A un año del temporal en la ciudad de Buenos Aires: cómo están hoy los lugares más afectados
Pasadas las tres de la madrugada del 17 de diciembre de 2023, Buenos Aires quedó sumida en el caos. Una tormenta feroz, con vientos que superaron los 100 kilómetros por hora, arrancó árboles de raíz, aplastó autos y bloqueó calles enteras. Los vecinos despertaron en una ciudad irreconocible. Hoy, un año después, LA NACION recorrió nuevamente esos puntos clave para reconstruir lo que sucedió aquella noche y cómo están ahora.
En total, cayeron unos 1000 árboles y se registraron 3282 casos de ramas colgando, rotas, quebradas o árboles con problemas de raíz. Al menos 178 de los 681 espacios verdes porteños sufrieron daños durante la tormenta; si bien todos ya están habilitados, el parque Tres de Febrero fue el que más demoró en recuperar la normalidad. El Centro de Reciclado de la Ciudad procesó más de 1.380.000 kilos de residuos en las tres semanas posteriores al evento.
El recorrido comenzó en la Plaza Naciones Unidas, donde se encuentra la Floralis Genérica, uno de los monumentos más representativos de la ciudad. Durante el temporal, los fuertes vientos y las intensas lluvias dañaron su estructura, afectando dos de sus pétalos metálicos, que permanecieron inactivos desde entonces. A pocos metros de la plaza, detrás de la Facultad de Derecho, algunos fragmentos de la estructura metálica aparecieron tirados. “Era extraño verlo ahí, como un pedazo de chatarra abandonado. Por meses pasó desapercibido, aunque todos sabíamos que pertenecía a la flor”, relató Ignacio Rodríguez, estudiante de Derecho de la UBA. Mariana Navarro, compañera de carrera, recordó: “Esa noche parecía una película de terror. Las calles del barrio estaban llenas de ramas, hojas y barro. Había una sensación de desolación”.
Hoy, la Floralis Genérica sigue incompleta. Frente a ella, un cartel del gobierno porteño promete su restauración, acompañado de un código QR que detalla los daños sufridos durante el temporal. A pesar de su estado, turistas y locales continúan visitándola. Muchos no perciben que su mecanismo de apertura y cierre está inactivo debido a las averías. La flor se destaca no solo por su imponente tamaño, una estructura de acero inoxidable de 20 metros de altura y 18 toneladas de peso, sino también por ser la primera escultura con movimiento en la ciudad de Buenos Aires. Este movimiento se lograba mediante un sistema hidráulico y células fotoeléctricas, que le permitían abrirse durante el día y cerrarse al caer la noche. Su nombre oficial es Floralis Genérica, una obra del arquitecto argentino Eduardo Catalano, quien la donó a la Ciudad en 2002 como un homenaje a todas las flores y a la naturaleza en constante cambio. La promesa de restaurar este ícono sigue vigente, pero un año después del temporal, la Floralis permanece como un testimonio mudo de lo que dejó aquella noche de furia.
El Hipódromo de Palermo fue otra de las áreas más afectadas. Los árboles centenarios que rodean el lugar, algunos con más de 70 años, fueron arrancados de raíz por la fuerza del viento. Muchos cayeron sobre autos estacionados, destruyéndolos por completo. Juan Carlos Santillán, vecino de la zona, todavía recuerda lo que vivió aquella noche. “El ruido era ensordecedor. Cuando salí a la mañana siguiente, vi mi auto aplastado bajo un árbol enorme. Nunca había visto algo así. El seguro me cubrió, pero fue un proceso largo y costoso”, relató a este medio.
Un año después, las calles que rodean el hipódromo están despejadas y los espacios verdes renovados. Santillán, sin embargo, confiesa que estacionar bajo un árbol ya no le resulta cómodo: “Aunque todo parece estar bien, cada vez que estaciono pienso en lo que pasó esa noche. No puedo evitarlo”.
Los Bosques de Palermo también fueron escenario del caos. Árboles históricos, algunos de más de 50 años, fueron arrancados de raíz, dejando troncos caídos y ramas dispersas por todas partes. Los senderos principales estaban intransitables, cubiertos de barro y restos de vegetación que impedían el paso. “Esa mañana salí a correr como siempre, pero tuve que regresar porque no se podía avanzar. Había ramas enormes bloqueando todos los caminos, y el barro hacía imposible moverse. Nunca había visto algo así, parecía que el bosque estaba destruido”, relató Laura Ortiz, una corredora habitual de la zona. Además, recordó cómo los días posteriores fueron igualmente complicados: “Tardaron mucho en limpiar todo, y mientras tanto, no sabías si un árbol más podría caerse”.
La familia Contino, que visita los bosques regularmente desde el conurbano bonaerense, agregó: “Nos costó imaginar lo que pasó cuando nos lo contaron. Hoy está todo limpio y parece normal, pero los vecinos nos dijeron que durante semanas fue imposible transitar. Incluso algunos de los árboles que quedaron tuvieron que ser reforzados porque estaban inestables”.
A un año del temporal, los Bosques de Palermo presentan una imagen renovada, aunque en ciertos puntos aún persisten vestigios de lo ocurrido. Los ejemplares centenarios que no soportaron la furia del viento fueron sustituidos, mientras que otros, que lograron mantenerse en pie, muestran marcas visibles en sus troncos y ramas. Actualmente, debido a las lluvias recientes, algunos caminos están cubiertos de barro, un recordatorio de cómo las inclemencias del tiempo siguen afectando este espacio tan emblemático.
“Se nota que han trabajado mucho para recuperar el bosque, pero quienes lo conocemos bien sabemos que no es lo mismo. Todavía hay zonas donde los senderos quedan resbaladizos después de cada lluvia, y eso es un recordatorio de lo que pasó ese día”, comentó Laura. Para los visitantes ocasionales, los Bosques parecen haber recuperado su esplendor, pero los vecinos saben que las heridas de aquel temporal todavía no terminan de sanar.
Hace un año, en La Pampa y Avenida Melián, las calles quedaron completamente bloqueadas por árboles caídos. Las ramas atravesaban de una vereda a la otra, haciendo imposible el tránsito tanto para autos como para peatones. “Había troncos y ramas por todos lados. Estuvimos tres días sin luz, y nadie sabía cuánto tiempo iba a llevar limpiar todo. Nunca había visto algo así”, relató Sonia Gaeta, vecina del lugar.
Hoy, un año después, la zona luce completamente recuperada. Los árboles arrancados de raíz fueron reemplazados por nuevos ejemplares, y las veredas y calles dañadas están reparadas. La circulación se desarrolla con normalidad, y los colectivos y autos estacionados bajo los árboles dan la impresión de que nada ocurrió. Sin embargo, los vecinos que vivieron aquel día todavía conservan el recuerdo vívido del caos y el temor de que un evento similar vuelva a repetirse. “La zona quedó impecable, pero siempre está ese miedo de que una tormenta como esa pueda volver”, expresó Gaeta a LA NACION, mientras señalaba los nuevos árboles.
Plan de arbolado
La recuperación fue posible por el Plan de Arbolado 2024, que culminó con la plantación de 18.074 nuevos árboles, un 50% más que en 2023, como respuesta a los daños provocados por las tormentas de diciembre pasado. De esa cifra, 15.000 formaban parte del Plan Maestro de Arbolado, mientras que 3.074 fueron incorporados para compensar las pérdidas. “Estos esfuerzos no solo reemplazan lo que cayó, sino que fortalecen la capacidad de absorción de agua y mejoran la calidad ambiental ante el aumento de lluvias torrenciales”, explicó Jorge Macri.
El plan, desarrollado entre mayo y noviembre, abarcó las 15 comunas con la construcción de 7500 nuevas planteras, la repoblación de 6131 vacías y la plantación de 4443 árboles en espacios verdes. Se priorizaron especies urbanas como el jacarandá, el plátano y el tilo, buscando embellecer la Ciudad, proteger su biodiversidad y ofrecer beneficios a largo plazo, como mejorar la calidad del aire y reducir el calor urbano.
El temporal también impactó en infraestructuras clave de la ciudad. En la intersección de Juncal y 9 de Julio, un poste de luz colapsó debido a la intensidad del viento. Claudia Vázquez, vecina de la zona, describió el momento como “aterrador”. “El poste cayó como si fuera un juguete. El ruido fue ensordecedor, y daba miedo caminar por ahí. Aunque lo arreglaron rápido, todavía siento que falta seguridad en los postes. No sé si resistirían otra tormenta como esa”, expresó.
En Villa del Parque, el Carrefour ubicado en Avenida Nazca 2951 perdió parte de su cartel publicitario. Las ráfagas de viento arrancaron una de las estructuras principales, que nunca fue reemplazada. Graciela Aguirre, vecina del barrio, recordó: “Esa noche parecía que todo podía pasar. Los árboles caían como si fueran de papel, y las calles eran un desastre. Fue un milagro que no hubiera muertos”.
En Villa Pueyrredón, Martín Medina fue una de las tantas personas que sufrieron daños materiales. Un árbol seco cayó sobre su auto, destrozándolo por completo. “Fue devastador. Las ramas rompieron los vidrios y dañaron toda la estructura”, confesó. Aunque logró reparar su vehículo, Medina asegura que el impacto emocional sigue latente: “Ese ruido del viento y el miedo de que algo más se cayera no se me va a olvidar nunca”.
“Fue un temporal sin precedentes. Desde el mismo domingo comenzamos a trabajar en sus consecuencias con un plan muy preciso, priorizando distintas acciones que debíamos abordar: primero, eliminar los riesgos más grandes para la circulación, como ramas colgando, cables u otras estructuras peligrosas; segundo, levantar los 340 cortes de calles, lo cual logramos completar el jueves a la mañana; y, finalmente, despejar parques y plazas y recolectar todas las ramas que quedaron al costado de las calles, lo que más tiempo nos llevó. En el Parque 3 de Febrero, por ejemplo, había árboles sanos y muy robustos que habían caído, y reducirlos demandó mucho tiempo y esfuerzo. Hoy es muy emotivo ver los nuevos ejemplares ya plantados después de esa catástrofe. Vamos a seguir plantando árboles en los próximos años y cuidando los que ya hemos plantado, porque son fundamentales para la sostenibilidad de las ciudades, ya que el cambio climático llegó para quedarse”, expresó a LA NACION Ignacio Baistrocchi, ministro de Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires.
Hoy, Buenos Aires muestra signos de recuperación, pero también cicatrices que recuerdan el impacto de aquel día. Cada árbol caído, cada poste derrumbado y cada auto destrozado cuenta una historia que los vecinos no olvidarán fácilmente. Para algunos, fue una advertencia; para otros, un día que simplemente quieren dejar atrás.