Después de 43 años cerró esta querida fonda cerca de Kendall
Se acabaron las tortillas gigantes y esponjosas servidos con hash browns, tostadas con mantequilla —y sin remordimiento— en asientos oscuros, pegajosos y angostos.
El restaurante favorito de Pinecrest, Wagons West, cerró el 20 de octubre.
En la ventana hay un último aviso de desalojo junto a una pizarra que da la mala noticia: “Lo sentimos amigos; 43 maravillosos años de buena comida, de amigos y de nuestro guapo Wally. Los echaremos de menos a todos”.
El “guapo Wally”, como probablemente sabrán los lugareños, es el propietario y cofundador Walter Muench, de 76 años. Estuvo en primera línea desde el inicio, cobrando, contando chistes e incluso cocinando de vez en cuando.
El año pasado, el alemán explicó al Miami Herald la clave para atraer a tantos clientes habituales, que no tenían ningún problema en esperar afuera en largas filas bajo un calor abrasador:
“Ofrecer a la gente buena comida con buen servicio a un precio razonable... y nunca comprometer el producto”, dijo. “Si uno hace algo que no puede comer, no debe servirlo. No hay una fórmula secreta”.
¿Y qué pasó? La inflación.
Muench y su hermano mayor Steve, ya jubilado, abrieron este acogedor local en el Suniland Shopping Center cuando el alquiler costaba solo $900. El verano pasado rondaba los $16,000. Fue entonces cuando Wally intentó infructuosamente vender el local.
En un post que anunciaba el cierre en la aplicación móvil Next Door del vecindario, muchos antiguos clientes (probablemente ansiosos por un trozo de su característico pastel de carne) expresaron su descontento. Entre los muchos comentarios:
“Era una fonda, pero nos encantaba”.
“Toda una vida de recuerdos maravillosos”.
“Lamento ver esto... era un lugar emblemático”.
Y esto de un realista: “Me alegro de que tuvieran una gran y larga carrera. Por desgracia, en el capitalismo, el éxito significa que las propiedades y los alquileres suben y los negocios marginales fracasan”.
¿Y Wally? El divorciado padre de tres hijos adultos se quedará en la ciudad por el momento, pero no busquen otro restaurante suyo en esta vida.
“Simplemente no funcionó; fue una batalla cuesta arriba”, dijo el jueves. “Mis hijos me dijeron: ‘Es hora de retirarse, papá’. Así que les hago caso. Voy a tomármelo día a día. Ahora mismo mi gran plan del día es cortarme el pelo. Ahora tengo tiempo”.