro.

Es posible que China e Irán también hayan llegado hasta esa línea roja o quizá ya la cruzaron fabricando armas ofensivas, afirmó. Según las evaluaciones públicas del gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, Irán podría estar usando “toxina botulínica, que no creemos que use para el Botox, o al menos no únicamente”.

“La historia lo demuestra”, dijo Parthemore. “Los países han creado agentes patógenos”.

Contó que en un inicio el Departamento de Defensa se interesó por las vacunas de ARNm, que se utilizaron para combatir la COVID-19, como una forma rápida para contrarrestar las amenazas biológicas estatales y los patógenos modificados.

Y la vacuna que demostró su eficacia este verano contra la viruela símica se desarrolló para contrarrestar la posibilidad de que alguien intente desatar a su prima más mortal, la viruela, en el mundo.

Sin embargo, afirmó que es poco probable que la mayoría de los países desaten un patógeno mortal porque sería difícil proteger a su propia población durante un brote masivo.

A pesar de eso, a Parthemore le preocupa que las naciones estén perdiendo la fe en las instituciones y los tratados internacionales. La guerra de Rusia contra Ucrania y la incapacidad de las Naciones Unidas para detenerla han debilitado los acuerdos internacionales a los ojos de muchas naciones, incluidos aquellos que versan sobre la bioseguridad.

“La pérdida de fe en la cooperación, la ONU y la acción colectiva, así como las decisiones de Rusia y otros han degradado aún más la confianza en las normas que hemos aplicado desde hace décadas, algo bastante aterrador”, puntualizó.

¿Debería regularse la investigación?

Una pregunta válida es: ¿en qué medida se debe regular el trabajo científico y a los investigadores involucrados en la síntesis de patógenos potenciales?

Yassif afirma que es necesario aplicar más reglas para salvaguardar los avances científicos que personas malintencionadas podrían utilizar inadecuadamente.

En 2012, la comunidad científica y otros grupos de interés debatieron sobre una investigación realizada en los Estados Unidos y los Países Bajos que exploraba cinco mutaciones para hacer que la influenza aviar fuera más contagiosa para los humanos. Algunos profesionales de la comunidad virológica defendieron la investigación considerando que es esencial para comprender los riesgos emergentes naturales. Sin embargo, tanto a Yassif como a otros expertos les preocupa que haya facilitado la creación de un peligro global.

La gerente de laboratorio, Rita Smith, procesando muestras de sangre como parte del ensayo en curso de la vacuna contra la COVID-19 de Moderna en el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt, en Nashville, el martes 9 de noviembre de 2021.
La gerente de laboratorio, Rita Smith, procesando muestras de sangre como parte del ensayo en curso de la vacuna contra la COVID-19 de Moderna en el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt, en Nashville, el martes 9 de noviembre de 2021.

“Los sistemas que tenemos no poseen un alcance tan amplio ni son tan robustos como deberían ser”, reconoció Yassif.

La construcción de nuevos laboratorios de bioseguridad también preocupa a los expertos.

Desde el inicio de la pandemia de COVID-19 más de una docena de países han anunciado planes para construir laboratorios de Nivel 4, el más alto nivel de seguridad, diseñados para investigar los patógenos más peligrosos.

Estos laboratorios carecen de una fuerte supervisión internacional, dijo Parthemore. “Obviamente, si tuvieras un programa ofensivo e intentaras diseñar ciertos patógenos, tendrías que hacer ese trabajo en un laboratorio BSL-4”, dijo. “Tanto la falta de transparencia en esos laboratorios como su proliferación representan un gran problema”.

También es muy fácil comprar los bloques de construcción de un patógeno en Internet, dijo Yassif. Algunas compañías examinan los pedidos para asegurarse de que no están vendiendo secuencias de ADN peligrosas a personas malintencionadas, pero no están obligadas a hacerlo. “Es probable que no se esté examinando una parte considerable del mercado, de manera que estamos intentando cerrar esa brecha”, apuntó.

¿Cómo prepararse para el próximo patógeno?

Ninguna acción por sí sola puede reducir a cero el riesgo de pandemia, según los expertos.

No obstante, existen muchas opciones para protegerse e implementar una “defensa por capas”. Intervenir en los diferentes puntos del proceso que seguiría una persona malintencionada para crear un arma biológica haría del mundo un sitio mucho más seguro.

La tecnología puede resolver el problema que crea la biología, dijo Esvelt. Prevé que en el futuro existan mejores equipos de protección, sobre todo para los sanitarios y otros trabajadores esenciales, así como luces germicidas que maten los patógenos sin dañar a las personas que se encuentran en ese mismo espacio. También espera que la vigilancia de las aguas residuales y el aire en los aeropuertos detecte nuevos patógenos que podrían tener un largo período de incubación antes de aparecer los primeros síntomas, como el VIH.

La capitana Brandy Lee se prepara para administrar la vacuna contra la COVID-19 de Moderna en las instalaciones del Ala de Transporte Aéreo 172d de la Guardia Nacional de Misisipi en Flowood en 2020.
La capitana Brandy Lee se prepara para administrar la vacuna contra la COVID-19 de Moderna en las instalaciones del Ala de Transporte Aéreo 172d de la Guardia Nacional de Misisipi en Flowood en 2020.

Sin embargo, prepararse no implica confiar únicamente en los avances científicos. También es necesario invertir en las personas, señaló el doctor Raj Panjabi, director principal de seguridad sanitaria global y biodefensa del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

Dijo que Estados Unidos lleva décadas invirtiendo poco en las personas que brindan servicios de salud pública y animal, como los epidemiólogos, veterinarios, enfermeras y trabajadores de salud comunitaria.

En octubre, la administración Biden lanzó la denominada Estrategia nacional de biodefensa y un Plan de implementación para contrarrestar las amenazas biológicas, mejorar la preparación para pandemias y lograr la seguridad sanitaria global.

Este otoño, Panjabi describió algunos de los objetivos y plazos de la estrategia en un seminario web:

  • Pruebas: habilitar las pruebas para un nuevo patógeno dentro de 12 horas, las pruebas de seguimiento dentro de una semana y las pruebas específicas del patógeno en 30 días.

  • Vacunación: desarrollar una nueva vacuna en 100 días, producirla en cantidad suficiente para toda la población de Estados Unidos en un plazo de 130 días y para las poblaciones de alto riesgo en todo el mundo en 200 días.

  • Tratamiento: readaptar los medicamentos en un plazo de 90 días y las nuevas terapias desarrolladas en 180 días.

“En una emergencia, el tiempo es vida”, dijo. “La eficacia de nuestra respuesta depende de lo bien que nos preparemos”.

La administración ha pedido 88 mil millones de dólares en los próximos cinco años para implementar el plan. “Ahora se invertirán miles de millones para ahorrar billones en el futuro y una cantidad incalculable de vidas humanas, tanto estadounidenses como en todo el mundo”, dijo Panjabi.

Un técnico de laboratorio de Co-Diagnostics sosteniendo los componentes de la prueba para la COVID-19 el viernes 27 de marzo de 2020, en Salt Lake City.
Un técnico de laboratorio de Co-Diagnostics sosteniendo los componentes de la prueba para la COVID-19 el viernes 27 de marzo de 2020, en Salt Lake City.

El Congreso aún no ha desbloqueado los fondos suficientes para llevar a cabo esta agenda.

“No tiene sentido que el Congreso no haya asumido la agenda de preparación para pandemias propuesta por la administración”, dijo Inglesby, quien recientemente coescribió una propuesta para el desarrollo de diagnósticos en una emergencia de salud. No obstante, espera que asignen los fondos pronto.

Otra pandemia desastrosa no es inevitable, según Inglesby y otros científicos, pero la prevención requiere preparación y previsión.

“Los patógenos son muy buenos adaptándose y cambiando de forma. Pero la ciencia moderna también es muy buena contrarrestándolos”, afirmó Gostin. “Si somos inteligentes, nos preparamos bien e invertimos de manera fuerte y decidida en ello, pod

Karen Weintraub

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